El tigre y el grillo


 

 

 

Una vez iba caminando un tigre por la selva muy quitado de la pena, cuando de repente pisó el estiércol de una vaca y salió un grillo enojadísimo de debajo de ese estiércol, y le gritó al tigre:

—¿Por qué me tumbas mi casa?

 

El tigre volteó para todos lados, pero no vio nada, hasta que oyó un como chillidito, y que se va fijando en un animal, más bien en uno de esos que les dicen insectos que levantaba sus patas delanteras como queriendo pelear.

—¡Aquí estoy, junto a tus patas, y quiero que me hagas una casa porque ésta ya me la desbarataste!

—¿Cuál casa te hice pedazos si no veo más que una caca de vaca?

—Pues aunque te burles, ésa era mi casa y allí vivía yo muy a gusto. ¿Por qué me la hiciste pedazos, a ver, por qué? —gritaba el grillito con todas sus fuerzas, amenazando al tigre.

—Y si no quiero, ¿qué me vas a hacer? —le contestó aquel animalote, nada más para divertirse y burlarse del pobre grillo.

—Mira, no te burles, porque aunque no lo creas, te puedo perjudicar.

—¿Tú? ¿A mí?... Bueno, cálmate; te propongo que luchemos todos los de tu especie contra todos los de mi especie, y si gano no te hago la casa, pero si tú ganas te haré la casa como tú me la pidas.

—Está bien —respondió el grillo— a las dos de la tarde nos encontraremos en la Barranca Verde; allí te estaré esperando con todos mis compañeros.

Y así fue. El tigre reunió zorras, leones, lobos y toda clase de animales feroces, de uña. Entonces ordenó a la zorra que fuera a asomarse para ver si ya estaban el grillo y los de su especie en el lugar de la cita.

Y sí, allá estaban todos. Había avispas, zancudos, jicotes, abejas y toda clase de insectos que casi no hacían bulto, porque eran muy chiquitos.

—¿Ya reuniste a tus compañeros? ¿Dónde están? no veo nada —decía la zorra como burlándose.

—¿Pues qué no los ves? ¡Míralos, ahí están todos!

—¿Y a poco crees que con esos cuantos animalitos nos vas a ganar? Ésos, ni para mí sola.

Entonces la zorra, como se creía muy superior a ellos, le dio un manotazo al montón de insectos y que se le vienen todos encima y la empiezan a picar por todos lados. La zorra quería quitárselos a fuerza de manotazos, pero era peor, hasta que, ya medio loca de dolor, se tiró a una pila de agua que estaba por ahí. Cuando la zorra vio que ya no había enemigo al frente, salió muy espichadita de la pila y se fue corriendo con sus compañeros.

 
 

—¿Ya está listo el enemigo en la Barranca Verde? —preguntó el tigre.

—Sí —contestó secamente la zorra.

—¿Y ora por qué vienes tan bañada?

—Porque en el camino me dio calor y por eso me bañé.

El tigre entonces dio un gruñido terrible que quería decir: ¡Al ataque! y ahí fue bajando todo aquel animalero haciendo mucho ruido; ni siquiera se dieron cuenta de que la zorra se iba quedando atrás, como quien no quiere la cosa.

Cuando se enfrentaron los dos bandos, los compañeros del grillo cayeron sobre los animales de uña, que no hallaban cómo quitarse de encima a aquellos animalitos que, ensañados, les picaban y mordían por todas partes. Ni siquiera oyeron a la zorra que les gritaba: ¡Al agua! ¡Tírense al agua! Total, que el grillo le ganó al tigre y éste tuvo que hacerle su casa al grillo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

 

Recopilador: Gonzalo Madrigal Torres.
Informante: Rosendo Madrigal Ávalos.
Comunidad: Canoitas, Mpio. de Tepalcatepec, Michoacán.