Por largo tiempo anduvo pidiendo plumas a cuanto pajarito
veía, y todos, gustosos, se arrancaban una plumita y se la daban al pájaro
Cu.
Un día se topó con el tecolote y le pidió, como a todos, una pluma, pero
el tecolote, muy enojado, le dijo que no, que no le daba nada.
"¡Qué egoísta!" chillaron los pajaritos que acompañaban al pájaro Cu,
y se lanzaron en picada contra el tecolote, que voló y voló asustadísimo,
con un montón de pajaritos tras él, hasta que llegó al hueco de un árbol,
se metió en él, y ahí permaneció todo el día.
Pasó la noche y al día siguiente, cuando quiso salir a cazar para calmar
su hambre, que era mucha, lo volvieron a atacar los pajaritos y lo hicieron
esconderse nuevamente.
A la mañana siguiente volvió a salir, pero los pajaritos lo retachaban
otra vez. Y así, cada que salía, lo devolvían a picotazos. El tecolote
estuvo piensa y piensa cómo hacer para salir, y de repente se le prendió
el foquito: "Ya sé, saldré cuando esos condenados pájaros estén dormidos".
Desde entonces el tecolote está condenado a salir a cazar de noche y
a dormir de día, mientras el pájaro Cu luce, con mucho orgullo, un lindo
plumaje de todos colores. |