VII. RADIACI�N Y MEDIO AMBIENTE

EL HOMBRE, como todo ser vivo, est� en contacto con un ambiente que regula su vida. Los factores ambientales se mantienen aproximadamente constantes; si se apartan de sus niveles normales, el hombre se siente inc�modo o incluso muere. Tomemos como ejemplo el factor temperatura, que puede tener valores desde el cero absoluto (-273 �C) hasta los millones de grados que hay en el Sol. De toda esta vasta gama, el hombre s�lo puede mantenerse vivo en un peque�o intervalo de aproximadamente entre 0 �C y 40 �C. Nuestros cuerpos se han adaptado a lo largo de millones de a�os para operar en este intervalo. Si la temperatura ambiente rebasa esos �ndices, en poco tiempo morimos.

Otros factores ambientales, algunos muy discutidos y otros poco evidentes pero igualmente vitales, son la humedad, la presi�n atmosf�rica, el nivel de ruido, la calidad del aire, agua y alimentos, los organismos pat�genos, la luz solar y la artificial, la fuerza de la gravedad y los factores sociales. A esta lista, que se puede ampliar bastante con un poco de observaci�n a nuestro derredor, vamos a agregar la radiaci�n ionizante.

Efectivamente, estamos expuestos todo el tiempo a radiaci�n sencillamente porque somos parte de la naturaleza. Aunque no la percibimos, est� y ha estado aqu� desde que se form� nuestro planeta. Nos llega de todos lados: del espacio exterior de las paredes de la habitaci�n, del aire que respiramos y del alimento que ingerimos. Por supuesto, estamos adaptados a tolerarla mientras se mantenga dentro de ciertos l�mites. De no ser as�, habr�a trastornos, como los habr�a, por ejemplo, si repentinamente la presi�n atmosf�rica disminuyera a una d�cima parte de la actual.

El g�nero humano ha aprendido, a lo largo de su desarrollo f�sico y mental, a modificar su entorno de acuerdo con sus necesidades. El simple uso de vestimenta para poder soportar mejor los extremos de temperatura es una muestra de este proceso. Pueden agregarse un sin fin de otros ejemplos, como la construcci�n de viviendas para protegerse del rigor del clima; la higiene de los alimentos para evitar enfermedades; el desarrollo de medicamentos, mediante los cuales se ha logrado prolongar la esperanza de vida; la luz el�ctrica, que nos permite aumentar las horas productivas; el transporte y las comunicaciones, que nos ampl�an el radio de acci�n; la producci�n de herramientas, que nos facilitan las tareas; y hasta los diversos sistemas econ�micos, establecidos seg�n los designios de unos y otros, pero siempre con la esperanza de mejorar el ambiente en que vivimos. Cuando ya est�n satisfechas las necesidades primarias, buscamos entonces la belleza, la calma, la recreaci�n del intelecto y la diversi�n, tambi�n factores ambientales.

Ahora bien: todos estos cambios tienen su costo, y siempre se debe establecer un equilibrio entre �ste y los beneficios que se generan. Adem�s, es posible que los beneficios para unos sean costo para otros. En �ltimo caso, la lucha cotidiana del hombre para sobrevivir no es m�s que una continua defensa de su medio ambiente, comenzando en el hogar y llegando hasta los conflictos entre naciones.

En t�rminos ambientales, podr�amos analizar beneficios y costos de algunos procesos, como, por ejemplo, de la electricidad. Nadie duda de los beneficios de la corriente el�ctrica: nos proporciona luz, calor, fuerza motriz, sonido, y a tal grado nos hemos acostumbrado a ella que ya no concebimos poder seguir desarroll�ndonos sin su ayuda. Dif�cilmente podemos cuantificar estos beneficios, aunque s� sabemos el costo de la electricidad que usamos: la cuenta mensual nos lo dice. Pero aparte de este costo, que nosotros subsanamos en pesos, hay otro m�s remoto pero no menos tangible, que es la repercusi�n en el ambiente. Si la electricidad nos llega proveniente de una presa, el costo est� en reubicaci�n de poblados, en p�rdida de terreno productivo y en extinci�n de especies biol�gicas; si viene de una planta termoel�ctrica, provoca humos y destrucci�n de un recurso no renovable, el petr�leo, cuya obtenci�n a su vez implica deterioro biol�gico de regiones enteras, problemas de transporte y peligros f�sicos para los trabajadores.

Dentro de este panorama, podemos ahora preguntarnos d�nde entra la radiaci�n ionizante. Sabemos que existe naturalmente, sabemos que se han obtenido grandes beneficios de ella, sabemos que el hombre tiene la capacidad de producirla y que puede tener repercusiones ambientales. Como ya vimos en otro ejemplo, cuantificar los beneficios en funci�n de los costos es dif�cil, pero por lo menos conviene conocer la realidad hasta donde sea posible, para no exagerar ni despreciar su importancia.

Sobre la cantidad de radiaci�n que recibimos del medio ambiente, lo primero que se debe reconocer es que de un lugar a otro hay grandes diferencias. Las medidas hechas en un sitio o en un pa�s no necesariamente reflejan los valores en cualquier otro, a causa de las diferencias locales en sistemas de vida o alimentaci�n, o de la altura sobre el nivel del mar, o de la cercan�a de yacimientos minerales. Se conocen dosis promedio recibidas por la poblaci�n mundial, que si bien no son siempre aplicables, s� reflejan a grandes rasgos niveles generales o tendencias. En M�xico se han efectuado pocas mediciones de la radiaci�n ambiental, pero en general no hay raz�n para pensar que el nivel se aleje demasiado de los promedios conocidos.

Consideremos la radiaci�n c�smica en primer lugar. Se ha observado que, en virtud del campo magn�tico terrestre, es m�s intensa cerca de los polos que en el ecuador. A nivel del mar, cerca del ecuador se reciben 35 mrem/a�o mientras que a 50� de latitud se reciben 50 mrem/a�o. Recu�rdese que la dosis m�xima permitida al personal que trabaja con radiaci�n es de 5 rem/a�o as� que la radiaci�n c�smica es del orden de 1% de aquella. La altura sobre el nivel del mar tiene un efecto mayor en la dosis debida a los rayos c�smicos, pues a mayor altitud hay menos atm�sfera que los aten�e. En nuestro altiplano, alrededor de los 2 000 metros sobre el nivel del mar (msnm), recibimos como 100 mrem/a�o; en nuestros volcanes de 5 000 msnm, 300 mrem/a�o. Un viaje a�reo trasatl�ntico a 10 000 msnm nos expone a 2 mrem.

La otra fuente importante de radiaci�n ambiental externa al cuerpo es el conjunto de elementos radiactivos en minerales. Estos elementos nos env�an radiaciones desde el suelo o desde las paredes de las habitaciones. Los emisores m�s importantes son el uranio, el torio y el potasio (40K), que est�n distribuidos en toda la corteza terrestre. El tipo de roca determina la cantidad de radiaci�n; por ejemplo, el granito emite m�s que la piedra caliza. Claro est� que en los yacimientos de uranio la dosis recibida ser� mayor que el promedio. Tomando en cuenta todos estos factores, se estima que la dosis debida a estos minerales es de 30 a 100 mrem/a�o. Las paredes de las habitaciones contribuyen con la parte principal; las paredes de concreto o de tabique emiten el doble que las de madera.

Ya hemos mencionado el rad�n, que es un gas inerte, uno de los productos del decaimiento del uranio. A diferencia de otras substancias radiactivas que son s�lidos, el rad�n, siendo gas, puede escaparse del mineral de uranio y difundirse en la atm�sfera. Entonces lo podemos absorber mediante la respiraci�n, por lo cual son afectados los pulmones. Por raz�n natural, el rad�n es m�s abundante cerca de donde hay uranio: en minas y en la vecindad de fallas geol�gicas o roca porosa, que permiten su permeaci�n. Emana del suelo, de grietas, de materiales de construcci�n, del agua y de las plantas, y se acumula en recintos cerrados sin ventilaci�n. Su vida media es de 3.82 d�as. Se estima que como una tercera parte de la dosis por radiaci�n natural que recibimos proviene del rad�n, aunque esto puede variar notablemente de un lugar a otro.

As� como podemos absorber rad�n al respirar, al alimentarnos ingerimos substancias radiactivas en peque�as cantidades. �stas constituyen una dosis interna variable, seg�n el r�gimen de alimentaci�n, la edad y la capacidad de eliminar substancias; se estima que representa alrededor del 20% de la dosis ambiental. El que fuma cajetilla y media al d�a recibe en los pulmones 8 000 mrem/a�o debido al polonio que contiene el tabaco.

A medida que se han extendido los usos m�dicos de la radiaci�n, se ha tenido que considerar �sta como una fuente importante de radiaci�n ambiental. En pa�ses que tienen servicios m�dicos extensos, la radiaci�n de este origen se considera en promedio equivalente al 30% del total de la radiaci�n ambiental. Otra vez este valor cambia de lugar a lugar, hasta llegar a cero en comunidades que carecen de servicios m�dicos. Un factor que se debe considerar es que, a diferencia de las otras fuentes de radiaci�n que son de dosis bajas presentes todo el tiempo, en este caso se trata de dosis relativamente altas pero suministradas durante lapsos muy cortos y a veces en �reas peque�as del cuerpo. T�picamente una radiograf�a de t�rax da 20 mrem durante unos segundos, lo cual corresponde a la quinta parte de la radiaci�n natural promediada durante un a�o. Una radiograf�a dental puede resultar en una dosis de 1 000 mrem, pero en una regi�n muy limitada de la piel cercana al generador de rayos X. Para el tratamiento de tumores la dosis puede ser de miles de rads; en este caso, sin embargo, hay que poner en la balanza el da�o causado al tumor contra el da�o al resto del paciente.

Una fuente de radiaci�n ambiental que en un tiempo fue importante pero que en la actualidad resulta de magnitud peque�a es la precipitaci�n radiactiva debida a las explosiones nucleares. En la d�cada de los cincuenta, se pod�a medir con toda claridad c�mo los productos de fisi�n de tales explosiones se transfer�an a la atm�sfera y a la estratosfera, para luego difundirse a todo el globo y caer lentamente a tierra. Desde que las pruebas nucleares se hacen subterr�neas, este efecto se ha detenido, y en la actualidad s�lo la mitad del 1% de la radiaci�n ambiental es de origen de explosiones nucleares.

Las plantas nucleares generadoras de potencia emiten tambi�n peque�as cantidades de substancias radiactivas En operaci�n normal, �stas equivalen a alrededor de una d�cima parte del 1% de la radiaci�n ambiental.

La figura 43 muestra un resumen de las fuentes generales de la radiaci�n ambiental en un pa�s desarrollado. Del total, como un 68% proviene de fuentes naturales, que incluyen rayos c�smicos, minerales emisores de rayos gamma y rad�n. Un 30% proviene de usos m�dicos de la radiaci�n, y el resto de precipitaci�n radiactiva, de la industria nuclear y de otras fuentes varias.



Figura 43. Diferentes fuentes de radiaci�n ambiental y sus contribuciones relativas (en un pa�s desarrollado).



Los efectos que produce la radiaci�n sobre la salud no son �nicos; muchas otras substancias tienen efectos parecidos. Sin embargo, los producidos por la radiaci�n se conocen mejor, lo que permite fijar niveles de seguridad y establecer sistemas de medida y reglamentos que nos protegen de los posibles da�os. No hay que olvidar que la radiaci�n siempre ha existido en el medio ambiente, por lo que es inevitable recibir cierta dosis. Por otro lado, es claro que los beneficios producidos por el uso de la radiaci�n y los radiois�topos, especialmente en la medicina, sobrepasan por mucho a los riesgos.

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