XXXIII. INSANABILE SCRIBENDIS CACOETHES

EL T�TULO de estas l�neas identifica (en lat�n) una enfermedad poco com�n, que afecta a individuos de ambos sexos y de cualquier edad (pero rara antes de los 8-10 a�os), y aunque progresiva e incurable, tambi�n es benigna y las personas enfermas pueden alcanzar edades tan avanzadas como el resto de la poblaci�n. Hasta donde he podido averiguar, la enfermedad no es contagiosa y no se ha descartado un posible componente gen�tico o de predisposici�n; aunque su causa es totalmente desconocida, los autores est�n de acuerdo en que un elemento curioso es la regla en los pacientes: leen mucho.

Insanabile scribendis cacoethes (ISC) significa "enfermedad incurable de escribir". El padecimiento es tan antiguo como el hombre (�nico animal que sabe escribir) y entre quienes lo han sufrido se cuentan a Herodoto, Plinio, Tuc�dides, Plat�n, Arist�teles, los Evangelistas, Plotino, Galeno, San Agust�n, Santo Tom�s, Erasmo, Dante, Shakespeare, Cervantes, Netzahualc�yotl, Melville, Kafka, Mann, Hemingway, Yourcenar, Reyes, Garc�a M�rquez, y muchos otros, pero que frente a los miles de millones de seres humanos no afectados por esta enfermedad que han vivido en la Tierra desde que H. sapiens surgi�, hace unos 50 000 a�os, realmente son muy pocos, representan una fracci�n infinitesimal y cuantitativamente despreciable de la humanidad. Pero cualitativamente son indispensables para identificar y definir al hombre porque son los representantes de su conciencia, los portadores de su voz y los testigos de su historia y de sus sue�os.

Desde luego, hay muchas maneras de escribir y much�simos temas posibles. Para el enfermo de ISC esto abre un mundo casi infinito de posibilidades: cartas, cuentos, novelas, ensayos, teatro, poes�a, periodismo y otras formas gen�ricas m�s est�n al alcance de todos, mientras los textos m�s t�cnicos corresponden a los especialistas y los libros de filosof�a... a los filos�fos. Adem�s, no solamente todo lo que existe en el Universo puede ser tema de un escrito, sino tambi�n todo lo que puede generar la imaginaci�n humana. Para el enfermo de ISC el problema no es encontrar un tema y decidir si lo tratar� como cuento humor�stico o poema alejandrino; el problema es no escribir. Un amigo que sufre de ISC cr�nica grave me dijo: "Antes siempre estaba escribiendo un libro, pero debo haber empeorado porque ahora, �estoy escribiendo dos al mismo tiempo!"

Un paciente con ISC es relativamente f�cil de reconocer: si va por la calle lo m�s probable es que traiga varios libros bajo del brazo y que camine distra�do, mirando todo pero no viendo nada, desali�ado y ligeramente despeinado (si no es que viste como "hippie", con morral y huaraches), con una expresi�n entre beat�fica y ausente. En cambio, si se encuentra en una librer�a (su h�bitat m�s com�n) su aspecto cambia radicalmente y puede adoptar dos formas, conocidas como A y B: en la forma A se transforma en un enajenado que va de un estante de libros a otro de manera intempestiva, intenta examinar varios vol�menes al mismo tiempo, gesticula grotescamente y se r�e con s� mismo, atropella a otros clientes sin disculparse (sin darse cuenta siquiera) y sale y entra varias veces a la librer�a, como si le fuera dif�cil alejarse de ella (que es exactamente lo que le pasa). En la forma B, tambi�n conocida como catat�nica por los franceses (catathonique) el enfermo de ISC llega violentamente a la librer�a, toma un libro, lo abre y permanece absolutamente inm�vil y est�tico por periodos de 9 ±2 horas promedio. La forma B puede terminar de dos maneras: o el sujeto con ISC es violentamente arrojado de la librer�a por los empleados cuando llega la hora de cerrar, o bien cesa el ataque y el paciente (sin comprar el libro) abandona normalmente el local. �lvaro G�mez Leal, un conocido estudioso regiomontano de la ISC, ha se�alado que entre las mujeres afectadas existe una pronunciada tendencia a tener gatos (de los que hacen "miau") en su casa.

Naturalmente, la ISC se manifiesta sobre todo por la escritura continua y compulsiva, que no toma en cuenta ni las dotes de escritor del paciente ni la cr�tica y la tolerancia de los posibles lectores. Otro amigo que tambi�n sufre de ISC cr�nica confiesa que escribe entre 7 y 16 cartas diarias, dirigidas a sus amigos y a un ej�rcito de otros amigos imaginarios, cuyos nombres y direcciones copi� o invent� y guarda en un tarjetero cuidadosamente ordenado alfab�ticamente; cuando le pregunt� si, dados los costos actuales de los portes de correos, estaba enviando tan profusa correspondencia, me contest� con una dulce sonrisa: "�Enviar mis cartas? No, no... no las escribo para eso. Las escribo para escribirlas. Adem�s, las mejores siempre resultan estar dirigidas a S�crates (creo que su direcci�n est� equivocada), a un Coronel a quien nadie le escribe y que vive en Macondo, y a Gabriel Zaid, que de todos modos nunca contesta."

La ISC es mucho m�s frecuente de lo que se�alan los textos cl�sicos de medicina, que tienden a aceptar una tasa de morbilidad relativamente baja, no porque no reconozcan su car�cter definitivamente patol�gico sino porque se basan en publicaciones oficiales de padecimientos cuya ocurrencia debe reportarse en forma obligatoria, como el sarampi�n o la difteria. Por razones desconocidas, la ISC no est� clasificada entre las enfermedades reportables. Es posible que esto se deba a que algunos enfermos de ISC han tenido mucho �xito entre el populacho con sus obras y las autoridades no desean instituir reglas impopulares. Por ejemplo, uno de ellos escribi� un libro que empezaba diciendo: "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...", y otro enfermo de ISC empez� el �ltimo de sus libros con la frase: "Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados...

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