Las manzanas del ciruelo


Había una familia formada por un papá, una mamá y sus dos hijos. Un domingo, se le ocurrió a la mamá hacer atole de masa para el desayuno. Puso a calentar el agua con canela y piloncillo y, en cuanto soltó el primer hervor, le echó el nixtamal molido. Luego estuvo mueve y mueve la mezcla para que no se pegara.

Poco después, el atole comenzó a hervir y a espesarse. Entonces, la señora se dio cuenta de que no tenía suficiente agua. Como no podía dejar la olla, empezó a dar de gritos:

—¡Hija! ¡Hija, ven acá! ¿En dónde andas, niña? Por fin la niña apareció y su madre le dijo:

—Ve al pozo a traer agua para echarle al atole, no se nos vaya a quemar. ¡Pero ándale, apúrate!

En el camino se topó con un árbol de ciruelo y se trepó para comerse las frutas. Mientras tanto, en su casa, su mamá se desesperaba, sin dejar de mover el atole.

Entonces llamó a su hijo:

—¡Hijo! ¡Hijo! ¡Condenado muchacho, ven acá!

—Mande, mamá.

—Anda, ve por tu hermana y traigan el agua. Pero rápido, que el atole se está quemando.

El muchacho salió de su casa y encontró a su hermana subida en el ciruelo come y come manzanas.

—Mira, Miguel, prueba esta manzana. Verás qué buena está —le dijo la hermana.

El niño probó la fruta y le gustó tanto que se olvidó a lo que iba.

—Lupe, échame otra manzana.

—¡Súbete si quieres!



No se lo dijo dos veces. Miguel se subió al ciruelo y siguió comiendo manzanas con su hermana.

La mamá estaba a punto de perder la paciencia y llamó a su marido:

—¡José María! Ve por tus hijos a ver si ya traen el agua. ¡Pero córrele, que el atole se está pegando!

No tardó en encontrarlos: seguían arriba del ciruelo.

—¡Oigan! Su madre está muy apurada porque el atole se quema y ustedes aquí. ¡Córranle por el agua!

—Mira, papá —dijo Miguel—, prueba esta manzana. Verás qué sabrosa.

Al padre le gustó tanto que pidió otra.

—Aviéntenme la más grandota que encuentren.

—Súbase si quiere —le contestó la hija.

El padre se encaramó al árbol para comer manzanas. Como estaban los tres arriba, el ciruelo comenzó a doblarse. En eso, llegó la mamá.

—Oye, José María —le gritó al marido—, te pido que vengas por los chamacos y tú les haces compañía. ¡Bájense y vayan por el agua que el atole casi se quema!

Entonces, el hijo le aventó una manzana, diciéndole:

—Mire, mamá, qué buena fruta.

La señora la agarró enojada y le dio una mordida, más con rabia que con gusto. Al primer bocado, le gustó tanto que se le olvidó el coraje.

—¡Qué rica manzana! ¡Échenme otra!

—Mejor ven a cortarla —le dijo el marido.

La mujer se subió como pudo. Mientras toda la familia comía manzanas, el ciruelo se pandeó más y más hasta que se rompió. Y...

¿Quién crees que cayó primero?

Pues tú, porque te lo creíste. ¿Cuándo has visto a un ciruelo que dé manzanas?