Los sapos y el venado
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Por la tarde, el sapo llamó a todos sus amigos sapos para aconsejarse. Los sapos quedaron de acuerdo en ponerse cada uno en los cerros del camino: Tú, sapito gordo, te pones en el primer cerro. Tú, sapito bocón, te pones en el cerro de junto. Tú, sapito ojón, te pones en el cerro que sigue. Y así, cada sapo tenía que ponerse en cada cerro del camino. Al otro día, el sapo que apostó la carrera llegó con el venado: Ya estoy listo para la carrera, venado. Que sea hoy mismo. |
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Cuando el venado llegó a la loma del primer cerro, llamó al sapo: ¡Sapito! ¿Dónde estás? Y el sapo gordo, que esperaba al venado en ese cerro, le contestó: ¡Aquí voy llegando, venadito! |
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Y el sapo bocón, que esperaba al venado en ese otro cerro, le contestó: ¡Aquí estoy, venadito! Yo también voy llegando. Entonces, el venado vio dónde andaba el sapo y pegó la carrera otra vez. Se fue al cerro de junto y, cuando subió hasta la punta del cerro, llamó al sapo: |
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Mira, amigo. Tú te ves muy agotado, muy asoleado. En cambio, yo no me veo nada cansado. Eso quiere decir que ya tenía rato de esperarte aquí dijo el sapo ojón. Así fue como entre todos los sapos le hicieron creer al presumido venado que perdió lo carrera. |