En el Sur de Jalisco se platican mucho las travesuras de duendes, como ésta que nos contó doña Bernardina Vda. de Ortiz en Atemajac de Brizuela.


Los duendes mariachis


Mi papá me platicaba esta historia. Sucedió cuando él vivía con sus padres en un rancho de un cerro de aquí cerca, al que le nombramos El Tulito.

Mi agüelo, que en paz descanse, era otomí y vivía en ese rancho haciendo carbón. Sus hijos se llamaban Gabriela, Jesús, Aurelia, Ema, Manuel, Pedro, Emiliano y mi papá, Margarito, todos de apellido Rivera.

Mi agüelo iba al pueblo a comprar su recaudo, su mandado, ¿no? Se iba desde el sábado, pero como era medio malora, pues se quedaba tomando hasta media semana. Duraba días disfrutando de las copas, y mi agüela pues se iba tras él, se iba con él para cuidarlo. Es que era muy celosa. Entonces, se quedaban los niños solos en el rancho, a veces durante días.

Una de esas veces en que estaban solos, ya había llegado el domingo y nada que aparecían sus padres. Estaban todos los niños con la esperanza de que llegaran a llevarles algo de comer y, como a eso de las 5 de la tarde, comenzaron a oír la música de un mariachi, pero muy bonita, exagerado de bonita, decía mi papá.

 

"Oigan, ahí viene mi papá y mi mamá y nos traen música", dijo alguno y corrieron todos hacia el camino para encontrarlos. Pero cuando llegaron a donde creyeron se oía la música, pues no había nada, porque ya se escuchaba en el ranchito. Y ahí va corriendo toda la procesión de niños, eran ocho la chiquillada.

Cuando ya iban llegando al ranchito, oyeron ahora la música que salía de arriba del cerro y ahí van corre y corre. Y así se los traían corriendo para el camino, para el rancho o para el cerro. Llegó un momento en que se cansaron de tanta vuelta y vuelta y, cargando a los más chiquitos, se fueron todos a la casa del ranchito.

—Pues no parece mi papá —dijeron los más grandes— y tan bonito que se oyía el mariachi, lástima que no lo pudimos jallar.

Mientras platicaban comenzaron a atizar la lumbre para preparar lo poco que les quedaba de comer. Cuando en eso van oyendo al mariachazo a medio patio, y que se van asomando... y van viendo un montón de duendes. Así de chiquitos, como del tamaño de un niño de 3 ó 4 años, eran un juguete de monitos. Todos tenían sus instrumentos y, tocando bien bonito, le daban la vuelta a la casa, como quien anda dando vueltas durante una serenata.


Los niños vieron como que les querían hacer travesuras y pues remacharon la puerta con un palo. Pero como la casa era de palitos, los duendes empezaron a meter las manos por las rendijas. Y aunque al parecer las cosas no cabían por las rendijas, pues ellos las iban sacando. Es verdad que no rompieron ni se llevaron nada, pero sí sacaron la olla del nixtamal, el metate, la loza y todas las demás cosas de la cocina.

Los monitos metían la mano y sacaban las cosas. Cada vez que sacaban algo, los niños se asustaban más. Cuando no quedó nada en la cocina, los monigotitos se estiraban para agarrar la mano de alguno. Pero los niños ya estaban listos con un palo y, cada vez que los querían agarrar, les daban de palazos. Los monitos se carcajeaban y a cada golpe se reían más. Todos eran negros, tan negros que parecían carboncitos.

 


Los más pequeños comenzaron a llorar y los más grandes a darles ánimos. Entonces, uno de los grandes vio un rosario que estaba colgado en una estaca de nopantli y lo agarró. Pero todos tenían mucho miedo y no sabían qué hacer.

En un descuido, uno de los chiquitos le arrebató el rosario a su hermano mayor para jugar con él. Entonces, los niños le decían: "No, dame el rosario", pues querían rezar.

Pero el niño se estaba divirtiendo y no lo quería soltar. Todos querían agarrar el rosario.

—Dámelo, dámelo —decía uno.

—Pídeselo tú, que te lo dé —rogaba otra.

De esta forma, todos tendieron la mano y cada uno tomó un pedacito de rosario. Según mi padre, eso fue lo que les valió, porque los monitos empezaron a meter las cosas igual que como las sacaron. Se carcajeaban y metían las cosas. Cuando todos los utensilios estuvieron adentro, los duendes se fueron con su música a otra parte.