Los osos apestosos

Dicen por ahí que, un día, un oso y una osa tenían una pelea. El oso decía que su compañera osa olía mal. Y la osa decía que era el oso.

—¡Cómo hueles mal, osa! —decía el oso.

—¡No, si tú eres el maloliente, oso! —decía la osa.

Después de estar un rato pelee y pelee, el oso dijo a la osa:

—Mira, osa. Para quitarnos de pelear, vamos a llamar a algún animalito. Él nos dirá quién de nosotros dos es el hediondo.

Entonces, dijo la osa:

—Ándale, pues. Llamemos a aquel zorro.

El oso le gritó al zorro que pasaba por ahí, para que les dijera su opinión.

—¡A ver, zorro! Ven para acá. Tú nos vas a decir quién de nosotros dos es el maloliente. La osa dice que soy yo. Y yo digo que es ella.

El zorro se arrimó al oso y lo olió. Luego, olió a la osa, y dijo:

—Tú tienes la razón, oso. La osa es la apestosa.



Nomás terminó de hablar el zorro, y la osa lo aventó a un lado. A ella no le gustó que le llamara apestosa. El pobre zorro recibió tal golpe que ya no se pudo levantar.

Después, la osa le gritó a una tuza que pasaba por ahí:

—¡A ver, tucita! Ven para acá. Quiero que tú me digas quién de nosotros dos es el hediondo. El oso dice que soy yo. Y yo digo
que es él.

La tuza se acercó a la osa y la olió. Luego, olió al oso, y dijo:

—Yo opino que tú dices la verdad, osa. El oso es el apestoso.

Más tardó en decir su opinión la tuza, que en recibir un manotazo del oso. La pobre tuza fue a dar junto al zorro. Es que al oso no le gustó que le dijera apestoso.

Después, el oso y la osa le gritaron a un coyote que pasaba por ahí:

—¡Oye, amigo coyote! Ven para acá. Queremos que nos digas quién huele mal.

Entonces, el coyote se arrimó a los dos osos. Pero, antes de oler a uno y a otro, vio al zorro y a la tuza tirados. Y les preguntó a los osos:

—¿Y por qué están ahí tirados el zorrito y la tuza? La osa fue quien respondió primero:

—Es que yo le di un aventón al zorro. Él opinó que yo era la apestosa.

Luego, el oso dijo al coyote:

—Y yo le di un manotazo a la tuza. Ella dijo que yo era el apestoso.

El coyote se asustó y se quedó pensativo:


"¿Qué haré? Si digo que la osa es la apestosa, ella me dará un aventón. Y si digo que el oso es el apestoso, él me dará un manotazo... ¡Ah! Ya sé que les diré", pensó.

Entonces, el coyote les dijo a los osos:

—Pues fíjense que no voy a poder opinar. Han de saber que tengo catarro. Y no huelo nada de nada. Con su permiso, yo ya me voy. Adiós.