El jaguar que buscó dos veces al hombre


Dicen que en un principio el jaguar no tenía manchas, que su piel era de un solo color. Esta historia cuenta cómo la piel del jaguar adquirió las manchas.

Un día, desde la selva tupida, una hembra jaguar y su cría escucharon el ruido de un leñador tumbando madera.

—¿Oyes por ahí que están golpeando?
—preguntó la hembra a su cría—, es el hombre que tumba árboles con su hacha. Es chiquito el hombre, pero ¡nunca te le vayas a arrimar, nunca te le vayas a atravesar, porque ese día te mata!

—¡Qué me va a matar! —dijo el jaguar—, no creo que sea más fuerte que yo. Cuando sea grande lo voy a buscar.

Así lo hizo, en cuanto creció, el jaguar se fue a buscar al hombre. En el camino se encontró a un venado.

—¿Oye, que tú eres el hombre? —le preguntó.

—No —contestó el venado—, yo procuro andar lejos de él y no quiero ni encontrármelo.

—¡Eres un cobarde! —le dijo el jaguar y siguió su camino. Después se topó con un conejo y también le preguntó.


—¿Eres tú el hombre?

—No, yo soy el conejo. ¿Para qué quieres al hombre?

—Para comérmelo —contestó el jaguar.

—Mmm..., ¡mejor ni lo busques! —le advirtió el conejo—; pero si quieres encontrarlo está cortando madera allá en aquel claro.

El jaguar llegó a un lugar donde el hombre ya había tumbado muchos árboles.

—¿Quién es el hombre aquí? —preguntó enfurecido.

—Soy yo —le contestó uno que al jaguar le pareció pequeño y débil.

—¿Y es de ti de quien debo huir? —preguntó el jaguar sorprendido—, pero si de un manazo puedo acabar contigo. Eres tan débil que tienes que cubrir tu cuerpo con ropa y tus pies con cuero para no lastimarte... ¡De todos modos te voy a matar, porque eres el hombre y yo tengo muy mala idea de ti!

—Bueno —dijo el hombre—, ya que quieres comerme hagamos una apuesta, vamos a ver quién de los dos grita más fuerte. Si tú ganas me comes, pero si yo gano me dejas en paz, ¿qué te parece?

—Está bien —dijo el jaguar y en seguida lanzó un rugido tremendo.

—Ahora voy yo —aseguró el hombre. Entonces tomó su carabina que estaba a un lado, la cargó y disparó al aire.

El jaguar salió corriendo a refugiarse de nuevo en la selva; el estallido lo había asustado.

—¡Qué mal me fue! —le dijo a su madre, la hembra jaguar, en cuanto la vio—. Mira, fui a buscar al hombre porque lo quería matar y me ha pegado un grito, pero ¡qué grito! ¡Hasta me reventó el oído!

—Te lo dije, ese hombre si quiere te mata —advirtió la hembra jaguar.

—Pues sigo pensando que él no puede más que yo —aseguró el jaguar.

Y en verdad lo creía así, pues al poco tiempo fue de nuevo a buscar al hombre. Cuando lo encontró, el hombre intentaba partir un tronco a la mitad y le había hecho una grieta a lo largo.

—¿Qué vas hacer? —preguntó el jaguar.

—Voy a partir este tronco por la mitad.

—¿Tú lo vas a partir?, ¡estás loco!, tú no eres tan fuerte como yo
—alegó el jaguar.

—Bueno, pues si eres tan canijo pártelo tú —dijo el hombre—. Voy a clavar una cuña en el tronco, en cuanto se abra la grieta metes tus dos manos. Si eres tan fuerte podrás partir el tronco tú solo.

—¡Va! —aceptó el jaguar—. Pero cuando metió las manos el hombre sacó la cuña y el animal quedó atrapado en medio del tronco.

—¡No puedo abrirlo! —gritó el jaguar—. ¡No puedo, ayúdame a sacar mis garras!

—¿No que muy canijo? —respondió el hombre—, y en vez de ayudarlo fue a conseguir una vara de chilillo, de esas que tienen espinas, luego le puso una friega bárbara al jaguar; ahí le estuvo pegue y pegue hasta que lo sangró y lo dejó pinto.

—¡Ya suéltame hombre! ¡Ya suéltame! —gritaba el jaguar y nomás se revolcaba por la chiliza que le habían puesto.

Por fin, el hombre volvió a abrir el tronco con la cuña y el jaguar pensó: "¡A correr!". No le importó que sus uñas se quedaran clavadas en la madera, agarró rumbo a la selva para no acercársele al hombre jamás.

Con el tiempo, al jaguar le volvieron a salir uñas y tuvo de nuevo fuertes garras, pero lo pinto ya no se le quitó nunca.

Así es como el jaguar pescó las manchas en su piel, bueno eso dicen.