XXVI. LAS CAMPANAS SE ECHAN A VUELO
P
ODEMOS
ya entender en qué se basan algunos experimentos diseñados para buscar el monopolo magnético. Tal como dijimos, Price y sus colaboradores de la Universidad de Berkeley mandaron sus detectores a volar en globo durante varios días. El aparato consistía en una serie de hojas de un cierto material transparente, llamado lexan, apiladas una sobre la otra. El paso de una partícula daña las hojas, con un efecto proporcional a la ionización. Los resultados de Price y sus colegas se ven en la figura 22, donde se observa la traza de una partícula que se mueve hacia abajo en la pila de detectores. Los puntos que marca la partícula yacen aproximadamente en una línea vertical. Esto último no sucedería si la ionización fuera causada por una carga; la línea punteada en la Figura 22 corresponde a una carga muy grande, igual a 96e, que se mueve rapidísimo, a tres cuartas partes la velocidad de la luz. Como se ve, los datos observados no se ajustan a la línea punteada, pero la línea vertical que podría ser producida por un monopolo magnético sí. Price y sus amigos concluyeron que habían logrado, por fin, atrapar un monopolo y sacudir el mundo de la física.
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Figura 22. Los puntos experimentales que obtuvieron Price y sus colegas yacen en una vertical; de ahí concluyen haber detectado un monopolo.
Muy pronto la interpretación de Price halló un fuerte rechazo por parte de otros experimentadores que también perseguían, o habían perseguido, al monopolo. Esta reacción de los otros científicos es característica en el mundo de la investigación, siempre lleno de críticos mordaces que defienden su territorio, muchas veces de manera no ortodoxa y con reacciones meramente emocionales. Aunque tal tipo de comportamiento de los científicos no ha sido muy estudiado, a primera vista no difiere mucho del que podemos observar en otros campos de la actividad humana: está muy cerca del comportamiento de un animal cuando defiende su madriguera.
El primero que negó la evidencia de Price fue, como ya dijimos, su propio jefe, Luis Álvarez. En su opinión, las trazas eran causadas, no por un monopolo, sino por una partícula que, luego de atravesar en parte la pila de detectores, chocaba con un núcleo y se desintegraba; como resultado de ello, reducía su carga y continuaba su viaje ionizando menos. De ahí la traza vertical que Price observó. Cálculos posteriores mostraron que ese movimiento vertical sería una mera casualidad, por lo que la idea de Álvarez se desechó.
Más fuertes fueron las críticas sobre el detector mismo. Un experimento de rayos cósmicos del tipo aquí descrito se caracteriza por el llamado factor área-tiempo: éste es un número igual al producto del área del detector por el tiempo de exposición. El detector de Price tiene un factor área-tiempo al menos un millón de veces menor que el de otros experimentos, que fallan al buscar el monopolo. Si Álvarez no lo vio en las rocas lunares expuestas a partículas de todas clases, incluidos los monopolos, durante billones de años, lo que Price y sus colaboradores encontraron, con toda seguridad, no es el monopolo.
Hubo también otros problemas con la interpretación de Price. Se sugirió que, tal vez, un núcleo superpesado habría podido causar la traza anómala, o bien que alguna antipartícula masiva podría ser la responsable. En todo caso, el episodio que relatamos ha llevado al análisis cuidadoso de cómo perdería por ionización su energía un monopolo magnético.
Este problema permanece abierto y el tañido de las campanas echadas a vuelo por los físicos norteamericanos ha dejado de oírse.
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