Un niño tenía ganas de ir a cosechar elotes, pero los milperos,
que eran los señores que hacían sus milpas, no lo dejaban, pues no habían
terminado de recoger sus cosechas.
Llegó el tiempo en que ya todos habían recogido su elote. El niño lo
supo, se escapó y se fue a hacer mendzul, es decir, a recoger los elotes
que habían dejado abandonados los dueños de las milpas.
Cuando ya había juntado dos saquitos de puro mendzul, se quitó de esas
milpas, cargó sus elotes y se dirigió a su casa.
En el camino, pasaron unos señores en su carreta y le dijeron al niño
que se subiera.
Al llegar a un cerro alto y muy pedregoso, la carreta empezó a subir,
pero los caballos se desbocaron, el niño se cayó y la carreta le pasó
por encima.
El niño murió, y los elotes que había recogido sirvieron de comida para
su entierro.
Desde entonces, a ese sitio se le llama "el cerro del Kimen-pal", que
quiere decir niño muerto. |