El imperio encantado de Ixtlahuacán


Un día muy soleado, un joven fue a pastorear sus chivas. Como a las once de la mañana se le ocurrió subir a una loma para vigilar desde la altura a sus animales. Desde allí arriba se podía observar el pueblo de Ixtlahuacán y el joven se distrajo. "¿Dónde está mi casa?", pensó. "Ah, sí, es aquella azul".

En eso estaba cuando oyó un ruido. Volteó hacia su derecha. Era una muchacha muy bonita, de ojos azules y pelo rubio, tan bonita que daba la impresión de ser una reina. Mudo de asombro, el joven no pudo moverse. Entonces la muchacha habló, con voz que parecía una mezcla del canto de una sirena con el silbido de una serpiente.

 
 

—No tengas miedo —dijo ella—. No te voy a hacer nada, sólo quiero que me ayudes.

—¿Cómo puedo hacerlo? —contestó el joven.

—De manera muy sencilla. Mira, yo soy la reina del imperio de Ixtlahuacán, pero mi imperio ha sido encantado. El encanto se rompe si me llevas sobre tus hombros hasta la puerta de la iglesia. Si haces eso, tú serás mi esposo y el rey del imperio.

El joven se puso a pensar un rato y finalmente aceptó.

—¡Qué bueno! —exclamó la muchacha—, pero antes debo advertirte una cosa: no debes voltear a verme en todo el camino, hasta llegar a la puerta de la iglesia. No prestes atención a nada de lo que te diga la gente.

El joven subió a la muchacha sobre sus hombros y tomó el camino que llevaba al pueblo. Al llegar a las primeras casas, las personas que se cruzaban con él se alejaban y se quedaban viéndolo con cara de susto.

—¿A dónde vas con esa víbora enredada en el pescuezo? —le gritó un niño.

El joven pensó que se trataba de una broma y siguió su camino. Sin embargo, otras personas le dijeron lo mismo más adelante. El joven empezó a sentir miedo y curiosidad, sobre todo curiosidad.

Cuando le faltaban pocos metros para llegar a la iglesia no pudo resistir la tentación y volteó a ver. Vio una gigantesca serpiente que lanzó silbidos agudos mientras sacaba la lengua amenazadoramente. Con un rápido movimiento, el joven la desprendió de su cuello y la arrojó lo más lejos que pudo. Al caer, el animal desapareció.

Es por eso que el imperio de Ixtlahuacán no se desencantó.

 


Recopilador: Ma. Angélica Bautista Guerra.
Comunidad: Las Higueras de Santa Rosa, Mpio. de Ixtlahuacán, Colima.