La guerra del grillo y el león


Estaba un león echado en un pajonal, rascándose las pulgas, cuando un grillo brincó sobre su lomo y empezó a cantar.

Al león no le gustó ese canto, ni el atrevimiento del que se había puesto a cantar encima suyo. Dijo, muy enojado:

—Si encuentro a este cantante me lo tragaré sin más.

Antes de que el león lo descubriera, el grillo saltó a tierra, ocultándose entre las pajas. Pero en cuanto dejó de buscarlo, brincó otra vez sobre su lomo y siguió cantando.

—Ya daré con ese insolente y me lo comeré —se dijo el león; pero como era muy lento para mover la cabeza el grillo alcanzó a esconderse de nuevo.

Esta escena se repitió por tercera y cuarta vez.

—Si al menos supiera quién eres, animalejo, para hacer la guerra a toda tu especie —lo desafió el león.

El grillo brincó por quinta vez sobre su lomo y respondió:

—Soy el grillo y acepto hacer la guerra contigo, pese a tu gran poder. Pero no hoy, sino mañana; así tendremos tiempo de juntar a nuestros soldados.


—De acuerdo —dijo el león con solemnidad.

Y cada cual partió entonces a organizar su ejército.

El león juntó a los bueyes, puercos, tejones, zorros, armadillos, venados y a todos los otros cuadrúpedos grandes o chicos que halló y los preparó para la batalla.

El grillo juntó a las hormigas, las avispas y todos los demás insectos de picadura fuerte que había en el bosque. Los que tenían alas trasladaron a los que no las tenían al sitio del combate, donde los esperaba el grillo para formarlos. El grillo ordenó a la mitad sobre la tierra, en compactos cuadros, y dijo a los otros que se subieran a las ramas de las plantas vecinas, tapándose con hojas para que no los vieran.

Los que estaban sobre la tierra daban la impresión de un gigantesco hormiguero, de tantos que eran. Pero también el león había reunido a muchos animales y aguardaban con verdadera impaciencia el comienzo de la guerra. Cansado de esperar, mandó un venado para que fuera a preguntarle al grillo si ya estaba listo...

El venado partió a la carrera, confiado en que no le pasaría nada, ante lo insignificantes que hallaba a sus enemigos.

Pero antes de llegar, sintió que lo estaban picando en todas partes y regresó huyendo de ellos, sin traer respuesta alguna.

—Mejor entonces que vaya el armadillo —mandó el león—. Él tiene su concha para protegerse de las picaduras.

—Está bien —aceptó el armadillo, y partió.

Pero también, antes de que llegara, vinieron las avispas a picarlo. Para salvarse, el armadillo se metió en su concha y fue rodando sin rumbo largo rato, hasta que dejaron de hostigarlo. Así, se alejó mucho de los suyos. El león ya lo daba por muerto cuando lo vio aparecer, todo maltrecho.

Contó lo que le había sucedido y el león decidió mandar al zorro, que era más inteligente.

El zorro dio unos cuantos pasos hacia adelante, pero luego se volvió.


—¿Qué noticias traes? —le preguntó el león burlonamente, enojado por su desobediencia.

—¿Qué noticias quieres tener, gran rey? —dijo el zorro.

—Ya ves cómo maltrataron a tus enviados. ¿No es ésa suficiente señal de que la guerra ha comenzado?

 
 

El león comprendió que estaba en lo cierto y ordenó a todos sus soldados que se aprestaran para el ataque. Cuando los vio listos, rugió:

—¡Adelante, mis bravos! ¡A exterminarlos!

Él mismo encabezó el ataque, dando muestras de arrojo. Cuando ya estaban cerca de los cuadros ordenados sobre la tierra, buscó al grillo para comérselo, mas no lo vio, pues el grillo dirigía todo desde una rama.

Los animales más grandes comenzaron a revolcarse sobre los insectos, pensando que ése era todo el ejército y, aunque recibieron picaduras, lograron matar a muchos. Estaban ya cansados, cuando el grillo ordenó el ataque a los que se hallaban en las ramas, quienes vinieron como flechas a picarlos en los ojos, el hocico, la nariz y todas las partes delicadas del cuerpo.

El león los vio tan desesperados, que ordenó la retirada. Pero las avispas los siguieron, sin dejar de hostilizarlos un momento; y pronto, la retirada se convirtió en una fuga desordenada, al grito de "sálvese quien pueda".

Así se desbandaron todos por los cerros.

El león se quedó solo y triste, quejándose de las picaduras y con el orgullo herido, pensando cómo pudo ser derrotado por animalitos tan pequeños y débiles.

Tiempo después, estaba echado en el mismo pajonal rascándose las pulgas, cuando el grillo le saltó otra vez al lomo y se puso a cantar.

Pero ya no se atrevió a hacerle nada; hasta empezó a gustarle ese canto.

Esto es lo que ocurrió con el gran león, soberbio rey de aquellas comarcas.

Cuento tradicional mexicano

 

¿Te acuerdas por qué se enojó el león con el grillo?

Y después, ¿cómo se armó la pelea?

¿Te gustaría hacer teatro con el cuento "La guerra de grillo y el león" con tus amigos?

¿Quién hará de león y de grillo?


¿Quién la hará de venado, de hormiga y de otros animales?


Primero, cada quien puede moverse y hacer ruidos parecidos a los del animal que escogió.

Después, cuando ya se sientan león, venado, hormiga, grillo, y todos los otros animales del cuento, pueden ponerse una cola, unas orejas, bigotes, algo para parecerse más al animal que representarán.

   
 

¿Y con qué hacerlo? Con ramas, papeles, hojas, plumas; con lo que tengan a la mano.