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Los niños no pueden ver a Kisín, sólo lo escuchan como una voz pequeña y aguda detrás de sus orejas que les hacen cosquillas. Pero los perros sí pueden verlo y, como los perros son los guardianes de los pobres y de los niños, le ladran y gruñen cuando le miran echar maromas y decir majaderías al oído de los muchachos. Entonces Kisín se asusta y se sube al techo a esperar que el perro se vaya para poder seguir jugando a hacer travesuras. |