Al cabo del tiempo, el muñeco desaparecía misteriosamente
y, precisamente al desaparecer, el alux cobraba verdadera vida.
No se conocen muy bien sus relaciones con Dzitbalché, aunque cuentan
que hace muchísimo tiempo llegaron de Potochán unas personas que hablaban
el maya y el lacandón, y que se establecieron en un sitio denominado Xmay-Keken
(Pezuña de Cochino), cerca del barrio de San Mateo.
Quizás por falta de agua, dejaron ese lugar para irse a Noh-Cah (Pueblo
Grande), que es ahora el barrio de San Feliciano. Y así estuvieron de
sitio en sitio hasta llegar a Dzitbalché, ciudad que tomó su nombre de
un árbol de balché, que, por cierto, era el único en ese lugar, y del
cual se extraía una substancia que los hmenes convertían en vino, fermentándolo
con miel de abeja.
Pero, hablemos de los hmenes y de su extraña relación con los aluxes.
Los hmenes son sacerdotes que conocen mucho del pueblo, de sus costumbres
y de la vida. Saben hablar maya en forma extraordinaria y más rápido que
cualquier persona. Participan en los ritos del han-li cool y asientan
agua fría para los aluxes. También curan a quienes padecen de males extraños.
Pero... ¿de quiénes han aprendido todas estas cosas los hmenes?
Algunas personas cuentan que los aluxes acostumbran llevarse a los niños
que ven por casualidad en el monte y que los atraen con algo que no pueden
resistir, hasta conducirlos al Ca-cab (Casa de los aluxes).
Afirman que, en el Ca-cab, les enseñan cosas maravillosas, para que luego
las practiquen en un lugar habitado.
Cuando el niño crece, los aluxes lo regresan al sitio donde lo encontraron,
convertido ya en hmen.
Algunos se han atrevido a preguntarle a los propios hmenes dónde aprendieron
todo lo que saben, pero lo cierto es que un verdadero hmen no lo dirá
jamás, pues no ignora que los aluxes le causarían la muerte mediante alguna
enfermedad incurable. |