La piel del venado
Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales. En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado
quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer. Compadecidos por
el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus heridas y le permitieron
esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba
de lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño.
En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo: ¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees. El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad: Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme? Claro que sí aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo: A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará. El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió
a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del venado
representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la
cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten
gratitud hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos
lograron escapar de los cazadores y todavía habitan la tierra de los mayas.
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