La Villa de Güémez es un pequeño pueblo del estado de Tamaulipas.
En ese lugar, como en muchos otros pueblos, a los habitantes les gusta
mucho hablar de cuentos de aparecidos y, aunque algunos parezcan cosa
de fantasía exagerada, la gente no se cansa de escucharlos. Siempre van
surgiendo nuevos cuentos, cada vez más interesantes. En Güémez de lo que
más se habla, sin duda, es sobre las "bolas de lumbre".
Cuentan los campesinos que, cuando iban por las noches a los potreros,
de repente salían unas bolas de lumbre en el camino. Otras veces, mientras
estaban regando, las bolas salían en montón por arriba de los maizales
y, después de dar varias vueltas en el aire, se marchaban.
Las personas más ancianas decían que las bolas eran brujas que salían
por las noches a pasearse juntas. Algunas aseguraban que rezando las doce
verdades, al mismo tiempo que se hacía un nudo en una cuerda por cada
rezo, las brujas bajaban. Cuando se conseguía lo anterior, las brujas
se convertían en diferentes animales para ahuyentar a la persona que las
bajó. Si al cabo de cierto tiempo la persona no se marchaba se perdía
el hechizo y la bruja tomaba su aspecto humano, quedando entonces a merced
de quien la hubiera bajado. |
Mi hermano Miguel me contó que cuando él era niño vio por primera vez
a las brujas. Dijo que él y un amigo suyo habían ido de noche al potrero.
De regreso venían platicando montados en un burro cuando vieron que una
bola se acercaba a ellos, moviéndose de una manera muy especial, como
si llevara suavemente el ritmo de algún baile. Mientras mi hermano la
observaba fascinado su amigo le preguntó si quería ver más brujas. Mi
hermano, aunque con miedo, le dijo que sí. El muchacho entonces empezó
a chiflar fuerte, muy fuerte, y fueron apareciendo más bolas. Entre más
chiflaba su amigo, más bolas salían y más se les acercaban. De pronto,
el muchacho guardó silencio y le dijo a Miguel que era malo chiflarles
mucho, que por eso mejor se callaba. Las bolas se fueron marchando poco
a poco, tal como habían llegado. Mi hermano y su amigo continuaron su
camino, uno con la tranquilidad que da la costumbre, el otro temblando
de miedo por su primera experiencia.
Las Ayuntas es el lugar donde se unen el río Corona y el río San Felipe.
En cierta ocasión mis hermanos fueron de cacería en la noche muy cerca
de ese lugar. Llevaban dos rifles y un candil. José Zúñiga, que conocía
bien el lugar, comentó que mejor no llegaran a Las Ayuntas, porque ahí
salían las brujas y les apagaban el candil. Como nadie le creyó, siguieron
el camino. Cuando llegaron al lugar, todo estaba tranquilo y el candil
iluminaba perfectamente. De repente vieron que del monte se levantaron
bailando varias bolas. Casi al mismo tiempo se apagó el candil. Durante
varios minutos estuvieron observando el exótico baile, hasta que las bolas
se marcharon. Entonces el candil volvió a encenderse.
Yo leí en una revista que existe un pájaro con cierta fosforecencia en
las plumas. Me lo imaginé volando y lo comparé con una luciérnaga gigante.
Tal vez ese pájaro es lo que han visto las personas de Güémez. Como ignoran
de que se trata, se imaginan lo que podría ser.
Yo nunca he visto a las famosas brujas y, aunque creo que son los pájaros
fosforecentes, nunca he querido ir de cacería por la noche a los potreros
de Las Ayuntas. Las personas que no hemos visto aún las bolas esperamos
tener el suficiente valor, y aire también, para poder chiflarles fuerte...
muy fuerte. |