La cochina endemoniada

 

Eran casi las doce de la noche y toda la gente de Rancho Viejo estaba dormida. Lo único que se oía era el sonido del viento al mover con fuerza las ramas de los árboles y uno que otro ladrido de algún perro desvelado. Sin embargo, ocurrió algo que acabó con la tranquilidad del pueblo.

Por las calles se oyeron ruidos horribles; parecían pasos muy fuertes y rápidos que arrastraban una cadena. Todas las familias se levantaron, aunque era tal su miedo que nadie quiso asomarse para averiguar qué pasaba. Estuvieron encerrados hasta las cuatro de la mañana oyendo los misteriosos ruidos y pensando si los provocaría un espanto o el mismísimo demonio.

 

Después de esa hora todo quedó silencioso, pero
la gente aún esperó un rato antes de salir de su casa.
Cuando por fin lo hicieron, se preguntaban unos a otros:

—¿Oíste al diablo? ¡Aquí anduvo toda la noche!

 

No faltó quien contara que había salido a ver qué pasaba y había visto al demonio frente a frente, otros decían que sus casas olían a azufre,
y alguien más afirmó que halló una cadena enfrente del corral.

En lo más animado de la plática, se acercó la señora Cayetana, y de inmediato le preguntaron si había escuchado al demonio en la noche.

Muy tranquila, respondió:

—¡Cuál diablo! Era mi cochina, que anoche se soltó con todo y cadena.