El sabino


 

Pues verán, les contaré:

Hace ya mucho tiempo, cuando en lugar de la carretera pasaba el antiguo camino real, vivían unas familias en el rancho llamado La Lagunita.

Las diligencias recorrían el camino de Zimapán a México y, como transitaba mucha gente, un día llegaron unos ladrones y robaron a los del rancho. Para que ya no volviera a suceder lo mismo, las familias se fueron a hacer otro rancho en un monte con muchos árboles, pero donde no corría ni un arroyito.

El monte era tan seco, tan seco, que la cocinera tenía que acarrear en un cántaro el agua para guisar. La traía hasta El Sabino desde el río Tula.

A la señora se le ocurrió sembrar en el rancho un sabinito, pero no tenía agua para regarlo porque estaba muy escasa, y lo regaba con nijayo, con lo que pizcaban el nixcomel.

Pasaron los años, los dueños del rancho murieron y la cocinera también murió, pero el sabino siguió creciendo; por medio de sus raíces llamó al agua y alrededor del árbol brotó un manantial.

El tronco del sabino tenía treinta varas de grosor. Fue quemado tres veces, pero allí sigue con vida, tiene sus nidos de colmenas y está rodeado de agua.

Todavía existen señas de aquel rancho que no me dejarán mentir. De lejos vienen a ver el famoso sabino que hizo brotar el agua.

 


Recopilador: Ana María Sevilla Flores.
Informante: Florencio Vizzuet Jiménez.
Comunidad: Xithi, Mpio. de Tepetitlán, Hidalgo.