XII. EL OCÉANO Y EL CLIMA

EL CONJUNTO de factores meteorológicos como la temperatura, la presión atmosférica, los vientos, la humedad y las precipitaciones, es tomado en cuenta para estudiar las características de la atmósfera, y cuando este estudio se realiza en el momento en que se presentan los fenómenos, se dice que se está conociendo el tiempo.

Por lo tanto, se puede definir como tiempo al estado total de la atmósfera en un momento y en un lugar determinados. Se dice "el tiempo es caluroso y húmedo", cuando la temperatura del aire es alta y abunda el vapor de agua a cierta hora del día.

Por clima se entiende al conjunto de factores meteorológicos que caracterizan a la atmósfera, a través de ciertas épocas del año, en un punto dado de la superficie terrestre. En el planeta existen, por ejemplo, regiones secas y frías, otras húmedas y calurosas, y estas regiones climáticas se encuentran en diferentes latitudes.

Tanto el tiempo corno el clima están caracterizados principalmente, por la temperatura y la humedad atmosféricas pero se tiene que tomar en cuenta otros factores como, por ejemplo, los vientos, que en un momento dado también van a introducir características específicas como los llamados nortes.

Los meteorólogos, científicos que estudian la atmósfera, han preparado clasificaciones de los climas tomando en cuenta estas características. Entre las clasificaciones más conocidas está la de Koppen, que ha sido modificada por la investigadora mexicana Enriqueta García Amaro.

La temperatura del océano es el primer factor que interviene en la acción que éste ejerce sobre el clima del planeta. El agua del océano puede almacenar enormes cantidades de energía solar, es decir, de calor, el cual se desprende de ella progresivamente, sin que la temperatura oceánica varíe en forma sensible durante el proceso.

Por ejemplo, la Corriente del Golfo, que lleva aguas con temperatura alta, sale del Golfo de México y llega hasta las costas europeas haciendo que las riberas orientales del Océano Atlántico sean más cálidas que las occidentales; por regla general, la ciudad de Lisboa no tiene nevadas durante casi todo el invierno, mientras que Nueva York, que está situada en el mismo paralelo geográfico, sí las presenta, y todo su invierno tiene temperaturas por debajo de 0°C.

Se tiene que diferenciar el concepto de calor del de temperatura, ya que el calor es una cantidad de energía determinada que absorbe un cuerpo y la temperatura, por otro lado, es la unidad de medida de esa cantidad de energía; por ejemplo, si se calienta con la misma llama dos cantidades equivalentes de agua y hierro, ambas absorben la misma cantidad de calor, sin embargo, el hierro alcanza mayor temperatura antes que el agua, la cual tarda más en llegar al mismo grado térmico, a pesar de estar sometida al mismo calor. Si se retira el fuego del agua y del hierro a la vez, se observa que el metal se enfría rápidamente, mientras que la temperatura del agua tarda mucho en descender, pues retiene el calor absorbido.

Esta propiedad es la que convierte al océano en el gran regulador meteorológico y climático y, por lo tanto, se pueden reconocer dos tipos extremos de clima: el marítimo y el continental.

El clima continental se caracteriza por ser muy extremoso, es decir, presenta veranos calurosos e inviernos fríos; la diferencia de temperatura entre una y otra estación durante un año es grande, y lo mismo ocurre con la temperatura durante las 24 horas del día: las mañanas son muy calurosas y las noches muy frías. Otras de sus características son la presencia escasa de nubosidad y de carencia de precipitaciones atmosféricas en muchas regiones. Un ejemplo extremo se presenta en Siberia: en sus planicies se registran temperaturas que en verano llegan a los 30°C y en invierno descienden a menos de 60°C, lo que da una diferencia anual de 90°C.

El clima marítimo tiene una mayor uniformidad, ya que sus veranos son frescos y sus inviernos suaves. Las diferencias anuales son mínimas, lo mismo que las que se presentan cada 24 horas. El cielo, generalmente, está cubierto por nubes, por lo que con frecuencia caen lluvias, y en algunos mares a veces se presentan 250 días de lluvia por año. Las nieblas también son frecuentes.

Los rangos de temperatura anual son menores en los climas marítimos que en los continentales; por ejemplo, Nueva Zelanda tiene un clima marítimo con variación de 15°C mientras. que en Lincoln, Nebraska, con uno típicamente continental, el rango es de 31°C.

Las regiones costeras están principalmente sometidas a clima oceánico, sin embargo, sufren también las consecuencias del régimen climático continental y tienden a cambiarse, poco a poco o súbitamente, en un clima continental típico.

Las diferencias entre el clima oceánico y el continental se deben a que la superficie de los continentes no almacena grandes cantidades de calor, y por lo tanto, su reserva térmica es muy escasa, de tal manera que el suelo se calienta muy rápidamente en verano, pero en invierno se enfría del mismo modo y, así el calor no tiene tiempo de penetrar en la tierra.

En cambio el océano, gracias a su masa y propiedades térmicas, absorbe grandes cantidades de calor, lo que le permite regularizar la temperatura del aire, y a la vez enviar a la atmósfera grandes cantidades de vapor de agua, dando un alto grado de humedad al clima oceánico, que es el segundo factor que interviene en la acción que el océano ejerce sobre el clima de la Tierra.

Las costas occidentales de los continentes en las latitudes medias, es decir, en las zonas templadas, presentan climas esencialmente oceánicos, en tanto que las costas orientales están sometidas a un clima típicamente continental. Este fenómeno se puede explicar por el hecho de que en estas regiones la circulación atmosférica se realiza de oeste a este y los vientos dominantes que soplan sobre las costas orientales proceden de comarcas frías y secas del interior del continente, en tanto que los vientos que rozan las costas occidentales aportan la dulzura y humedad de las áreas oceánicas, presentando temperaturas relativamente cálidas en invierno y frescas en verano, con cielo muy soleado.

Como ejemplo, se puede comparar el clima de Nueva York que es inhóspito con el agradable clima que se presenta en Portugal, en el Océano Atlántico; y el mismo caso se presenta en el Océano Pacífico, entre Yokohama, en donde la media de invierno es de 3°C y la de verano de 24°C, con lo que la diferencia anual es de 21°C, y San Francisco, que tiene una media de invierno de 10°C y de verano de 13°C, por lo que la diferencia es de 4°C.

Cuando se comparan las temperaturas superficiales del agua en ambas ciudades en estas dos estaciones del año se observa que en Yokohama la diferencia es de 9°C mientras que en San Francisco solamente es de 3°C.

En las regiones ecuatoriales se invierten estos climas debido a que la circulación atmosférica lleva un sentido inverso al que tiene en las regiones templadas, por lo que en las costas occidentales se encontrará una mayor influencia continental, mientras que en las orientales se presenta la oceánica.

El océano no sólo es responsable de las variaciones del clima de las regiones costeras, sino que influye también en el clima de los continentes enteros, en donde hace cambiar a las estaciones del año; durante el verano acumula calor, del que se desprenderá poco a poco en invierno; del mismo modo, el calor reinante en los continentes durante del verano resulta mitigado por las masas de aire fresco procedentes del océano.

El calor y el frío, la lluvia, la humedad, la nieve, la sequía y la presión atmosférica son consecuencia de un constante intercambio de calor, frío y vapor de agua entre el océano y la atmósfera, lo que representa un gran regulador térmico, una gigantesca máquina de vapor accionada por el sol, en cuyo interior se encuentran en continuo movimiento enormes cantidades de energía.

Es fácil advertir las variaciones en el calor y humedad acumulados en las diferentes regiones de la atmósfera ya que se hacen patentes en forma de vientos y tormentas, pero lo que resulta más difícil de observar son los correspondientes movimientos de masas de agua fría o caliente en los océanos que forman las corrientes tanto superficiales como profundas.

Estas corrientes marinas ejercen gran influencia sobre el régimen climático del planeta, y las principales son la Corriente del Golfo y la del Kuro-Shivo. La más espectacular es la primera, que lleva aguas cálidas y saladas a una velocidad de 9 kilómetros por hora cuando atraviesa el estrecho de Florida, y transporta diariamente mil veces más agua que el Misisipí. Cuando llega al norte de Europa, su temperatura ha descendido mucho y es muy difícil que alguien quiera bañarse en sus aguas.

Frente a las costas de Noruega, por ejemplo, la temperatura media del agua, en verano, es de unos 12°C. Esto se debe a que por su temperatura relativamente alta, el agua transportada por la corriente se evapora sobre el Atlántico Norte en grandes volúmenes y provoca una corriente atmosférica que rechaza el aire frío procedente del Asia central, que de otro modo invadiría durante la mayor parte del año el centro y el norte de Europa. Cada dos años se producen ligeras variaciones en este régimen, y es entonces cuando en Europa Central se presentan fuertes nevadas invernales que dan una idea de las temperaturas que se registrarían de no existir la Corriente del Golfo.

Así los tipos de clima que caracterizan una provincia geográfica dependen mucho de los cambios de energía entre los dos grandes dominios: la atmósfera y el océano, producidos por las absorción de calor y la evaporación que se lleva a cabo.

Se ha logrado localizar las zonas de máxima evaporación mediante las observaciones meteorológicas y oceanográficas; lo que permite a los científicos elaborar las cartas meteorológicas en donde se señalan dos categorías de zonas: las primeras son aquéllas en donde el océano cede energía a la atmósfera, mientras que en las segundas ocurre lo contrario. Según la estación del año, estas zonas experimentan variaciones durante el día que se registran en las estaciones meteorológicas y se dan a conocer en los llamados reportes del tiempo, de gran importancia para la navegación.

Estas estaciones meteorológicas proliferan en todo el mundo y cada vez forman una red más ancha y larga en la superficie del planeta; continuamente se instalan nuevas estaciones en los lugares más apartados e inhóspitos de continentes e islas, pero que permiten tener un registro más completo.

La misión principal de la meteorología es la de conocer, con precisión, el tiempo que reina sobre el globo terrestre, con el fin de predecir cuál será el tiempo inmediato, aunque los métodos todavía no son tan exactos como sería de desear y hasta ahora sólo es posible la previsión a corto plazo; pero a medida que avanzan los estudios meteorológicos y oceanográficos se vislumbra la posibilidad de establecer las predicciones con una anticipación cada vez más amplia.

Los meteorólogos reciben cuatro veces al día, por medio de la radio, reportes en los que se incluyen las observaciones de las estaciones nacionales e internacionales, y gracias a ellos pueden levantar sus mapas bicotidianos que contienen el registro de las presiones barométricas, la dirección y fuerza los vientos, las zonas de lluvia, el sentido de propagación de los ciclones y anticiclones, y la temperatura. Actualmente esta información se complementa con las fotografías que son enviadas por los satélites artificiales que se mueven alrededor del planeta, permitiendo que los reportes tengan mayor precisión.

Cuando se mira hacia el futuro se puede decir que, al aumentar el conocimiento de la acción del océano sobre el clima y el tiempo se podrá elaborar un sistema unificado para sus pronósticos con la precisión que en la actualidad se necesita, ya que éstos sólo son valederos para 24 ó 36 horas, y más allá de este punto la precisión disminuye en forma constante y luego de los 3 ó 4 días pierde toda validez.

No obstante lo anterior; con buena información del mar-aire y también con otros datos, tales como la radiación recibida del Sol, se está empezando a registrar más datos gracias a los estudios con satélites; los meteorólogos creen que el período abarcado por pronósticos precisos se podrá extender hasta por dos semanas.

El estudio de la zona de interacción aire-mar inmediatamente por encima y por debajo de la superficie del océano motiva grandemente a los meteorólogos y a los oceanógrafós físicos, porque es una zona sumamente difícil de comprender y esto les significa un reto.

Los meteorólogos y los oceanógrafos están trabajando juntos, y a medida que pasen los años los resultados que obtengan permitirá pronosticar con mayor precisión al tiempo y al clima, evitando muchas de las desgracias que en la actualidad todavía se presentan y dando una mayor seguridad a la navegación oceánica y aérea.

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