Los sapos y la lluvia

Un día, unos campesinos habían sembrado maíz. Y sólo esperaban que lloviera. Pero el agua nunca llegó. Entonces, pensaron mandar a un pájaro llamado Papán para que fuera por la lluvia. Y el pájaro Papán dijo que sí, y fue por el agua.

Cuando el pájaro Papán llegó a donde estaba la lluvia, le dijo:

—Oye, lluvia. Los hombres que han sembrado maíz te necesitan.

Y la lluvia le contestó:

—Sí, vamos, cómo no. Pero iremos juntos y al mismo tiempo.

Y la lluvia y el pájaro Papán iniciaron el viaje a donde estaba sembrado. Pero en el camino, el pájaro Papán no aguantó la lluvia porque estaba muy tupida. El pájaro Papán cayó del cielo con las alas mojadas. Y, como el pájaro Papán no llegó con el agua, los campesinos pensaron mandar a otro pájaro por la lluvia. Era el pájaro llamado Cheque Cheque.

Cuando el pájaro Cheque Cheque llegó a donde estaba la lluvia, le dijo:

—Oye, lluvia. He venido hasta acá por ti. Haces mucha falta por allá.

Entonces, la lluvia le respondió:

—Está bien, iré a donde me necesitan. Sólo que iremos juntos y al mismo tiempo.

Y los dos salieron hacia el campo sembrado. Pero, ya en el camino tampoco el pájaro Cheque Cheque aguantó la lluvia; cayó del cielo con las alas empapadas.

Entonces, los campesinos pensaron y pensaron en quién mandar por el agua. Así, después de mucho pensar, decidieron invitar a los sapos.

Los sapos aceptaron ir por la lluvia. Y, como ellos eran organizados, se aconsejaron:

—A ver, sapo patón. Tú te vas a poner en la loma de ese cerro.

—Tú, sapo enano, te vas a poner en la punta del siguiente cerro.

—Y tú, sapo bocón, te pondrás en el último cerro del camino.

Luego, el sapo cachetón llegó a donde estaba la lluvia, y le dijo:

—He venido por ti, lluvia. Te necesitan mucho donde está sembrado.

—Pero ¿cómo piensas que iremos juntos? ¿A poco vuelas como pájaro? —preguntó la lluvia.

—No vuelo como los pájaros. Pero brinco muy alto. Y, de salto en salto, te llevaré a donde está sembrado. Y, para que sepas cuál es el camino cantaré en cada loma. Por donde escuches mi canto, allá irás.

La lluvia estuvo de acuerdo y los dos iniciaron el viaje. El sapo cachetón saltó alto y se le perdió de vista a la lluvia.

Luego, la lluvia escuchó el canto del sapo patón en el primer cerro. Y para allá se fue.

Después, la misma lluvia oyó el canto del sapo enano en el siguiente cerro. Y ella continuó su viaje hacia allá.

Por último, la lluvia volvió a oír otro canto. Era el canto del sapo bocón, que la esperaba en el último cerro. Y para allá se pasó el agua.

Así, cantándole a la lluvia, entre todos los sapos llevaron el agua a donde hacía falta. Y los campesinos quedaron muy agradecidos con ellos.

Desde entonces, cada vez que va a llover los sapos acostumbran cantar.