San Lorenzo Cuatlapanga


Un día, San Lorenzo Cuatlapanga, siendo de México, quiso conocer otros lugares de otros continentes y por eso se fue a España. Cuando llegó, los españoles se sorprendieron al verlo, porque San Lorenzo Cuatlapanga iba vestido con pantalón y camisa de manta, como vestían los inditos. Él era alto, moreno, con cabello negro y de buen cuerpo, por eso los españoles se extrañaron tanto al verlo. Nunca habían visto un hombre como él en España y le preguntaron:

—¿Quién es usted y de dónde viene?

Y él contestó:

—Soy de México y me llamo San Lorenzo Cuatlapanga.

Pero los españoles no le creyeron y lo encarcelaron. Pasaron unos días y volvieron a su celda para hacerle más preguntas acerca de su vida. Mucho se sorprendieron al darse cuenta de que el prisionero ya no estaba, a pesar de que la cárcel estaba muy vigilada y nadie podía haber salido. Se fijaron que en la pared de la celda había algo escrito y leyeron: "Soy San Lorenzo Cuatlapanga y vivo en Apizaco. Cuando quieran visitarme, vayan a México y pregunten en dónde se encuentra Apizaco. En ese lugar me encontrarán".

 
 

Los españoles estaban tan sorprendidos que decidieron enviar a tres de ellos a México a ver si era verdad lo que decía el recado que les dejó escrito en la pared de la cárcel. Así que los españoles llegaron a México, preguntaron por el camino a Apizaco. Llegaron allí y no daban con San Lorenzo Cuatlapanga, hasta que alguien les informó que tal vez se trataba del cerro cercano a Apizaco.

Los españoles fueron hacia el cerro y se encontraron una ofrenda, siguieron adelante y llegaron a una casa que les pareció muy bonita. Tocaron a la puerta y salió San Lorenzo Cuatlapanga a recibirlos:

—Pasen a su casa, al rato comeremos. Pasen a sentarse.

Los tres españoles entraron y se pusieron a platicar. No podían creer que San Lorenzo Cuatlapanga viviera en un lugar tan hermoso. Después comieron mole hasta llenarse y al rato se despidieron de San Lorenzo que les dijo:

—Espérense tantito, les voy a dar su itacate.

A cada español le regaló una ollita y se despidieron después de invitarlo a que los volviera a visitar allá en España.

A medio camino de regreso, los españoles se dijeron:

—¿Qué nos habrá dado?

Abrieron su ollita imaginando encontrarla llena de mole. Al destaparla se llevaron una gran sorpresa: en lugar de mole encontraron ocosencles de los árboles de ocote. Entonces voltearon la cara hacia la casa de donde habían salido y lo único que vieron fue el cerro sin rastro de casa y dijeron:

—Es el cerro Cuatlapanga el que tiene vida y por eso vimos a ese hombre llamado Lorenzo.

 

Recopilador: Reynalda de la Cruz Netzahual.
Informante: Josefa Paúl de de la Cruz.
Comunidad: Ixtlahuaca, Mpio. Juan Cuamatzi, Tlaxcala.