Los españoles estaban tan sorprendidos que decidieron enviar
a tres de ellos a México a ver si era verdad lo que decía el recado que
les dejó escrito en la pared de la cárcel. Así que los españoles llegaron
a México, preguntaron por el camino a Apizaco. Llegaron allí y no daban
con San Lorenzo Cuatlapanga, hasta que alguien les informó que tal vez
se trataba del cerro cercano a Apizaco.
Los españoles fueron hacia el cerro y se encontraron una ofrenda, siguieron
adelante y llegaron a una casa que les pareció muy bonita. Tocaron a la
puerta y salió San Lorenzo Cuatlapanga a recibirlos:
Pasen a su casa, al rato comeremos. Pasen a sentarse.
Los tres españoles entraron y se pusieron a platicar. No podían creer
que San Lorenzo Cuatlapanga viviera en un lugar tan hermoso. Después comieron
mole hasta llenarse y al rato se despidieron de San Lorenzo que les dijo:
Espérense tantito, les voy a dar su itacate.
A cada español le regaló una ollita y se despidieron después de invitarlo
a que los volviera a visitar allá en España.
A medio camino de regreso, los españoles se dijeron:
¿Qué nos habrá dado?
Abrieron su ollita imaginando encontrarla llena de mole. Al destaparla
se llevaron una gran sorpresa: en lugar de mole encontraron ocosencles
de los árboles de ocote. Entonces voltearon la cara hacia la casa de donde
habían salido y lo único que vieron fue el cerro sin rastro de casa y
dijeron:
Es el cerro Cuatlapanga el que tiene vida y por eso vimos a ese
hombre llamado Lorenzo. |