En la cumbre de aquel cerro

Por aquí había muchísimas onzas y a veces llegaban hasta el pueblo.

Me acuerdo de una muy atrevida que se acercaba mucho al pueblo. Y, pues era un asustadero. Una vez un señor se encontró la onza y... hasta se le cayeron las quijadas. No son muy grandes los animales, pero si salen así, atrás de uno, retracijados, pues ¡dios guarde la hora!

Sí, antes había muchos animales, hasta venado. Pero desde que fraccionaron los montes, pues ya no.

Lo que sí es que antes mataron un tigre, pero de los grandes, de los rayados. Dicen que fue allá por la revolución cristera, cuando descarrilaron un tren. Resulta que en el tren venía un circo. Y pues se salieron las fieras.

El tigre vino a dar por acá. Estaba comiéndose un becerro grande junto a un arroyo. Por la otra orilla pasó un hombre que tenía una chispita y vio al tigre comiendo: ¡una chulada de animal! Le apuntó a la cabeza y disparó.

Al balazo, el tigre se le vino encima. El hombre aventó el rifle de chispa y salió corriendo. Y ahí va corre y corre. Pero no oía nada detrás de él y, con mucho miedo, echó una volteadita y vio que el tigre había quedado muerto en el arroyo.

 

 

Luego, el hombre se fue al pueblo a presumir su buena puntería. Yo creo que no era tanta, ¿verdad?

Al rato trajeron al animal: una cosa bonita. Era un macho grande, con una cola preciosa. Quién sabe si dejaría cría o no, porque esos animales andan en la noche. Van de un cerro a otro, y se van lejísimos, como hasta Sayula... Pero hablando de Sayula, eso me recuerda otra historia:

Había un doctor, muy joven él, que estaba aquí asistiendo. Cada tiempo iba a ver a su novia a Cihuatlán y yo lo acompañaba. No lo dejaba ir solo, yo iba donde él iba.

Una de las veces que íbamos a ver a su novia, al subir a Sayula, por Amacueca más o menos, un tigrillo chiquito atravesó el camino. Así, tras, tras, atravesaba de un lado a otro. Y le dije al doctor:

—¿Le tiro?

—No, hombre —me contestó. —¿Qué te ha hecho el pobre animalito...?

El animal se sentó a un lado de la vereda y se quedó viéndonos pasar. Dicen que mucha gente lo ha vuelto a mirar. Pero fíjese, ¿a quién no le ha de dar miedo si comienza a grijar como los gatos?

Estos son los recuerdos que don Francisco Rodríguez, don Chico, tiene sobre animales de su región. Nos lo platicó una tarde allá en su pueblo, Tapalpa.