XXXI. LEONARDO Y LA CIENCIA

DE TODO lo que voy a decir en estas l�neas, quiz� lo �nico que no despierte objeciones es que Leonardo da Vinci fue un verdadero genio. Temo que la aprobaci�n sea menos un�nime si agrego que adem�s fue uno de los �ltimos genios universales; puede objetarse, por ejemplo, que no descoll� entre los poetas de su tiempo ni se le conocen obras hist�ricas, aparte de que su educaci�n cl�sica fue deficiente y su dominio del lat�n y del griego nunca rebas� los niveles m�s elementales. De hecho, la universalidad del genio de Leonardo se ha aceptado como reconocimiento a su excelencia en dos campos de la cultura que tradicionalmente se consideran incompatibles, o por lo menos opuestos: la ciencia y el arte.

Los intereses cient�ficos de Leonardo eran m�ltiples; la f�sica —representada por la �ptica, la mec�nica y la hidr�ulica—, la astronom�a, las matem�ticas y la geograf�a; tambi�n la biolog�a, con atenci�n principal a la bot�nica, la fisiolog�a y la anatom�a, tanto humana como comparada. Por otro lado, Leonardo es tambi�n uno de los m�s grandes artistas que ha conocido la humanidad, que lo cuenta entre sus mejores pintores, aunque adem�s era un escultor extraordinario. Y no deben olvidarse otros intereses de Leonardo, como la m�sica, la fon�tica, la geolog�a y el vuelo de los p�jaros, ya que en todos ellos contribuy� con observaciones originales y valiosas, a pesar de que fueron (a juzgar por el volumen de sus apuntes para cada uno de ellos) intereses colaterales.

Llama la atenci�n que a su muerte, el balance de la obra de Leonardo haya sido el siguiente: menos de 20 cuadros terminados, ninguna estatua completa, ninguna m�quina o invento funcionando, ning�n libro, ning�n disc�pulo digno de su maestro en ninguna de las m�ltiples �reas del quehacer en que invirti� sus energ�as y fij� su genio. La verdadera obra de Leonardo, aparte de sus cuadros, fueron las 5 000 p�ginas de notas y dibujos soberbios, que permanecieron sin ser le�das y admiradas por los siguientes 250 a�os. Si su estilo de pintura tuvo cierta influencia en sus sucesores, sus inventos y disecciones no tuvieron ninguna.

�Por qu�, entonces, Leonardo persiste como una de las figuras excelsas de todos los tiempos? Recordemos que al final de su vida, el rey de Francia le ofreci� un retiro tranquilo y seguro en Amboise, en una modest�sima casa en Cloux, que ocup� de 1516 a 1519, a�o en que muri�. En las �ltimas p�ginas de su libro de notas escribi�, una y otra vez: "Decidme si cuando menos se hizo una sola cosa... Decidme si cuando menos se hizo una sola cosa"

Esto sugiere que al final, el propio Leonardo ten�a dudas respecto a su trabajo, a los resultados de todo aquel talento y todo el esfuerzo invertidos en tantos proyectos. Si el lector piensa que exagero, lo invito a que contemple el famoso autorretrato de Leonardo, hecho con gis rojo, que actualmente se encuentra en la Biblioteca Real de Tur�n (este autorretrato sirvi� de modelo para el Plat�n de Rafael Sanzio en su mural La Escuela de Atenas, que adorna una pared de la Sala de las Firmas, en el Vaticano); los ojos reflejan una tristeza profunda y el gesto de la boca traduce una enorme amargura.

Leonardo fue un ni�o prodigio, la personificaci�n del genio natural, tan apreciado en el Renacimiento. Adem�s, Leonardo prefiri� siempre la naturaleza a los autores cl�sicos griegos y latinos, apart�ndose as� de sus contempor�neos humanistas. Antes que �l, cerca del a�o 1450, los humanistas hab�an trascendido a los escol�sticos medievales y sus especulaciones hab�an vuelto a los autores cl�sicos y paganos, o sea a las literaturas griega y latina originales. Leonardo no los sigui� por ese camino sino que se dedic� a la observaci�n personal de la naturaleza. Sus primeros dibujos anat�micos datan de 1497-1499 y reflejan gran conocimiento de la anatom�a de la superficie del cuerpo humano pero poca familiaridad con los �rganos internos; en esa �poca Leonardo empez� a planear un texto de anatom�a en colaboraci�n con Marcantonio della Torre, un profesor de la Universidad de Pavia, pero esa empresa nunca se llev� a cabo. Leonardo sigui� disecando y dibujando, no s�lo cad�veres humanos sino tambi�n de animales, especialmente caballos. Los dibujos anat�micos de sus �ltimos a�os en Mil�n revelan no s�lo una observaci�n minuciosa, sino tambi�n su espl�ndido sentido art�stico; puede decirse que con Leonardo se inicia la escuela de ilustradores anat�micos que consideran que no hay ninguna raz�n para que los libros de anatom�a tengan im�genes feas o hasta repugnantes.

En 1953, el famoso humanista norteamericano John H.Randal public� un art�culo con el t�tulo de "El sitio de Leonardo da Vinci en la emergencia de la ciencia moderna". Su an�lisis se refiere a tres proposiciones generales, que pueden resumirse como sigue:

1) Leonardo no fue un hombre de ciencia, en el sentido en que �l mismo y sus contempor�neos entend�an la ciencia, o en cualquier otro sentido que se le haya dado desde entonces. Era un artista polifac�tico, que poco a poco se fue interesando en diversos problemas cient�ficos, en detrimento de su producci�n art�stica.

2) No existe en todos los escritos de Leonardo ninguna idea cient�fica nueva y/o original, cuando se estudia con detalle el nivel del conocimiento de la naturaleza en su tiempo.

3) Aun cuando Leonardo hubiera tenido ideas cient�ficas originales, su influencia entre sus contempor�neos hubiera sido muy limitada o nula, en vista de que sus contribuciones no se publicaron sino hasta 1881-1891 (en los c�dices de Par�s) y 1894 (en el C�dice Atl�ntico).

En vista de estas proposiciones, Randall concluy� que Leonardo no tuvo nada que ver con la emergencia de la ciencia moderna. De hecho, nuestro genio repite los conceptos arist�telicos que prevalec�an en su tiempo:

... se fascina con alg�n problema en particular y no le interesa construir un cuerpo sistem�tico de conocimiento. Su inter�s de artista en lo particular y lo concreto, que inspira su observaci�n cuidadosa, precisa y exacta, se proyecta m�s all� por su tremenda curiosidad en un estudio anal�tico de los factores involucrados. Su pensamiento siempre parece estarse moviendo de la particularidad de la experiencia del pintor a la universalidad de la ciencia, sin que logre llegar hasta all�.

En mi opini�n, esa es la clave para entender el papel de Leonardo en el desarrollo de la cultura occidental. Como artista, ten�a la experiencia de que los detalles de la naturaleza permiten distinguir a un �rbol de otro, a una piedra de otra, a una escena compleja de otra; adem�s, tal distinci�n les confiere un significado diferente a cada una de las distintas configuraciones que se comparan. Esta experiencia no se origin� con Leonardo; los pintores del Renacimiento que lo precedieron ya la hab�an descubierto y utilizado con gran �xito, como puede comprobarse en las obras de Bosch, Brueghel y Durero. Pero ninguno de estos genios pict�ricos hizo lo que Leonardo: transplantar la percepci�n y sensibilidad del artista al equipo esencial del cient�fico.

De acuerdo con Leonardo, la naturaleza nos habla en el idioma de los detalles, de las minucias, de los aspectos del mundo exterior que en primera instancia estamos tentados a pasar por alto o a juzgar como menores y/o irrelevantes. Leonardo se enfrent� a esta infinita realidad con su pincel seguro y elegante y su mirada fotogr�fica, y reprodujo fielmente a la naturaleza en su Anunciaci�n, en su Virgen de las rocas y en su San Juan Bautista. Hasta aqu� todo iba muy bien, pero si ah� se hubiera quedado Leonardo s�lo hubiera sido un pintor m�s del Renacimiento, como Caravaggio, Piero della Francesca o su propio maestro, Andrea del Verrochio. Pero Leonardo dio un paso m�s, que lo arranca del Renacimiento y lo coloca entre nosotros, en un salto prodigioso de cuatro siglos: Leonardo llev� su descubrimiento de la importancia est�tica de la estructura fina de la naturaleza al laboratorio. Gracias a su influencia, los grandes esquemas cosmol�gicos, las generalizaciones de car�cter universal, y los enunciados de leyes generales fueron cediendo su lugar (poco a poco) a pronunciamientos de alcances m�s restringidos, a postulados con aplicaci�n m�s limitada. Leonardo le quit� a la ciencia su primitivo car�cter de or�culo inapelable y la resitu� en una posici�n menos egregia pero mucho m�s respetable. En vista de la naturaleza de las cosas, tal acci�n s�lo pod�a ser realizada por un artista genial con intereses cient�ficos serios.

Esa es la enorme importancia de Leonardo para la ciencia moderna. Con su atenci�n minuciosa al detalle se�al� que el camino para alcanzar el conocimiento de la naturaleza requiere la reducci�n de los problemas a las dimensiones que puedan manejarse, sin pasar por alto aspectos que puedan ser cruciales. La ciencia no puede empezar con grandes preguntas, como "�Cu�l es la naturaleza del Universo?"; m�s bien, debe terminar en ellas. Y para llegar a este final conviene iniciar los trabajos modestamente, con preguntas concretas sobre fen�menos espec�ficos, y no pasar a otros hasta que no conozcamos bien a los primeros, con todo detalle, con la misma paciencia y (�por qu� no?) con la misma elegancia que nos leg� Leonardo.

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