XXIV. LA FUGA DE CEREBROS

EN A�OS recientes se han realizado varias encuestas en M�xico para conocer el tama�o de nuestra fuerza cient�fica. Como quiera que se mida (n�mero de cient�ficos activos, n�mero de proyectos en marcha, n�mero de publicaciones, n�mero de estudiantes graduados, etc.) los resultados siempre han confirmado lo que todos sospechaban y los cient�ficos sab�amos muy bien: como el resto del pa�s, la ciencia en M�xico est� subdesarrollada. Uno de los datos m�s elocuentes (por mencionar s�lo uno, que apoya lo que sigue) es que mientras en M�xico s�lo hay una persona trabajando en la ciencia y el desarrollo por cada 10 000 habitantes, en la Rep�blica Federal Alemana hay 20, en Jap�n 36, en Israel 40 y en EUA 42. Eso quiere decir que para nuestro pa�s cada cient�fico es 20 veces m�s importante que en Alemania o 40 veces m�s importante que en los EUA. Por lo tanto, podr�a suponerse que uno de los "problemas nacionales" con m�s alta prioridad deber�a ser la "fuga de cerebros cient�ficos". Nada de eso. Tambi�n se pensar�a que las autoridades e instituciones responsables de la contrataci�n, apoyo, reconocimiento y retenci�n de los hombres de ciencia en M�xico ya han realizado un estudio exhaustivo de las condiciones �ptimas para cumplir con sus objetivos. Nada de eso. Tambi�n parecer�a l�gico que cada caso individual de "fuga de un cerebro cient�fico" fuera objeto de un an�lisis cuidadoso y profundo, que permitiera ir corrigiendo las fallas en el sistema detectadas por el pr�fugo. Nada de eso. Finalmente, se hubiera esperado que la Academia de la Investigaci�n Cient�fica tomara la iniciativa de llamar la atenci�n de las m�s altas autoridades pol�ticas y acad�micas de M�xico a este urgente problema. Nada de eso.

La pol�tica oficial de M�xico ante el obvio y grave problema de la "fuga de cerebros cient�ficos" ha oscilado entre la falta total de reconocimiento de su existencia y la burla grotesca, ignorante y de p�simo gusto ante su urgente realidad. Sin embargo, el problema no s�lo existe desde hace muchos a�os sino que en estos tiempos su magnitud amenaza con agravarse en forma inminente. Las consecuencias de tal p�rdida ser�an mucho m�s dolorosas y prolongadas que la ca�da del precio del petr�leo en el mercado internacional, porque no s�lo comprometer�an nuestro presente sino que adem�s cancelar�an nuestra participaci�n en el futuro; de hecho, en el mundo contempor�neo y en el siglo XXI (en el que van a vivir nuestros hijos y nuestros nietos) no hay lugar para los pa�ses que no sean cient�ficamente fuertes. Los dos ejemplos m�s claros de la disyuntiva que nos presenta el futuro son Ir�n y Jap�n, dos pa�ses con tradiciones culturales antiguas y riqu�simas; sin embargo, despu�s de sacudirse heroicamente de una dictadura brutal (la del shah), Ir�n escogi� un camino radicalmente anticient�fico. En cambio, Jap�n termin� la segunda Guerra Mundial derrotado y casi totalmente destruido, pero apenas 40 a�os despu�s ya funciona en nuestro mundo como un joven y poderoso gigante, gracias a que adopt� un desarrollo basado en la ciencia y la tecnolog�a. La medida m�s genuina del �xito de cualquier estructura social es el grado de paz y felicidad que alcanzan todos sus miembros; en mi opini�n, a principios de este a�o de gracia de 1986, los ciudadanos iran�es son mucho menos felices que los ciudadanos japoneses, y adem�s lo van a seguir siendo por muchos a�os m�s.

Todo lo anterior es preliminar a los siguientes comentarios sobre las distintas formas que actualmente adopta la "fuga de cerebros cient�ficos" en M�xico, tal como las percibe un miembro antiguo y permanente de nuestra "comunidad cient�fica". En mi opini�n, la "fuga de cerebros cient�ficos" que nos agobia y pone en grave peligro nuestro futuro ocurre a trav�s de tres salidas o compuertas diferentes: 1) la "muerte prematura"; 2) la "fuga interna" y 3) la "fuga externa". Veamos algunas caracter�sticas de cada una de ellas, pero no sin antes aclarar que no considero este an�lisis ni completo ni definitivo, sino m�s bien preliminar.

1) La muerte prematura. Si se estuviera tratando de medir con cierta precisi�n la magnitud total de la "fuga de cerebros cient�ficos" en M�xico en los �ltimos 10 a�os, �ste ser�a el componente m�s dif�cil de cuantificar. La raz�n es que se refiere a todos aquellos estudiantes que alguna vez incluyeron a la ciencia entre sus opciones para el futuro, pero la cancelaron tan pronto como obtuvieron informaci�n confiable sobre varios par�metros cruciales, como son su promesa de impacto en los problemas sociales m�s urgentes de M�xico, su relevancia en una sociedad que todav�a tiene que decidir si acepta a la ciencia como una alternativa viable para planear su futuro, su aceptaci�n como una profesi�n para los padres de la que los hijos pudieran estar orgullosos y defender con �xito cuando en la escuela preprimaria surja la inevitable pregunta: "�Qu� es (o qu� hace) tu pap�?." La respuesta "es un investigador cient�fico" tendr� que tener el mismo peso que otras respuestas, como "es m�dico", o "es abogado", o "es comerciante", o hasta "no s�" . Lo que no puede ocurrir es que cuando el ni�o interrogado de esa manera conteste que su padre es un hombre de ciencia, la reacci�n general sea de conmiseraci�n o de l�stima, porque entonces el ni�o seguramente no seguir� los pasos de su padre.

La "muerte prematura" es un fen�meno palpable en las instituciones de educaci�n superior, en donde los investigadores vemos a los mejores estudiantes pasar de largo frente a la puerta de nuestros laboratorios. Cada vez resulta m�s dif�cil convencer a los j�venes inteligentes y capaces de que se incorporen a las filas de la ciencia; la gran mayor�a prefieren (y con raz�n) las profesiones libres que pueden ejercerse sin necesidad de depender de un sueldo y para las que no cuentan las disposiciones como la de "ni una plaza nueva m�s", que a principios del a�o pasado congel� el mercado de trabajo de los cient�ficos acad�micos mexicanos. Finalmente, la "muerte prematura" como mecanismo de "fuga de cerebros" funciona cuando alg�n estudiante de maestr�a o doctorado decide abandonar el grado acad�mico y dedicarse a otras actividades, decepcionado por los problemas de obtenci�n de material y equipo, que cada vez est�n peor y no presentan visos de posible mejor�a.

2) La fuga interna consiste en el abandono de trabajo cient�fico por ocupaciones administrativas o de otros tipos. Cuando esto ocurre con un investigador ya maduro y con una carrera muy productiva detr�s de �l, y si adem�s se trata de administrar a la ciencia, todos salimos ganando. Para citar un solo ejemplo, el doctor Arturo Rosenblueth, uno de los cient�ficos m�s distinguidos que ha tenido M�xico y que fue jefe del Departamento de Fisiolog�a del Instituto Nacional de Cardiolog�a por varios lustros, se retir� de ese laboratorio para fundar y dirigir durante sus primeros a�os al Centro de Investigaci�n y Estudios Avanzados. Pero esto no siempre ocurre as�; lo m�s frecuente es que un investigador joven y con toda la vida por delante, cambie el laboratorio por un escritorio, encandilado por la posibilidad de adquirir autoridad para resolver tantos y tantos problemas con los que ha tenido que enfrentarse y en los que siguen empantanados sus colegas. Lo grave de esta situaci�n es que al investigador no se le puede sustituir con otro porque no hay, mientras que el trabajo administrativo es menos especializado y por lo tanto es m�s f�cil encontrar sustituto para que lo desempe�e.

3) Finalmente, la fuga externa es la variedad m�s conocida y a la que habitualmente se hace referencia cuando se habla de "fuga de cerebros". Consiste en el exilio de los cient�ficos mexicanos, que dejan nuestro pa�s y se van a vivir al extranjero, en donde encuentran mejores condiciones de trabajo. �sta es una realidad dolorosa, que le ha costado a M�xico algunas de sus mejores gentes. No se crea que es cosa del pasado; el �xodo es continuo y actual. En un pa�s en donde los investigadores cient�ficos somos tan pocos, cada uno que se exilia es una p�rdida grave; adem�s, son precisamente los m�s productivos, los que han formado grupo y han adquirido prestigio internacional, los que reciben las mejores ofertas del extranjero. Y no se crea que se trata de mercenarios, interesados �nicamente en aumentar sus ingresos personales (aunque tampoco son sordos a la posibilidad de ofrecerle una vida m�s c�moda a su familia); son cient�ficos en b�squeda de m�s horas invertidas en investigaci�n y menos energ�as gastadas en frustraci�n.

La "fuga de cerebros cient�ficos" es un verdadero "problema nacional" que deber�a recibir la m�s alta prioridad de las autoridades relevantes. Lo peor que puede hacerse es negar su existencia o acusar demag�gicamente a los que se van de "malos mexicanos". Es indispensable que el problema se mire de frente y con honestidad, se examine minuciosamente sus causas y se propongan y ejecuten las medidas para eliminarlas. Se trata de una verdadera emergencia, en vista de que la crisis est� haciendo cada vez m�s dif�cil la vida y el trabajo de los cient�ficos mexicanos.

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