XII. CAMBIOS ADAPTATIVOS DE LOS ORGANISMOS MARINOS PARA LA DEFENSA Y PARA LA CAPTURA DE SUS PRESAS

DEBIDO a que las condiciones fisicoqu�micas del medio marino son muy especiales y que en �l existe una enorme poblaci�n de seres vivos, la vida en su seno es extraordinariamente dif�cil, y entre los organismos que lo habitan se entabla una enconada lucha para conseguir la supervivencia, dif�cil de alcanzar. Se podr�a considerar que la muerte por competencia en el mar se presenta como natural entre las especies, por lo que la longevidad es muy rara en estos organismos del oc�ano.

Ante la gran diversidad de medios que circunstancialmente pueden presentarse a los seres marinos, y cuando ellos carecen de mecanismos de adaptaci�n, pueden reaccionar defensivamente bajo dos aspectos diferentes: primero, mediante la migraci�n, que los aleja del medio hostil, cuando est�n dotados de estructuras de locomoci�n; y segundo, adoptando formas de vida latente, cuando carecen de esos elementos como ocurre en la mayor�a de los protozoarios que se pueden enquistar, o en metazoarios como los rot�feros que presentan formas de resistencia llamadas huevos de invierno, perfectamente protegidos y provistos de gran cantidad de vitelo nutritivo que les permite sobrevivir durante toda la estaci�n fr�a, para dar lugar en la primavera a nuevos organismos.

Estas adaptaciones de defensa, aunque permiten subsistir al organismo en particular, est�n encaminadas principalmente a la perpetuaci�n de la especie. Sin embargo, la defensa de la misma no se limita a aquellos aspectos principalmente morfol�gicos, ofreci�ndose otros muy interesantes y con frecuencia activos en su fisiolog�a especial, que suelen relacionarse con el mecanismo y las modalidades de la reproducci�n.

La presencia de una fecundidad extraordinaria es una manifestaci�n primordial de la lucha por la supervivencia de las especies. En cierto sentido, la reproducci�n prev� y compensa la muerte individual e implica la capacidad de desarrollo de la descendencia, permitiendo la posibilidad de adaptaci�n de los organismos en relaci�n con los cambios ambientales.

En el caso de las especies que nacen en condiciones precarias, las posibilidades de alcanzar la fase adulta son muy escasas. Por ejemplo, las ostras van a producir 16 millones de huevos y en ocasiones hasta 60 millones en su fase de m�xima fertilidad, debido a que la probabilidad de sobrevivir que tienen los huevos y larvas de esta especie es de una por mill�n.

Lo anterior explica los n�meros fabulosos de huevos que ponen multitud de especies de organismos marinos, as� como su distribuci�n amplia en el medio oce�nico. Una hembra de arenque puede producir de 20 000 a 50 000 huevos y una de bacalao de seis a siete millones.

En aquellos animales en que el n�mero de descendientes es peque�o, los individuos nacen ya en condiciones de valerse por s� mismos. Su defensa consiste en que las cr�as est�n dotadas para estos fines, ya que el huevo contiene grandes cantidades de vitelo nutritivo y de cubiertas protectoras que aseguran su integridad durante el periodo de incubaci�n, lo cual hace que no sea necesaria la existencia de una fase larvaria. Adem�s, en estos animales ov�paros es muy frecuente que durante la fase juvenil est�n protegidos por la tutela de los padres que, de manera muy diversa, se dedican al cuidado de la prole.

La m�xima especializaci�n en este aspecto la presentan los animales ovoviv�paros, o sea, los que se desarrollan dentro de un huevo que se incuba en el aparato genital femenino, y sobre todo en los viv�paros, que al dar origen a hijos que nacen ya perfectamente conformados y preparados para subsistir, los generan en un n�mero muy reducido; �stos, en su fase embrionaria, est�n ligados a la madre a trav�s de una placenta y el cord�n umbilical, como ocurre, dentro de los animales marinos, con los mam�feros del grupo de los cet�ceos.

Durante el proceso de reproducci�n en el oc�ano, la mayor�a de los organismos liberan las c�lulas reproductoras en el agua, en donde se localizan por atracci�n producida por sustancias qu�micas. Sin embargo, el desarrollo de mecanismos para que los individuos machos y hembras se encuentren se puede considerar como una manifestaci�n particular en la defensa de la especie, como, por ejemplo, los �rganos bioluminiscentes de los animales abisales. Ah� donde la luz falta completamente y donde la densidad de las poblaciones es peque�a, el encuentro de los animales de distinto sexo en los procesos reproductores parece asegurarse por medio de la acci�n de estos �rganos que los facilitan.

Adem�s de los procesos reproductivos en esta lucha por subsistir, se observa que la actitud de la especie en conjunto puede ser pasiva; en cambio, para asegurar su existencia, la del individuo siempre es activa, y se pone en pr�ctica, en muchas ocasiones, el hecho de que la mejor defensa es el ataque; entonces, algunas de estas adaptaciones son utilizadas tanto para defenderse como para atacar y no difieren m�s que en la forma de ser utilizadas, dependiendo de las circunstancias del momento.

El pez llamado torpedo emplea indistintamente sus �rganos el�ctricos para defenderse de un agresor o para agredir a una presa que intente capturar. Tambi�n se puede considerar como un procedimiento de defensa el que el animal tome una forma o una coloraci�n mim�tica para pasar inadvertido ante sus depredadores con objeto de que no lo ataquen, aunque tambi�n la utiliza para no ser visto ante la presencia de una presa que se acerca y as� poder lanzarse sobre ella en el momento m�s propicio. Tal car�cter ambivalente est� en las enormes denticiones de muchos peces, de ataque para destrozar con ellas a sus presas, como de defensa ante el temor que imponen a sus presuntos agresores.

Las modalidades de las adaptaciones para la defensa y el ataque en los organismos marinos pueden ser de tipos muy diversos, pero las principales son las que presentan en su morfolog�a, las de sus coloraciones, y el desarrollo de otras estructuras.

Las adaptaciones morfol�gicas para la defensa y el ataque consisten en cambios en la forma de los organismos pel�gicos y bent�nicos nadadores para lograr un r�pido desplazamiento en el agua; o, en el caso de los seres que carecen o tienen lentos movimientos, se presentan los cambios llamados mim�ticos, por ejemplo, la forma deprimida que toman los lenguados y las rayas, que f�cilmente pasan inadvertidos al confundirse tanto por su forma como por consistencia con el medio en el que se desarrollan su vida.

Las adaptaciones en las coloraciones se manifiestan por la presencia de una tonalidad mim�tica permanente, como los dorsos oscuros y regiones ventrales claras de los t�picos animales pel�gicos nadadores. Asimismo, se presentan estas adaptaciones en color en aquellos animales que pueden cambiar la tonalidad de sus coloraciones como respuesta frente a modificaciones en el medio externo; esto se observa en algunas formas pel�gicas de cefal�podos, pero principalmente lo presentan los organismos bent�nicos, como las babosas de mar o nudibranquios, que tienen coloraciones muy parecidas a las de las algas sobre las que se desplazan.

El desarrollo de otras estructuras suele manifestarse con la presencia de �rganos, aparatos o formaciones especiales, como las mand�bulas y denticiones poderosas de muchos peces depredadores, la mayor sensibilidad en los �rganos de los sentidos y, muy frecuentemente, por la existencia de formaciones exoesquel�ticas, a veces extraordinariamente resistentes.

Tienen evidente car�cter defensivo los esqueletos externos de los equinodermos, que, en algunos casos, pueden ser inermes o pr�cticamente inermes, como en las estrellas de mar o en los ofi�ridos o bailarinas de mar; o perfectamente armados de agudas y largas p�as, como en los erizos de mar que, incluso, llegan a ser t�xicas, como en el g�nero Diadema.

Tambi�n tienen un car�cter defensivo los fuertes caparazones de los crust�ceos, como en la langosta, donde no s�lo es muy grueso, sino que tiene largas y puntiagudas espinas quitinosas.

En el caso de los moluscos, las conchas son de gran espesor y unidas por fuertes m�sculos, igualmente defensivas.

Los esqueletos d�rmicos de peces como los esturiones, los peces cofre o erizo y del tamboril, son verdaderos aparatos de defensa; en ocasiones incluso se refuerzan con la presencia de p�as como en el caso del pez erizo.

Aparte de estas manifestaciones defensivas o de ataque de car�cter totalmente estructural, hay otras que suelen tener un marcado car�cter activo, o sea que los cambios se presentan en las funciones y en el comportamiento del organismo. La presencia de gl�ndulas secretoras de veneno o sustancias urticantes en muchos animales marinos es una representaci�n activa de los mecanismos de defensa.

Muchos organismos, durante su ciclo vital, producen sustancias t�xicas o ponzo�osas que generalmente son usadas para capturar a sus presas o para autodefenderse de sus depredadores.

En los microorganismos unicelulares estas sustancias reciben el nombre de toxinas, generalmente producidas por c�lulas especializadas que forman gl�ndulas constituidas por una c�lula dotada de organoides celulares, con los que inyectan en su presa estas toxinas paraliz�ndola, facilitando su captura.

Los animales pluricelulares presentan gl�ndulas de veneno formadas por varias c�lulas, en donde producen las sustancias t�xicas que pueden clasificarse en dos tipos: los organismos activamente venenosos que inyectan el veneno mediante diversas estructuras que producen heridas por las que penetra; y los pasivamente venenosos, que tienen sus gl�ndulas y los conductos, pero carecen de los medios para inyectarlos.

Los venenos son sustancias qu�micas complejas formadas principalmente por prote�nas no celulares, que pueden tener propiedades t�xicas y generalmente act�an sobre el sistema nervioso, por lo que son llamadas neurotoxinas, paralizando los m�sculos respiratorios al fallar su activaci�n nerviosa; o propiedades enzim�ticas, que desempe�an un papel importante en la digesti�n de los tejidos de la presa como, por ejemplo, los que producen la destrucci�n de los gl�bulos rojos de la sangre de la v�ctima, provocando su muerte.

Estas sustancias venenosas en ocasiones son de gran utilidad para el animal que las produce, no s�lo en las capturas de sus presas o en su defensa, sino complementando algunas de sus funciones, como en las serpientes, en que parte del veneno es utilizado para digerir su alimento.

Llama la atenci�n el caso del "gusano marino verde", Bonellia viridis, perteneciente al grupo de los Echiurida, que vive alojado en las oquedades de las rocas de la zona costera; presenta larvas potencialmente bisexuales que nadan libremente, y cuando se asientan en un lugar determinado llegan al estado adulto. Si se posa en el fondo del mar, en lugares con una baja concentraci�n de bi�xido de carbono, el organismo se transforma en una gruesa hembra con forma de salchicha de cinco cent�metros de longitud; pero si a la piel de esta hembra se adhieren otras larvas, se produce una sustancia que en algunos animales es venenosa, y que influye ayud�ndolas para transformarse en machos de uno a tres mil�metros de tama�o; �ste es el caso de feminismo m�s marcado que existe en la naturaleza.

Tambi�n es interesante se�alar el hecho de que algunos organismos pueden presentar inmunidad, tanto natural como adquirida, a los venenos de otros animales; �ste es el caso del cangrejo ermita�o o bernardo, Pagurus, que vive dentro de una concha de caracol sobre la cual se adhieren una o dos an�monas Adamsia, animales que producen sustancias t�xicas muy urticantes del tipo de las que secretan las medusas o aguas malas, y que utilizan para capturar su alimento.



Figura 27. Cangrejo ermita�o con sus an�monas.
Cortes�a de la Revista T�cnica Pesquera.

El cangrejo no nace inmune a las toxinas de las an�monas, ya que si se les inyectan a cangrejos j�venes, �stos mueren; en realidad va adquiriendo inmunidad conforme pasa el tiempo durante su asociaci�n con ellas.

En la abundante fauna marina son relativamente pocos los ejemplos de animales venenosos, y en muchas ocasiones se exagera al respecto y se cuentan m�s leyendas que realidades.

Entre los protozoarios se encuentran los dinoflagelados, que son organismos de enorme inter�s biol�gico porque forman parte del primer eslab�n de las cadenas de alimentaci�n acu�ticas e intervienen en la productividad de los mares como alimento de las especies comerciales. Se caracterizan por presentar dos largos flagelos, que utilizan para trasladarse, actuando uno como h�lice y el otro como tim�n.

Estos protozoarios abundan en el plancton marino y algunos presentan como sustancias de reserva l�pidos o grasas que al oxidarse producen bioluminiscencia, y que por su cantidad le dan al agua un aspecto de "sopa de tapioca", como en el caso de Noctiluca miliaris, cuya acci�n se observa en las noches oscuras durante las cuales el mar brilla recibiendo el nombre de "erdentia" o "ardor de mar", y en ellas se incrementa la pesca.

Otros dinoflagelados tienen en su cuerpo pigmentos rojos que son los responsables de que el mar tome esta coloraci�n cuando la poblaci�n aumenta, a lo que se denomina "hematotalasia" o tambi�n "purga de mar", por la creencia de los pescadores y marinos de que cuando esto sucede el mar se purga o menstr�a, y de esta manera elimina sus heces y humores malignos.

Los que ocasionan esta "marea roja" producen una o varias sustancias t�xicas que tienen acci�n irritante sobre las mucosas, sobre todo el aparato respiratorio de los animales, provocando la asfixia y la muerte. Principalmente se ven afectados los sedentarios que est�n fijos y los otros bent�nicos con movimiento muy restringido, ya que los de mayor capacidad de desplazamiento se alejan r�pidamente. Flotando o arrojados a la costa se observa una gran cantidad de peces, holoturias, crust�ceos, etc�tera.

El hombre tambi�n es da�ado por la acci�n de estas toxinas, que le producen congestiones nasales y de la conjuntiva cuando hace contacto con el agua. Se han reportado muertes de personas que han comido animales capturados en zonas de marea roja.

Otro grupo de animales marinos venenosos que llama la atenci�n es el de los cnidaria, tambi�n llamados celenterados o p�lipos, conocidos y estudiados desde �pocas remotas. Arist�teles los design� con el nombre de "akalephe", que se traduce como "ortiga de mar", y con el de "cnidos" que tambi�n significa ortiga, debido al escozor que producen en la piel humana cuando se pone en contacto con ellos.

Los nombres comunes que se aplican a estos animales son muy variados, pero la mayor�a se relacionan con la acci�n urticante que producen sobre la piel. As� se puede mencionar el de ortigas de mar para las an�monas o actinias, el de aguasmalas para las medusas, y el de "corales de fuego" para ciertas especies coloniales que viven en los arrecifes madrep�ricos de mares tropicales.

Entre las c�lulas de los tejidos que estructuran la pared del cuerpo de estos animales existen unos peque��simos organoides formados por una c�lula, para cuya observaci�n se tiene que utilizar el microscopio, los cuales producen sustancias t�xicas urticantes que emplean para capturar sus presas y defenderse.

Estos organoides, denominados nematocisto o cnidocisto, tienen una c�psula esf�rica con un filamento tubular hueco que act�a como dardo ponzo�oso con el cual se inyecta la sustancia t�xica. Su n�mero es grande y est�n dispuestos en grupos muy densos que se pueden comparar a verdaderas bater�as, localizadas en los tent�culos que rodean a la boca. Cuando el organismo dispara, los filamentos se clavan en el cuerpo de la presa o del atacante introduciendo toxinas; posteriormente, el cnidocisto se pierde o queda produciendo otros nuevos y en n�mero suficiente.



Figura 28. Nematocisto.

Los filamentos est�n armados con espinas y ganchos, estructuras que contribuyen a que su acci�n sea m�s eficaz. Las toxinas son sustancias qu�micas del tipo de las prote�nas, que reciben el nombre de acuerdo con la acci�n que producen; unas causan par�lisis en la presa, por lo que se llaman hipnotoxinas, y otras, por su acci�n irritante, son llamadas actinocongestinas.

Los corales de fuego que pertenecen a dicho grupo de animales reciben este nombre por el gran escozor que producen; sus p�lipos est�n protegidos por un exoesqueleto calc�reo parecido al que presentan los verdaderos corales, de color amarillo brillante y con peque�os poros por donde salen los organismos armados de gran cantidad de c�lulas urticantes. Estos falsos corales son frecuentes en los arrecifes madrep�ricos del Golfo de M�xico, como los de Veracruz, litoral del Caribe y Antillas, as� como en el del Atl�ntico Americano Tropical.

Los "sifon�foros", sorprendentes celenterados coloniales flotantes, nadan en las aguas del mar debido a pausados y elegantes movimientos y a la acci�n que el viento ejerce sobre su vistoso flotador, que emite reflejos rojos y azules, del cual cuelga la colonia de organismos. Entre los m�s notables de este grupo se encuentran las fisalias, carabelas o fragatas portuguesas, que llaman la atenci�n por su pomposo flotador provisto de airosa cresta membranosa en forma de vela de barco. Los p�lipos de la colonia presentan un filamento pescador muy largo cargado de c�lulas urticantes que producen escozor intenso en la piel humana, el cual aumenta a medida que pasa el tiempo, pudiendo causar molestias en el aparato respiratorio y en algunas ocasiones par�lisis.

Las fisalias navegan orientando su cresta membranosa oblicuamente a la direcci�n del viento, con sus tent�culos extendidos listos para capturar sus presas, que principalmente son pececillos a los que paralizan los p�lipos que abren sus bocas y empiezan a digerirlos. Es asombroso que, a pesar de ser tan t�xicos estos animales, viva con ellos un peque�o pez llamado nomeos o payaso, el cual es inmune al veneno de la fisalia; se alimenta de los restos de su alimentaci�n y adem�s obtiene protecci�n.

Otro tipo de celenterados llamativos por el poder de su veneno es el de los Acalefos o Escifozoos, en el que no se incluyen las medusas, que por su tama�o son las m�s conocidas por la gente de mar. Su cuerpo tiene la forma de una sombrilla, denominada umbrela, con la boca en la regi�n inferior rodeada de tent�culos con una gran cantidad de c�lulas urticantes. El 95 por ciento del peso de estos animales est� formado por agua, por lo que son transparentes, y debido a esta caracter�stica y a su poder urticante se les ha llamado aguasmalas. Es interesante conocer el caso de la medusa avispa, que el a�o de 1984 mat� a 65 personas en el norte de Australia.



Figura 29. Medusa avispa.
Cortes�a de la Revista T�cnica Pesquera


El tama�o de estos animales, que nadan por contracciones r�tmicas de la umbrela, es generalmente de 5 a 15 cent�metros, aunque algunas llegan a 60 cent�metros; excepcionalmente miden dos metros de di�metro y sus tent�culos varios metros de longitud, como las cianeas, en especial las del Artico, que llegan a pesar una tonelada y sus tent�culos miden 3 metros.

Las medusas se alimentan de animales planct�nicos, principalmente huevos y larvas de peces, que inmovilizan con gran habilidad; son muy voraces y engullen un n�mero extraordinario de ellos. Ellas son atacadas por tortugas y algunos crust�ceos.

El �ltimo tipo de celenterados son los Antozoos, que comprenden especies que se presentan exclusivamente con forma de p�lipos de bell�simos colores, que pueden vivir solitarios o formar colonias de dimensiones sorprendentes. A este grupo pertenecen las an�monas o flores de mar, los corales blandos o plumas de mar, y los corales p�treos o madr�poras que forman los llamados arrecifes.

Todos los antezoarios presentan c�lulas urticantes, pero son sin duda las an�monas o actinias las que se distinguen por su poder urticante. Estos animales son muy conocidos en las costas de todo el mundo, espec�ficamente en los mares c�lidos donde viven especies muy vistosas, ya sea a poca profundidad o alcanzando las grandes fosas oce�nicas, como las que se encuentran en las aguas de Filipinas, a 10 000 metros.

Cuando las an�monas localizan una presa, extienden sus temibles tent�culos cargados de c�lulas urticantes, que disparan, y la paralizan para posteriormente llevarla a su boca e introducirla extendiendo su cuerpo, que toma una forma esf�rica. Digieren su alimento y expulsan despu�s los restos, que en ocasiones son comidos por peces o crust�ceos asociados a ellas.

Son muchas las especies de an�monas que se pueden admirar en todas las costas del mundo. En fondos fangosos, a pocos metros de profundidad extienden sus tent�culos vistosos y delicados los grandes "ceriantos", que est�n al acecho para cualquier presa que quede a su alcance. En las costas rocosas es com�n la "actinia pasionaria", de color rojo o p�rpura, que llama la atenci�n por esos colores y su tama�o.

Son muy interesantes por su comportamiento, ya que algunas an�monas viven asociadas a los cangrejos ermita�os, como las "adamsias", que se fijan en la concha habitada por este crust�ceo que pasea orgulloso dos o tres de ellas con sus tent�culos extendidos y que le brindan protecci�n por el poder urticante de sus toxinas.

Sin embargo, a pesar del poder t�xico de las c�lulas urticantes de las an�monas, dentro de la lucha por la existencia, tambi�n son conocidas por otros organismos que, aunque son pocos, se atreven a acercarse a ellas, como es el caso curioso del "nudibranquio moteado", peque�o molusco que carece de concha, que no s�lo est� inmunizado contra la toxina de la an�mona, sino que la come sin sentir el efecto de los nematocistos.

El siguiente grupo de animales de inter�s por presentar veneno es el de los an�lidos llamados tambi�n "gusanos anillados", por tener su cuerpo dividido tranversalmente por surcos.

Entre los an�lidos marinos se encuentra el grupo de los poliquetos, que reciben este nombre porque su cuerpo est� cubierto por cerdas quitinosas que en ocasiones son urticantes. Su movimiento lo pueden hacer por ondulaciones de su cuerpo, apoyados en las cerdas o nadando con asombrosa soltura.

Unos poliquetos se alimentan de organismos microsc�picos, otros de sustancias en descomposici�n que se encuentran en el fango donde viven; tambi�n pueden comer presas de gran tama�o en relaci�n con su cuerpo, como otros gusanos, moluscos, artr�podos, etc�tera.

Para capturar a sus presas algunos est�n dotados por gl�ndulas venenosas en la base de sus mand�bulas o en los ganchos bucales, por lo que la presa no s�lo sufre los efectos de la mordida, sino tambi�n el de la ponzo�a; ejemplo de esto es el "gusano glicera"

Entre los poliquetos urticantes se encuentran los "gusanos arponeadores" o "gusanos de cerdas de banderillas", que son pobladores frecuentes de mareas tropicales, localiz�ndose en menor proporci�n en las templadas y fr�as. Su cuerpo est� recubierto por cerdas quebradizas, hialinas o transl�cidas, largas y dentadas como un arp�n. Cuando el animal se siente amenazado, las yergue y las deja clavadas en los tejidos blandos de los atacantes, inoculando la secresi�n irritante que hace muy dolorosas las heridas, lo cual es un eficaz modo de defenderse.

Los moluscos constituyen un grupo del reino animal muy importante, y uno de los mejor conocidos, no s�lo por los zo�logos sino tambi�n por aficionados a coleccionar sus conchas o por aquellos que los utilizan como alimento.

Dentro del grupo de los moluscos se encuentran los "conos", que son de los caracoles m�s bellos de los mares c�lidos y tropicales, y se reconocen f�cilmente por la forma c�nica de su concha, la que est� hermosamente decorada con dibujos policromos de aspectos muy diferentes de una especie a otra. Esta caracter�stica hace que la concha de estos animales sea muy apreciada por los coleccionistas, al grado de que el caracol llamado Gloria maris alcanza como precio m�s de mil d�lares.

Si los conos son interesantes por su concha, tambi�n lo son por presentar veneno, lo que ha permitido que los coleccionistas imprudentes que atrapan al animal y lo colocan en sus bolsas sin tomar precauciones se vean intoxicados por el veneno de estos caracoles, que puede ser mortal.

En los conos, algunos de los dientes de la r�dula se transforman en dardos venenosos huecos y terminados en arp�n, en cuya base se encuentra la gl�ndula de veneno, un saco muscular bulboso que al contraer sus paredes impulsa el veneno hacia el tubo de los dardos. El veneno es extraordinariamente t�xico, aunque los conos de los mares del Oc�ano Atl�ntico son menos venenosos que los del Pac�fico Tropical y los del �ndico.

El grupo de los equinodermos comprende animales marinos de forma estrellada, como los lirios de mar, los ofi�ridos, las estrellas, los erizos de mar y las holoturias, que tienen su cuerpo rodeado de brazos o tent�culos colocados alrededor del eje del cuerpo. Son animales s�siles que viven en el fondo de los mares, desde la costa hasta grandes profundidades, ocupando zonas arenosas, oquedades de las rocas, zonas de vegetaci�n, etc�tera.

La protecci�n de los equinodermos la proporciona un n�mero grande de placas o escudos calizos que, a veces, forman un verdadero esqueleto. Sobre las placas se implantan espinas, como en los erizos, o cortos aguijones, en las estrellas, car�cter que da el nombre de equinodermos. Los erizos combinan la protecci�n de las espinas con la producci�n de sustancias venenosas que inyectan en la presa por medio de unos extra�os �rganos que parecen diminutas pinzas de tres ramas, llamados pelicelarios, los cuales en algunas especies est�n relacionados con su gl�ndula t�xica, productora del veneno que inyectan a la presa.

Los erizos venenosos o "diademas" que viven en el tr�pico, presentan largas y esbeltas espinas huecas y quebradizas que son muy dif�ciles de extraer cuando se clavan y producen un moco irritante que hace que las heridas sean muy dolorosas.

Los elasmobranquios o peces cartilaginosos son organismos fundamentalmente marinos, con aberturas branquiales en forma de hendiduras, en los que la piel carece de escamas y en su lugar tienen dent�culos d�rmicos; a este grupo pertenecen los tiburones, las tintoreras, las rayas, etc�tera.

En las "rayas", "mantarrayas" o "diablo de mar", se observa que su cuerpo est� formado por la fusi�n de la cabeza, el tronco y el primer par de aletas, tomando un aspecto romboidal aplastado, y de este cuerpo sale una cola en forma de l�tigo muy flexible y que termina en punta.

En la base de la cola, y colocado dorsalmente, se encuentra un aguij�n o espina cuyos bordes son dentados, el cual puede causar heridas muy graves, ya que con �l inocula sustancias t�xicas.

Otro de los grupos de vertebrados es el de los peces, caracterizados por tener un esqueleto �seo, piel cubierta por escamas, y branquias dentro de dos cavidades. Viven en aguas dulces y saladas y algunos son venenosos, como es el caso del "pez piedra", que tiene su regi�n dorsal cubierta por espinas que inoculan sustancias t�xicas muy venenosas; estos peces se confunden muy f�cilmente con peque�as piedras del fondo marino y cuando se tocan extienden sus espinas para defenderse. Sobre todo resulta peligroso el aguij�n que tienen en la base de la aleta dorsal.

Otro ejemplo es el "pez escorpi�n" o "pez mariposa", que vive en los arrecifes coralinos formando parte del bello paisaje que en ellos se encuentra: sus aletas dorsales est�n armadas con espinas, en algunos casos 18, que inyectan un veneno sumamente t�xico para el hombre, aunque s�lo recurre a este medio defensivo cuando se ve atacado.


Figura 30. Pez mariposa.
Cortes�a de la Revista T�cnica Pesquera.


Entre los reptiles existen algunas serpientes venenosas que han regresado a vivir en el mar, aunque para respirar tengan que sacar la cabeza para tomar el aire de la atm�sfera. Tal es el caso de las llamadas "serpientes marinas" que pertenecen a varios g�neros y especies, con organismos hasta de 1.50 metros de largo localizadas en el estrecho de M�laga, que separa Sumatra de Singapur, y cuyo veneno es 10 veces m�s t�xico que el de las serpientes terrestres.

Como otro tipo de adaptaci�n de defensa se puede mencionar la presencia de �rganos el�ctricos, aut�nticas pilas o acumuladores capaces de producir descargas que matan o inmovilizan a los agresores o a las presuntas presas. Se encuentran en el cuerpo de algunos peces que tienen la forma de una anguila, es decir, su cuerpo es cil�ndrico y termina plano, estando sus aletas muy reducidas.

Los organismos marinos pueden presentar adaptaciones a otros tipos de vida que se consideran especiales, como aquellos que viven permanentemente enterrados, generalmente de cuerpo blando, como son los gusanos marinos y el protocordado llamado balanogloso; o aquellos que lo hacen transitoria o espor�dicamente, como medio de salvaci�n para pasar inadvertidos ante un ataque, bien como forma preparatoria de una acci�n defensiva, como ocurre por ejemplo con los peces de fondo como los lenguados y rodaballos, o los peces ara�a, que se entierran dejando solamente los ojos al descubierto para lanzarse sobre la presa que se acerca sin verlos.

Son tambi�n formas defensivas las diversas manifestaciones de asociaciones biol�gicas llamadas simbiosis, que pueden ser de varios tipos como el comensalismo e incluso el parasitismo; as� sucede con las asociaciones entre los cangrejos ermita�os, las esponjas y las an�monas, en donde un cangrejo que tiene su abdomen desprotegido busca una concha de molusco para protegerlo, y a �l se fijan las esponjas y las an�monas que se brindan ayuda mutua.

Otras asociaciones muy interesantes son las que presentan los pececillos "fieraster" con las holoturias o pepinos de mar, en cuyo tubo digestivo se guarece el pez comiendo los restos de alimento del pepino. La de los jureles j�venes que se resguardan en el interior de las umbrelas de determinadas medusas, y las de los peces piloto o r�moras que acompa�an a los tiburones.

Los organismos marinos desarrollan otros mecanismos para su defensa y para la captura de sus presas entre los que se pueden mencionar los siguientes:

Los moluscos desprovistos de concha externa, como algunos cefal�podos, por ejemplo los pulpos, poseen otros procedimientos muy especializados para capturar a sus presas y huir: tienen la famosa bolsa de la tinta que lanzan por el sif�n y difunden en el agua, principalmente cuando se ven atacados, produciendo la m�s perfecta nube de ocultaci�n que pudiera so�arse para una acci�n b�lica ofensiva y defensiva. Los brazos est�n dotados de varias series de perfectas ventosas que les sirven para la captura de sus presas, a las que, en ocasiones, pueden paralizar por la inoculaci�n de secreciones venenosas.

Algunos de los crust�ceos que se protegen por medio de sus caparazones, a veces de gran consistencia, est�n dotados con poderosos medios de ataque, como son, por ejemplo, las pinzas o quelas de los dec�podos, particularmente notables en el caso de los cangrejos y las fuertes langostas.

Las tortugas, que pertenecen al grupo de los quelonios, se defienden merced a sus duros caparazones bajo los que pueden ocultar la cabeza para mayor seguridad y capturar a sus presas gracias a fuertes picos c�rneos con los que las destrozan.

Algunas de estas adaptaciones que se presentan en los organismos marinos para su defensa y ataque resultan especialmente nocivas para el hombre, ya sea de manera directa, cuando lo atacan, como en el caso de las serpientes marinas cuya mordedura puede ser mortal para �l, o de manera indirecta, cuando son utilizados estos seres marinos como alimento; por ejemplo, las gl�ndulas sexuales de los equinodermos, utilizadas como alimento en algunos pa�ses como Francia, en donde son muy estimadas las de los erizos, pueden ser venenosas o al menos producir trastornos gastrointestinales en determinados casos.

Los moluscos como las ostras, que se alimentan de materia viva o detr�tica en suspensi�n en el agua, acumul�ndola en su interior, cuando viven en las cercan�as de los desag�es de alcantarillas de ciudades pueden transformarse en elementos portadores y transmisores de g�rmenes pat�genos, como los de la fiebre tifoidea, sobre todo si se consumen en fresco, sin previa depuraci�n.

La carne y los �rganos de algunos peces son venenosos para el hombre, como la del pez erizo o la del botete; tambi�n lo son los h�gados del boquidulce, de las pintarrojas y de los gatos marinos, as� como el de los escualos de profundidad, que, como es sabido, pueden llevar hidrocarburos en sus aceites.

En el medio marino existe una diversidad de organismos caracter�sticos con comportamiento biol�gico propio, en el que destaca una lucha justa por la existencia. Los seres que forman esta fauna presentan adaptaciones para defenderse y atacar a otros para poder subsistir. Los organismos no atacan s�lo por molestar a sus vecinos, cuando lo hacen tienen un fin: su subsistencia o la conservaci�n de especie.

�ndiceAnteriorPrevioSiguiente