El Sambomono





n el pueblo de Tres Zapotes vivían un señor y su hijo Juan, quien era un muchacho como cualquiera, bueno, eso se creía, porque el chamaco era un poco raro. Mientras los demás niños

se bañaban juntos en el río, Juan prefería hacerlo a solas. Un día los chamacos se pusieron a espiarlo y descubrieron que Juan tenía el cuerpo lleno de pelos y que detrás le colgaba una cola. Oh, le hicieron burla y empezaron a jalarlo por el rabito. Le pusieron Juanillo el oso y donde quiera que se lo encontraban le gritaban "¡Oso... Juanillo el oso!"

—Yo me voy a ir de aquí —le dijo el muchacho a su papá— porque todos me agarran de relajo.

—Pero hijo, ¿adónde vas a ir?

—Yo no sé. Si me quedo, capaz que mato a varios de los chamacos que se burlan de mí. Mejor me pierdo por ahí.

Juan se fue, nadie volvió a saber de él. Hasta que en los alrededores del pueblo empezaron a suceder cosas extrañas. Por las noches se escuchaban unos gritos espantosos, como de alguien que estuviera abandonado en el monte. De día, nadie podía internarse entre las arboledas porque no se le volvía a ver.

Con el tiempo quedaron al descubierto estos misterios, resultó que en el monte había un animal con cuerpo de hombre pero cubierto de pelo, mechudo hasta de la cara y con cola de chango. La gente comenzó a llamarle el Sambomono, a decir que en los cerros vivía ese monstruo que se llevaba a la gente para tener con quien platicar y no sentirse solo.

Por eso siempre que uno se interna en el monte debe ir acompañado por alguien e ir soplando un caracol de mar, para que el Sambomono no se acerque y uno pueda llegar a su destino.

A saber si ese peludo es Juanillo el oso... ni su papá quiso averiguarlo.