XXII. EL ALQUIMISTA CIENT�FICO

CON frecuencia se dice que los hombres de ciencia modernos somos herederos de los alquimistas medievales. Cuando la relaci�n no se establece con intenciones peyorativas, generalmente implica cierto paralelismo en formas de vida, en m�todos de trabajo, en objetivos y en resultados. Los alquimistas se consideran como protocient�ficos y como precursores de los actuales hombres de ciencia y sus antiguos laboratorios como los ancestros en l�nea directa de las actuales instalaciones donde se cultiva la ciencia. La idea es atractiva e interesante pero completamente equivocada; se basa en un conocimiento superficial e inadecuado, tanto de los alquimistas como de los cient�ficos.

Sabemos que los alquimistas florecieron como gremio durante la baja Edad Media y que persistieron hasta muy avanzado el Renacimiento. Trabajaban en sitios escondidos, s�tanos de castillos o cuevas, y sus actividades se realizaban preferiblemente de noche, ya que buena parte de los encantamientos que segu�an requieren la luz de la Luna. Envueltos en el misterio de la oscuridad y de la leyenda, realizaban procedimientos secretos y con no pocos elementos sobrenaturales; se dec�a que muchos de ellos ten�an distintos pactos con el Diablo. Uno de los alquimistas m�s famosos sirvi� de modelo para la leyenda del doctor Fausto.

Los alquimistas persegu�an tres objetivos: la transmutaci�n de los metales comunes en oro, la piedra filosofal y el elixir de la eterna juventud. Entre sus instrumentos favoritos se contaban el fuego, fuelles, retortas, alambiques y el Gran Vaso de Hermes o Huevo Filosofal. Los doce procesos requeridos para realizar el Gran Trabajo y generar la piedra filosofal eran calcinaci�n, congelaci�n, fijaci�n, soluci�n, digesti�n, destilaci�n, sublimaci�n, separaci�n, ceraci�n, fermentaci�n, multiplicaci�n y proyecci�n. Sus textos m�s respetados forman lo que hoy se conoce como Corpus Hermetico, junto con el Speculum Secretorum alchemiae, de Roger Bacon, el Semita Recta, de Albertus Magnus, y la Tabla Esmeraldina, atribuida al mism�simo Hermes Trimegisto. Estos libros se caracterizan por su lenguaje oscuro y condensado, as� como por su contenido esot�rico y misterioso. Finalmente, debo agregar que, juzgados por el resultado de sus trabajos a lo largo de ocho siglos (VIII-XVI), los alquimistas fracasaron completamente: ninguno de ellos fue capaz de transmutar otros metales en oro, de producir la piedra filosofal, o de encontrar el elixir de la juventud eterna (desafortunadamente).

En cambio, los cient�ficos modernos no nos escondemos para trabajar sino todo lo contrario: la ciencia es quiz� la �nica actividad humana que se desarrolla completa a la vista de todo el mundo. Es m�s, la ciencia requiere para existir como tal que no haya ni misterios ni secretos en su contenido, sino que necesita y disfruta con la m�s amplia difusi�n de sus resultados. Es cierto que algunos colegas m�os trabajan hasta las altas horas de la noche, pero no lo hacen para esconder sus actividades sino por cualquiera de dos razones: o son tan apasionados de su profesi�n que no pueden tolerar estar muchas horas lejos de sus laboratorios, o simplemente sufren de insomnio.

Los procedimientos que realiza el cient�fico moderno no son misteriosos ni incluyen influencias sobrenaturales, sino todo lo contrario. A pesar de la enorme diversidad de la ciencia contempor�nea, casi todos lo cient�ficos pueden resumir lo que hacen en dos cosas: tener ideas y ponerlas a prueba. El m�todo cient�fico es simplemente eso: imaginarse c�mo podr�a ser un segmento de la realidad y proceder a poner a prueba tal esquema imaginario con todo el rigorismo y la objetividad de que sea capaz el investigador. Al rev�s del alquimista, cuyos procedimientos estaban prescritos y se limitaba a seguirlos al pie de la letra, el cient�fico moderno posee y disfruta la m�s amplia libertad para dise�ar su trabajo; sus �nicas limitaciones son su propia imaginaci�n y las fronteras de la realidad, que no debe desbordar si quiere seguir siendo investigador cient�fico. Adem�s, el texto m�s respetado por el hombre de ciencia contempor�nea, el que "siempre tiene la raz�n", es el libro de la naturaleza.

Finalmente, juzgado por los resultados de sus trabajos, el cient�fico moderno ha tenido un �xito fenomenal. A partir del Renacimiento, �poca en que se inici� la revoluci�n cient�fica, el factor m�s importante en la transformaci�n f�sica de nuestro planeta y en la estructura de la sociedad ha sido la ciencia. De hecho, es dif�cil encontrar otra actividad humana que haya tenido un impacto tan profundo y tan trascendental en la vida del hombre, en un plazo tan breve. Los alquimistas quer�an lograr la transmutaci�n de los metales y fracasaron; los cient�ficos modernos transforman todos los d�as el oropel de nuestros sue�os, ilusiones y esperanzas en el oro de nuestro conocimiento.

Por eso empec� se�alando que los alquimistas medievales en realidad no son los predecesores de los cient�fico modernos; cuando m�s, podr�an servir como modelos negativos o como la ant�tesis de los hombres de ciencia contempor�neos.

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