Los encantos





mado... ¡Amado ven, ayúdanos! —me decían tres mujeres muy guapas, con su pelo largo, altas y de ojos grandes,
que estaban atrapadas en unos matorrales. Se me hizo raro pero me acerqué. ¡No hombre! Luego empezaron a

rodearme, una comenzó a besarme mientras las otras me acariciaban, ¡ay, me iba dando un sueño! Entre lo dormido y lo despierto empecé a asustarme. ¿Cómo sabían mi nombre? Traté de zafarme y abrí bien los ojos. ¡Eran tres víboras enormes que me tenían atrapado! Como pude me las quité de encima y me eché a correr.

Mi mamá me dijo que eran los encantos de la tierra, que llaman a los jóvenes para perderlos. Desde entonces sigo las veredas sin voltear para ningún lado.