Las pruebas del novio
Una vez, un joven de Chiquilistlán mandó una carta a una muchacha para
enamorarla. Al principio, lo hizo a escondidas de los papás de ella. Con
el tiempo, la muchacha le correspondió y envió sus cartas, aunque también
a escondidas de todos.
Luego, la muchacha, que tenía mucha confianza con sus padres, pidió permiso
para que le diera cartas a su novio. De esta manera, los papás de ella
supieron quién era el que enamoraba a su hija y lo fueron conociendo poco
a poco.
Después de un año, los novios se animaron a casarse. Pero, para que los
padres de la muchacha estuvieran seguros de que el novio sería un buen
esposo, le pusieron algunas pruebas.
Mira dijo el papá de ella, para darte a mi muchacha,
me tienes que partir estos troncos.
Eran unos trozos de leña bien gordos y duros como las piedras. Si el
muchacho lograba rajar los leños, sería bien visto por sus futuros suegros.
Pero si no lo lograba, iba a ser difícil que le concedieran la mano.
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