Cuando Culiacán era un pueblo, algunos de sus habitantes se ocupaban
de cortar árboles y venderlos como leña. Esta actividad no les daba
dinero suficiente y pocos poseían animales de carga, por eso, tenían
que llevar la madera sobre sus hombros para ofrecerla de casa en
casa.
Cansado de que los leños le hicieran raspones sobre la espalda,
Francisco el más alto de los leñadores decidió comprar
un burro. Después de muchos sacrificios y recorrer varios pueblos
sin encontrar un animal adecuado, el leñador compró un burro que
parecía ser muy fuerte, aunque era bien chaparrito.
Desde la primera vez que Francisco montó el animal, se dio cuenta
de que, aunque él llevara las piernas dobladas, sus rodillas tocaban
el suelo.
|