El zorrillito y el león


Este era un zorrillito que vivía con su zorrillita y sus zorrillitos recién nacidos. Una mañana, el zorrillo salió a buscar chicharritas de maguey para darle de comer a su familia, porque eso comían. Llegó a un potrero en donde se encontró a un león que le dijo:

—Qué bueno que te encuentro, zorrillito, porque te voy a comer.

—No, no me comas —contestó el zorrillito con voz muy angustiada—. ¿No ves que tengo familia que mantener? Si no me comes, te propondré un trato.

—¿Qué trato es ése?

—Pues que seas el padrino de mis hijos, o sea, mi compadrito, y te invitaré a comer.

—Pero ¿qué me darás de comer?

—Te daré chicharritas de maguey en mole con nopalitos.

El león contestó muy enojado:

—No, a mí no me gustan las chicharritas. Yo quiero carne, carne de toro.

El zorrillito se puso muy triste porque no tenía carne de toro y entonces le dijo el león:

—No te apenes, compadrito, yo sé donde hay toros. Ahorita vamos a ir allá y tú te vas a fijar cómo yo mato al cornudo.

Se fueron los dos compadres y llegaron a un jagüey donde vieron a un toro, y le dijo el león.

—Fíjate bien, compadrito, como yo, tu compadre, mato a semejante animal.

Y de un salto cayó sobre el toro y lo destrozó con sus garras. Poco después se encaminaron con su presa a la casa del zorrillito. Comieron y brindaron muy contentos.

Como todo lo que empieza termina, llegó la hora en que el compadre león tuvo que despedirse:

—Bueno, compadrito, comadrita, pues yo ya me voy. Muchas gracias. Ya comí, ya bebí, y a ver cuando vuelvo a visitarlos. Que Dios quede con ustedes.

Se fue el león. Pasó el tiempo y el compadre león no volvía. Entonces el zorrillito le dijo a su mujer:

—Oye tú, mi compadrito ya no ha venido. Yo voy a ir a buscarlo al potrero aquél en donde nos encontramos la primera vez.

El zorrillito salió a buscar a su compadre, llegó al potrero pero no lo halló. Entonces fue a buscarlo al jagüey donde al león le gustaba pasear y, sobre todo, matar animalotes. Lo andaba buscando y en eso se le apareció un toro bien cornudo. El zorrillito pensó: "Bueno, mi compadre no aparece y yo ya tengo hambre. Yo mejor mato a este cornudo, al cabo que mi compadrito ya me enseñó a matar toros, y así les llevaré carnita a mi mujer y a mis hijitos". No lo pensó dos veces. ¡Que se avienta al toro! Pero el pobrecito se quedó ensartado en uno de los cuernos y ahí se quedó pelando los dientes. El toro se fue reparando hasta el potrero.

 

 

Mientras tanto, el compadre león había ido muy contento a visitar a sus compadritos los zorrillitos. Al llegar a la casa saludó:

—Buenos días, comadrita.

—Buenos días, compadrito —contestó ella.

—¿Qué no está mi compadrito?

—No, no está. Salió en la mañana a buscarlo a usted.

—¡Ah, qué mi compadrito! Pues bueno, comadrita, ya me voy. Lo voy a buscar.

—Está bien, compadrito, regrese con él si lo encuentra.

El león llegó al potrero, vio al toro y, en sus cuernos, al zorrillito pelando los dientes. Y pensó "¿Ah, qué mi compadrito, anda muy contento paseándose por aquí sobre los cuernos del toro y mi comadrita mortificada por él", y empezó a gritarle:

—¡Compadrito, bájate de ahí, compadrito!, que mi comadrita te está esperando muy preocupada...

Y el compadre zorrillo no le hacía caso. Pensó el león: "¡Ah, qué mi compadrito!, anda tan contento que hasta pela el diente y a mí ni me contesta, creo que se está burlando de mí", porque el león no se dio cuenta de que el pobre zorrillito estaba muerto. Corrió a casa de la zorrillita y le dijo:

—Comadrita, ya no se mortifique, mi compadrito anda muy contento paseándose sobre los cuernos de un toro y no se quiere bajar. Ahora espérelo y, si tiene hambre, yo la acompañaré a buscar chicharritas para mis ahijados.

Se fueron los dos a buscar chicharritas y se quedaron esperando al compadrito ¡que nunca se quiso bajar de los cuernos del toro!

 

Recopilador: María García Olguín.
Informante: Julio Sánchez.
Comunidad: Rincón Grande, Mpio. de Zacualtipán, Hidalgo.