XLVI. CIENCIA Y MODERNIDAD

CADA una de las grandes �pocas de la humanidad se ha caracterizado por un esp�ritu propio o Zeitgeist. As�, el mundo hel�nico fue filos�fico, el medieval religioso y el renacentista art�stico. Es obvio que tales esp�ritus no se abandonan al pasar de una etapa a otra, sino que perduran a trav�s de toda la historia, pero tambi�n es cierto que dejan de ocupar el centro de la preocupaci�n y del pensamiento humano creativo y se conservan como parte integral de la cultura, la que en cada nueva �poca se rige por su propio esp�ritu. Nuestro tiempo no ha eliminado a la filosof�a, a la religi�n o al arte sino que los preserva con inter�s y respeto, aunque la vida cotidiana ya no gira alrededor de ninguno de ellos (salvo honrosas pero escasas excepciones). El esp�ritu que caracteriza a nuestra �poca es la ciencia: el mundo moderno es cient�fico antes que (y por encima de) cualquiera otra cosa.

El esp�ritu filos�fico que caracteriz� al helenismo dur� unos siete siglos, desde la �poca de Pericles (siglo V a.C.) hasta la ca�da del Imperio romano, en el siglo III de nuestra era. A partir de entonces y hasta fines del siglo XV (o sea, durante 12 siglos) prevaleci� el esp�ritu religioso como la marca m�s caracter�stica del mundo medieval. El descubrimiento de Am�rica y la duplicaci�n repentina del tama�o del mundo conocido anunci� la llegada del Renacimiento, que ocurri� primero en Italia y de ah� se generaliz� a casi toda Europa durante el siglo XVI; en esos tiempos se produjeron m�s obras art�sticas que en todos los siglos anteriores y el hombre empez� a verse a s� mismo como algo no necesariamente despreciable y al mundo como algo m�s que un Valle de L�grimas. El enorme empuje creativo del Renacimiento dur� hasta principios del siglo XVII, en que al principio t�midamente pero pronto con impulso cada vez m�s acelerado la creaci�n art�stica cedi� el centro del inter�s a la curiosidad cient�fica. Ese fue el principio de la �poca moderna, que por lo tanto ya ha persistido casi por cuatro siglos en aquellos pa�ses del mundo occidental que la abrazaron primero; a lo largo de este periodo muchos otros pa�ses se han ido incorporando a la modernidad, mientras que algunos todav�a rehusan ese esp�ritu y persisten existiendo como muestras anacr�nicas del medievo.

�En qu� consiste el esp�ritu cient�fico? Dicho en pocas palabras, es la renuncia a aceptar como verdadero todo aquello que no sea emp�ricamente verificable. Al mismo tiempo, tambi�n es la decisi�n valiente de vivir en la incertidumbre, de sustituir con un "no s�" rotundo todas las explicaciones que no puedan someterse a examen objetivo e imparcial. Por �ltimo, es la conducta de la vida guiada solamente por la raz�n, sin que participen dogmas, ilusiones, ideolog�as ciegas y otras formas de fanatismo, incluyendo a la irracionalidad anticient�fica. De lo anterior se deriva que el mundo del cient�fico es mucho m�s peque�o que el del fil�sofo, el del religioso o el del artista; el conocimiento del hombre de ciencia se limita a la realidad susceptible de verificaci�n objetiva, mientras que todo lo que est� por fuera o m�s all� de la naturaleza (si es que hay algo) queda excluido en principio de la ciencia. Esto no quiere decir que el cient�fico no pueda ser fil�sofo, religioso, artista, o hasta las tres cosas juntas, adem�s de ser hombre de ciencia; negarlo ser�a absurdo, pues no son excluyentes y adem�s yo conozco a varios cient�ficos que tambi�n son fil�sofos profundos o artistas consumados. Lo que caracteriza al investigador es que su conocimiento cient�fico est� restringido exclusivamente al sector de la naturaleza que pueda examinarse a trav�s de sus sentidos y comprenderse de manera racional, pero ese mismo hombre de ciencia puede tambi�n filosofar (preferiblemente cuando no est� en su laboratorio) o sea discurrir racionalmente sobre asuntos no relacionados con la realidad, como la metaf�sica de su propia ciencia o la �tica de su comportamiento, y tambi�n puede disfrutar de la gran satisfacci�n generada por la creaci�n art�stica o interpretativa.

La transformaci�n del mundo medieval en moderno ocurri� a trav�s del Renacimiento, pero la fuerza que produjo esa colosal metamorfosis no fue la creaci�n art�stica sino la ciencia. El trabajo cient�fico requiere la libertad irrestricta del esp�ritu para hacerse las preguntas m�s impertinentes y para perseguir las respuestas en todos los campos. Esta fue la contribuci�n imperecedera del Renacimiento: durante los siglos XV y XVI, el hombre europeo se libr� para siempre del yugo del fanatismo y del dominio eclesi�stico en asuntos seculares. Este salto cu�ntico lo dio bajo la tutela y con el apoyo de la creaci�n art�stica, de modo que al encontrarse en los umbrales del siglo XVII se dio cuenta de que ya pod�a pensar libremente y decirlo a los cuatro vientos sin el temor de ser interrogado por el Santo Oficio y de morir en la hoguera. De hecho, entre los muchos mecenas que patrocinaron los trabajos de los grandes artistas como Leonardo, Rafael y Miguel �ngel se contaron a muchos altos prelados y a varios pr�ncipes de la iglesia.

Una vez iniciada la ciencia, empez� a generar conocimientos sobre la realidad que nos rodea y a la que pertenecemos. El hombre empez� a conocerse mejor a s� mismo y a darse cuenta de que est� m�s cerca del chimpanc� y del orangut�n que de los �ngeles, pero tambi�n inici� la exploraci�n de la naturaleza y pronto empez� a librarse de temores y prejuicios creados desde tiempo inmemorial por su ignorancia. Con el conocimiento creciente de las distintas fuerzas existentes en el mundo real (mec�nica, hidr�ulica, cal�rica, el�ctrica, solar, nuclear) aument� su poder hasta llegar no s�lo a controlar sino tambi�n a transformar a su propio ambiente. Con la exploraci�n sistem�tica de la materia ha sido posible construir infinidad de objetos e instrumentos que han cambiado radicalmente nuestro entorno, la velocidad a la que nos desplazamos, la eficiencia con que nos comunicamos y hasta la magnitud con que nos destruimos. La metamorfosis de la vida ha sido cada vez m�s acelerada y puede representarse como una curva asint�tica. Naturalmente, la transformaci�n mencionada no ha sido uniforme y unos pa�ses se encuentran todav�a muy al principio de ella mientras que otros van a la cabeza de la curva. Los m�s rezagados constituyen un grupo encabezado por el Tercer Mundo, pero entre ellos existen grupos humanos que a�n no han salido de la Edad de Piedra y otros que se encuentran en pleno medievo.

La ciencia es la llave de la modernidad. En la medida en que la apoyemos y la desarrollemos, nuestro pa�s marchar� en la direcci�n del futuro y tendr� posibilidades de salir del Tercer Mundo. En cambio, si posponemos el s�lido crecimiento de la ciencia, seguiremos sumergidos por tiempo indefinido en el limbo que separa a la �poca medieval de la moderna.

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