Había una vez un conejo enamorado de la luna. Cada vez que
la luna aparecía, él la esperaba frente a su cueva y le decía:
Amiga luna, ¿por qué no bajas para llevarme contigo allá arriba?
No puedo contestaba la luna aunque tus intenciones
son buenas.
El conejo se lo pedía tanto que un día la luna bajó al lago donde el conejo
iba todos los días a tomar agua. Cuando el conejo llegó a la orilla la miró
y le dijo. |