El trailero de la carretera |
Hace mucho tiempo, sobre la carretera de La Rumorosa, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo a Mexicali, pues su esposa estaba a punto de dar a luz y quería llegar rápido a su casa, ya que llevaba dinero para lo que se ofreciera, mas cuando iba a tomar una peligrosa curva perdió el control y se estrelló contra unas rocas. El chofer se bajó del trailer todo aturdido, se miró el cuerpo y se alegró
al darse cuenta que no le había pasado nada. Entonces esperó a que pasara
alguien para que le ayudara o lo llevara a la ciudad, pero durante mucho
tiempo nadie cruzó aquellos cerros. El hombre se quedó dormido y cuando
despertó se sorprendió al ver todo oscuro; no entendía qué pasaba así
que decidió caminar, caminó y caminó, avanzó una buena distancia, sabía
que la salida de La Rumorosa estaba cerca y sin embargo, cuando se dio
cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente... |
Amigo, me llamo Francisco Vázquez y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque va a tener un niño. Yo no puedo ir, mi trailer se descompuso y no lo puedo dejar aquí. |
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Sí, señor, con gusto se lo llevaré contestó el muchacho sólo dígame dónde vive su señora. |
Al día siguiente, fue a buscar a la señora pero no la encontró; alguien le dijo que ya no vivía ahí, que hacía tiempo se había cambiado. Sin darse por vencido, preguntó en varios lugares hasta que, por las señas del papel, una anciana le indicó dónde vivía. Al llegar dio unos golpes en la puerta y esperó a que le abrieran. ¿Dígame joven? le preguntó la señora. Perdone, ¿aquí vive la esposa del señor Francisco Vázquez? Soy yo contestó ella ¿qué se le ofrece? Ayer en la carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le descompuso el trailer... ¡No puede ser! lo interrumpió la señora tapándose la boca. Mi marido murió hace cinco años. Al muchacho le temblaron las piernas, le dejó el dinero a la señora, que se puso a llorar, y se fue para su casa todo asustado. Cuando llegó, apenas había cerrado la puerta cuando descubrió frente a él al trailero de la carretera y brincó espantado; sentía que una fuerza extraña lo invadía. ¡Gracias, amigo! le dijo el muerto con voz cavernosa, mientras desaparecía. El joven podía escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión. Tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta quedar como esqueletos. |