El niño y sus cabras


Un niño tenía unas cabras muy bonitas y cada mañana, muy temprano, cogía una vara y las conducía al lado de la montaña, donde podían comer y engordar.

Una noche, a la hora de volver al hogar, el niño dijo a las cabras: "¡A la casa! ¡A la casa!" Pero las cabras no le hicieron caso. En lugar de eso, correteaban sin prestarle atención. El niño cogió una vara y corrió atrás de ellas gritando: "¡A la casa, a la casa! ¡cabras!".

En lugar de hacer lo que se les decía, las cabras empezaron a saltar una cerca y se metieron al sembradío de maíz de un hacendado. El niño no pudo sacarlas de ahí. No sabía qué hacer, así que se sentó y se puso a llorar.

—Niño, ¿por qué lloras? —preguntó un conejito.

—Estoy llorando porque no puedo sacar mis cabras del sembrado de maíz.

—Yo las sacaré por ti —respondió el conejo.

El conejo saltó alrededor del sembrado tratando de hacer que las cabras se fueran a la casa. Pero no se fueron. El conejo se sentó al lado del niño y los dos empezaron a llorar.

Más tarde llegó un pato, meneándose al caminar. Cuando vio que el niño y el conejo lloraban les preguntó por qué lo hacían. El conejo dijo:

—Lloro porque el niño llora. El niño llora porque no puede sacar a sus cabras del sembrado de maíz.

—¿Eso es todo? —preguntó el pato—. Yo las sacaré por ustedes.

El pato caminó con meneos alrededor del sembrado, pero no logró que las cabras se salieran para ir a la casa. Así que el pato se echó al lado del niño y del conejo y se puso también a llorar.

De pronto se acercó un caballo al galope. Se detuvo y miró al pato, al conejo y al niño, todos llorando.

—¿Por qué lloran? —preguntó.

 
 

—Yo lloro —dijo el pato— porque el conejo llora, y el conejo llora porque el niño llora, y el niño llora porque él no puede sacar a sus cabras de ese sembradío.

—¿Eso es todo? Yo las sacaré por ustedes.

El caballo galopó alrededor de la siembra correteando a las cabras, pero no pudo hacer que se fueran de ahí. El caballo, finalmente, se tumbó al lado de los demás y todos comenzaron a llorar.

Luego apareció por el camino un gato. Al ver al caballo, al pato, al conejo y al niño, les preguntó.

—¿Por qué lloran?

El caballo dijo:

—Yo lloro porque el pato llora; el pato llora porque el conejo llora; el conejo llora porque el niño llora; el niño llora porque no puede sacar a sus cabras del sembradío de maíz.

—¿Eso es todo? Yo las echaré afuera por ustedes.

El gato erizó su lomo y con un como silbido le habló a las cabras. Ellas ni siquiera lo tomaron en cuenta. El gato daba fuertes maullidos y corría detrás de ellas, pero las cabras no se iban, así que el gato se sentó con los otros y los acompañó con su llanto.

No había pasado mucho tiempo cuando una abeja que pasaba zumbando por ahí los vio. Ahí estaban el conejo, el pato, el caballo, el gato y el niño, y no paraban de llorar.

—¿Por qué lloran? —les preguntó.

—Porque el niño no puede sacar sus cabras del sembradío de maíz, contestaron todos al mismo tiempo.

—Yo las sacaré por ustedes.

—¿Tú? —dijo el niño—. ¿Tú puedes sacar a las cabras del sembrado?

—¿Tú? —exclamaron los demás animales—. ¿Cómo puede una abeja sacar las cabras del sembrado de maíz?

—Esperen y vean.

La abeja se alejó zumbando. Zzzzzzzz, se fue la abeja y se paró en la oreja de una de las cabras. La cabra se asustó tanto que brincó la cerca y corrió a la casa. La abeja se fue a hacer lo mismo con otra de las cabras, y con otra, y otra, y otra, hasta que todas saltaron la cerca y se encaminaron a la casa.

Cuando salió la última cabra, la abeja voló tras ella. Luego el pato siguió a la abeja, el caballo siguió al gato, el pato al caballo, el conejo al gato, y el niño al conejo. Iba el niño tan feliz que brincó todo el camino hasta su casa.

 



Recopilador: Yolanda Cuevas Espinosa.
Comunidad: Los Terrenos, Mpio. Dr. Arroyo, Nuevo León.