Hace mucho tiempo, según lo cree la gente, el Sol se iba
aproximando a la Tierra, de modo que cada día quemaba con más fuerza y
las plantas se secaban. Sucedió entonces que unos campesinos quisieron
detener al Sol porque les había destruido las siembras. Pero no pudieron
hacer nada pues el Sol los quemó.
Se cuenta que después se reunieron los animales más astutos y fuertes
de los bosques y las selvas. Eligieron al león, por ser el más fuerte,
para que detuviera al Sol, y dijo el león:
Yo detendré al sol, así me juegue la vida.
Pero no pudo hacer nada porque se quedó inmóvil. Siguió el coyote y tampoco
logró nada. Así fueron pasando todos los animales. Al fin sólo quedaba
el más pequeño de todos, el que actualmente conocemos con el nombre de
topo, y dijo:
Yo, el más pequeño de todos y el más débil, haré un esfuerzo por
detener al Sol; aunque no estoy seguro de lograrlo, demostraré que también
tengo valor.
El topo se dispuso a detener al sol. Amontonó ramas, espinas, palos y
toda clase de objetos que encontraba a su paso. El sol seguía quemando,
pero el topo no se daba por vencido. Siguió adelante en su tarea hasta
que logró detener al Sol. Nada más que nadie quedaba para felicitarlo
por su triunfo, que para él había sido el más grande de su vida. Fue tanta
su sorpresa que cuando levantó la vista y vio al Sol, se quedó ciego.
Pero eso, a él no le importó. En eso oyó una voz que decía:
Has quedado ciego, has perdido la vista por salvar a tu pueblo,
pero no te preocupes porque ya no vas a necesitar ver. Te voy a premiar:
he escogido para ti otro camino y tú ya jamás vivirás sobre la tierra,
sino que te irás por ese otro camino.
Se dice que aquella voz fue la de Dios, nuestro señor, y que el camino
que le designó al topo iba a dar debajo de la tierra a unas cuevas oscuras
que él mismo hace y donde vive actualmente. |