El incendio



iempre he trabajado en mi camioneta. Llevo y traigo materiales adónde me llamen. Una vez me encargaron unas láminas de asbesto, las tenía que traer al poblado de Tuzales, para los techos de unas casas.

Venía yo en la camioneta por el camino, muy en paz, cuando me hicieron la parada unos hombres chiquitos. Apenas me detuve, que corren para el monte, yo no quería seguirlos pero me llamaban, como que me atraían y me fui siguiéndolos entre los árboles. De pronto pensé que aquellos hombrecitos no eran de verdad, no —me dije— éstos son chaneques. Me quité la camisa y me la puse al revés, porque si uno se voltea la camisa, los chaneques no se acercan. Y así sucedió, se fueron, me regresé para la carretera y cuando llegué a la camioneta: ¡ah su...! ¡las láminas de asbesto estaban ardiendo!, era un incendio grandísimo, no supe qué hacer, me quedé mirando ¿adónde iba a ir?