Los santos óleos




eonor Torres toma su pocillo de café, lo envuelve con sus dedos y lo mantiene sobre su falda celeste:

—Viene y va, es verde y colorada. Aparece en la noche, como a las diez, como a las doce, no tiene hora...

Se lleva el pocillo a los labios, bebe y saborea el café mientras mira hacia el cielo, buscando algo entre las copas de los árboles:

—Esa luz es mala, buena no es porque pierde a la gente. Mi mamá decía que unos malos hombres envenenaron las aguas del río y para purificarlo, unos curas le echaron los santos óleos, creyendo que así lo iban a sanar, pero apenas cayeron los aceites al agua, salió tremendo fuego. Así nació esa luz de la noche.