Los sapos y el venado

Una vez, un venado que se creía más que todos se encontró a un sapo:

—Oye, sapo, ¿sabías que soy mejor que tú? —le preguntó el venado.

—No, venado. Yo no lo sabía. ¿Y por qué eres mejor que yo? —le preguntó el sapo.

—Mira, tú y yo somos animales que brincamos. Pero tú saltas poco y yo salto muy alto —dijo, muy engreído, el venado.

"Este venado anda muy creído. Hay que darle una lección", pensó el sapo. Entonces, dijo al venado:

—Pues, si tú quieres, te juego una carrera. Así veremos quién es el mejor.

Como el venado estaba muy seguro de ganar, aceptó jugar la carrera:

—Ándale, sapo. Cuando quieras nos la echamos.


 
 

Por la tarde, el sapo llamó a todos sus amigos sapos para aconsejarse. Los sapos quedaron de acuerdo en ponerse cada uno en los cerros del camino:

—Tú, sapito gordo, te pones en el primer cerro.

—Tú, sapito bocón, te pones en el cerro de junto.

—Tú, sapito ojón, te pones en el cerro que sigue.

Y así, cada sapo tenía que ponerse en cada cerro del camino. Al otro día, el sapo que apostó la carrera llegó con el venado:

—Ya estoy listo para la carrera, venado. Que sea hoy mismo.


—Pero, ¿de dónde a dónde será la carrera, sapo? —preguntó el venado.

 
   
 

   
 

—Mira, de aquí saldremos brincando. Y llegaremos hasta el último de los cerros que ves. Pero en cada loma nos llamaremos —dijo el sapo.

Cuando estuvieron listos los dos, el venado gritó:

—¡Ya!— Entonces, el venado se fue saltando. Y el sapo se quedó allí sentado, sin brincar.


 

Cuando el venado llegó a la loma del primer cerro, llamó al sapo:

—¡Sapito! ¿Dónde estás?

Y el sapo gordo, que esperaba al venado en ese cerro, le contestó:

—¡Aquí voy llegando, venadito!



   


El venado nada más vio dónde estaba el sapo y
continuó la carrera. Se fue saltando al siguiente cerro. Y, cuando el venado subió hasta la loma, llamó al sapo otra vez:

—¡Sapo, ya llegué! ¿Dónde andas tú? —dijo el venado.


Y el sapo bocón, que esperaba al venado en ese otro cerro, le contestó:

—¡Aquí estoy, venadito! Yo también voy llegando.

Entonces, el venado vio dónde andaba el sapo y pegó la carrera otra vez. Se fue al cerro de junto y, cuando subió hasta la punta del cerro, llamó al sapo:

 

   
 


—¡Aquí voy llegando ya, sapo! ¿Dónde estás tú?

Y el sapo ojón, que esperaba al venado en ese último cerro, le respondió:

—¡Yo ya estoy acá, descansando! Te gané la carrera, venado.

—Pero cómo voy a saber si es cierto que me ganaste
—dijo el venado.


 

—Mira, amigo. Tú te ves muy agotado, muy asoleado. En cambio, yo no me veo nada cansado. Eso quiere decir que ya tenía rato de esperarte aquí —dijo el sapo ojón.

Así fue como entre todos los sapos le hicieron creer al presumido venado que perdió lo carrera.