Las risas del monte |
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¿Oye, por qué traes la ropa en la cabeza? le pregunté a uno. Si no, se la llevan los chaneques. ¡Te dejan en cueros! nos dijo. Ni caso le hicimos, nos quitamos la ropa y nos metimos a jugar. Brincamos y nos revolcamos en la orilla del agua hasta que quedamos arrugados
como gusanos; al rato, decidimos irnos ¿Dónde dejaste la ropa, Tomás? me preguntó mi primo. Pues allí, en esas piedras. No, no está, le dije. ¡Cómo no! me contestó. Y ahí andamos busque y busque, pero nada, ni los zapatos. Pues vámonos así... me dijo mi primo. Íbamos cuidando que
nadie nos viera, en cueros como andábamos lo que iban a pensar... ¡Los chaneques! gritó Tomás. Y nos echamos a correr, pero entre más aprisa íbamos, más risas oíamos. Ya llevábamos la carne chinita del miedo, pero ni modo, así llegamos a la casa y mi mamá nos regañó, porque según ella, nos habían robado. |