La batalla de los conejos y las tortugas

 

Un conejo y una tortuga vivían juntos en una pequeña cueva debajo de un gran árbol de pich.

En una ocasión
en que ambos regresaban
del trabajo, el conejo le
propuso a la tortuga:

—Oye tortuga,
¿qué te parece si echamos
una carrerita? Apostamos algo...

—Me parece bien —respondió la tortuga—. Pero, ¿qué vamos a apostar?

—La comida. El que llegue de último a la cueva se queda
sin comer.

Una vez que se pusieron de acuerdo empezó la carrera. Pero como el conejo era muy perezoso y confiaba en su rapidez, dejó que se adelantara la tortuga diciendo:

—Qué cansado estoy, creo que dormiré un poco antes de ganarle a esa tonta.

Cuando despertó ya se había hecho de noche y pensó:

—¡Chispas, ya me ganó la tortuga!


Y así era: cuando llegó a la cueva la tortuga había terminado de comer. Al ver tan enojado al conejo, la tortuga le pidió que se calmara.

—Amigo conejo, no te molestes... Si quieres mañana venimos y comemos juntos.

—¡No, de ninguna manera! Ahora apostaremos para ver quién pasa la aguada nadando más rápido.

La tortuga pensó:

—¡Ah! Si en la tierra donde él es más rápido le gané, ahora en el agua todo será más fácil —y aceptó la apuesta.

Al día siguiente, de regreso del trabajo, llegaron a la aguada y se echaron a nadar. Pero cuando el conejo vio que se adelantaba la tortuga trató de detenerla. Ella se enojó y se pelearon, mientras cada uno llamaba a gritos a sus primos.

Llegaron montones de conejos y tortugas y aquello se volvió una batalla terrible dentro del agua. Se dieron patadas, mordiscos, rasguños... Pero en eso llegaron los cocodrilos y se los comieron a todos.