Cuando la encontraron y divisaron su ramal de cabezas, que parecía un
molcajete, se pelaron para nunca volver por esos rumbos.
La Revolución se ponía cada día más dura. Otros macutecos vinieron de
por Zimapán con su alboroto y se metieron en las barrancas del cerro de
Juárez, que está entre Zimapán y Tasquillo. Dicen que adentro hay siete
ríos y siete lomas que de lejos se ven como víboras. Bueno, pues los macutecos
subieron hasta la mera punta del cerro y se echaron a dormir en la capilla
de la Asunción, desde donde se clarea todo el valle del Mezquital.
Como no tenían qué comer, los macutecos bajaron a las laderas a cazar
venados y a robar las reses, dejando más pobre a la gente. ¡Ah, pero fue
allí en donde otra vez la vieron! Cuando regresaron de cazar, la encontraron
en la puerta de la capilla. Sacaron sus carabinas y ¡pas! le tiraron a
las siete cabezas. Zumbaban las balas, pero la serpiente no se movía.
Entonces todos huyeron en bola muy espantados, como quien ve el mal. Ya
no se les volvió a ver por ahí.
La que sí se ha vuelto a ver por esos montes es la víbora de siete cabezas,
en su casa muy húmeda, como si fuera a salir un manantial. Vive en ese
cerro como cuidándolo... ¡Que ni se atrevan a matarla!, porque pueden
suceder dos cosas: o se seca todo y se queda pelón o se revientan los
siete ríos que hay dentro del cerro y salen por las siete lomas que están
en donde empieza la montaña.
Hace mucho que nadie sube por allá y no sabemos si allí sigue la víbora
de siete cabezas o ya se fue por otros rumbos.
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