Imperio Mongol
Asia y Europa sufrieron en el siglo
xiii la última y la más grande de
la invasiones de guerreros seminómadas: la del pueblo mongol, formado
por tribus de pastores de las inmensas llanuras del centro y del noreste de
Asia.
Hasta entonces, cada tribu había tenido su propio
jefe, pero al empezar el siglo fueron unificadas por Gengis Khan, un astuto y
despiadado caudillo. Bajo su mando, los mongoles dejaron sus terrenos de
pastoreo y se lanzaron a la conquista de pueblos más avanzados.
La hazaña militar de los mongoles fue notable. En 50
años conquistaron China, el actual territorio de Rusia y Ucrania y los
dominios musulmanes de Persia. Sólo fueron derrotados en las fronteras
de Egipto y cuando trataron de invadir a Japón, con su enorme flota de
guerra.
Los mongoles tuvieron las ventajas militares de una veloz
caballería y soldados que usaban los arcos más poderosos de aquel
tiempo.
Pero, sobre todo, aprovechaban el terror que provocaba su
crueldad, pues no perdonaban a un enemigo derrotado. Muchas ciudades
preferían rendirse a pelear, esperando un trato benigno.
Sorprendentemente, una vez que los mongoles obtenían
la obediencia y el tributo de los vencidos, permitían que vivieran y
trabajaran conforme a sus propias costumbres.
Además, les interesaban los beneficios del comercio y
mientras existió el dominio mongol, el intercambio entre Oriente y
Europa fue intenso y bastante seguro.
En China, un gran jefe mongol, Kublai Khan, ocupó el
trono imperial. Los chinos resentían la dominación de un pueblo
que consideraban bárbaro y a la muerte del emperador mongol, los
campesinos y los soldados chinos se rebelaron y expulsaron a los invasores.
Los mongoles se dividieron y fueron abandonando los
territorios dominados. Unos 100 años después de las grandes
conquistas, el poderío mongol había desaparecido sin dejar casi
ninguna huella.
|
