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El padre se encaramó al árbol para comer manzanas. Como estaban los tres arriba, el ciruelo comenzó a doblarse. En eso, llegó la mamá. Oye, José María le gritó al marido, te pido que vengas por los chamacos y tú les haces compañía. ¡Bájense y vayan por el agua que el atole casi se quema! Entonces, el hijo le aventó una manzana, diciéndole: Mire, mamá, qué buena fruta. La señora la agarró enojada y le dio una mordida, más con rabia que con gusto. Al primer bocado, le gustó tanto que se le olvidó el coraje.
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