INTRODUCCI�N

Este libro trata de la vida (sin ser por eso un libro de biolog�a), de la mente (sin ser un tratado de psicolog�a), del tiempo (sin ser de relojer�a), de la estructura de la realidad (sin ser de filosof�a), y de la muerte (sin ser una oraci�n f�nebre). Pero como nos proponemos presentar una imagen de la vida, del tiempo y de la muerte, hasta desembocar en nuestra propia visi�n de esos conceptos, nos veremos obligados a considerar dichos temas en los distintos cap�tulos. El hecho de que en una extensi�n tan reducida tengamos que introducir t�picos tan dispares como la entrop�a y el inconsciente, la relatividad y las causas de la vejez, la evoluci�n y la reversibilidad en el tiempo, nos fuerza a ser autoritarios en la selecci�n y esquem�ticos en los desarrollos. Sin embargo, esperamos que el texto sea accesible al lector y que a la realidad no le d� por discrepar demasiado con lo que exponemos.

A todos nos han ense�ado que un huevo fecundado se transforma en embri�n, luego en feto, m�s tarde en ni�o y despu�s en adulto. Tambi�n nos han explicado que gracias a la evoluci�n los organismos se fueron haciendo progresivamente m�s complejos hasta que en uno de sus �ltimos pasos se originaron los seres humanos. Pero nunca nos mostraron cu�n abrupta y catastr�fica es la transici�n de una a otra etapa de la vida, sean �stas las de un individuo o las de toda una especie. Jam�s se hace hincapi� en que, a pesar de que la evoluci�n se extiende a trav�s de millones de a�os, se trata en verdad de una vertiginosa progresi�n en la que cada organismo apenas dura lo necesario para probar c�mo funciona, para compaginar sus genes con los de alguna pareja a fin de procrear nuevos modelos, y dar lugar as� a un tambi�n ef�mero ensayo de sus hijos. En nuestra opini�n, la muerte es uno de los factores fundamentales de ese v�rtigo complejizador en el que la evoluci�n ha llegado a producir el cerebro humano y el pensamiento, raz�n por la cual dedicaremos un cap�tulo a analizar algunos de sus aspectos.

Los organismos est�n organizados en niveles jer�rquicos, desde el m�s bajo, constituido por las reacciones qu�micas, siguiendo por el enzim�tico, el gen�tico, el celular, el end�crino, el cerebral y el mental. Cada uno se rige por un conjunto de leyes y exige un lenguaje descriptivo propio, que pierde sentido si se lo utiliza para describir los fen�menos de los otros niveles. No podr�amos, por ejemplo, explicar la oxidaci�n de las grasas con las leyes de la hemodin�mica, ni el funcionamiento de la mente en base a procesos neuroend�crinos. Cada nivel jer�rquico fue nuevo alguna vez y surgi� como el producto de la interacci�n entre los niveles que ya estaban y el medio ambiente, que incluye tambi�n a otros individuos y a otras especies. Los nuevos niveles tienen menor grado de restricci�n que los inferiores y tienen por lo tanto mayor �mbito para el error y la creatividad. En la etapa actual, el superior y m�s reciente parece ser el mental. El pensamiento est� enhebrado por la noci�n del tiempo; por ello deberemos incluir una descripci�n de los modelos m�s en boga, aquellos con los que el psicoan�lisis trata de entender la estructura y el modo de operar del aparato ps�quico. Su modo de funcionar en el adulto parece ser producto de un largo proceso de maduraci�n y aprendizaje, en el que desempe�an un papel fundamental tanto la forma en que lo criaron sus padres como los valores, creencias y actitudes de la sociedad en la que vive. No s�lo las diversas sociedades y civilizaciones difieren en sus nociones sobre vida, tiempo y muerte, sino que incluso la nuestra tiene hoy una visi�n que es producto de c�mo fue evolucionando el conocimiento a lo largo de la historia. Creemos necesario entonces dedicar un cap�tulo a describir c�mo madura el aparato ps�quico, y otros a bosquejar c�mo lleg� a tener las nociones de vida, tiempo y muerte que posee el adulto de finales de siglo XX.

El nivel mental ha llevado al hombre a ordenar los datos que le proporcionan los sentidos en un modelo que llama realidad; manej�ndose con �l, ha logrado la mayor eficiencia que jam�s se ha dado en el reino animal. El hombre es un bicho ansioso e inseguro, que busca su seguridad en el conocimiento apoy�ndose en ese modelo, y que da esa b�squeda de significado. A pesar de que sus modelos cient�ficos jam�s se han justificado para �l la idea de que el tiempo transcurra, cree sentir un tiempo que fluye desde un pasado en el que ubica las causas hacia un futuro en los que ubica los efectos. Por eso dedicaremos algunos cap�tulos a los diferentes apoyos (sagrado, filos�fico, psicol�gico, pr�ctico, cosmol�gico) en que se basa esa curiosa sensaci�n de un tiempo que transcurre.

Finalmente, deberemos ocuparnos de la descripci�n de la realidad que nos brinda la ciencia actual y, al hacerlo, nos encontraremos con algo que, visto a posteriori, resulta demasiado obvio como para no haberlo advertido mucho antes en la historia de la humanidad: la noci�n de que tenemos el esquema de la realidad que tenemos porque nuestros sentidos y nuestra cabeza funcionan como funcionan. Algo as� como un se�or, que al regresar de un paseo por lugares desconocidos, al cual llevó una c�mara fotogr�fica, se alegra de que solo recogi� im�genes est�ticas pero no el sonido de las voces, ni el aroma de las flores ni el gusto de las comidas. Hoy sabemos que las propiedades que atribuimos a la realidad no son otras que aquellas que puede captar el observador con sus sentidos y con sus ecuaciones fisicomatem�ticas. Somos la especie observadora, la que va engendrando la forma de realidad que despu�s nos maravilla descubrir.

La especie observadora no podr�a haber surgido de no contar la evoluci�n con enzimas y con una muerte asegurada. Si la bioqu�mica se cumpliera con cin�ticas a las escalas de tiempo de la geoqu�mica, la evoluci�n a�n andar�a ensayando sus primeros organismos. Por fortuna existen enzimas que aceleran miles y miles de veces las reacciones qu�micas. Tambi�n por fortuna los organismos se fueron dotando de una muerte inevitable, que ha permitido abreviar los ensayos con una y otra especie, con éste o aquel tipo de organismo, hasta dar con el hombre antes de que la Tierra se enfr�e, o que esta estrella tan nuestra que llamamos Sol se transforme en una gigante roja y nos incinere. Al construirse un esquema de la realidad con los datos que le proporcionan los sentidos, y al asignar significados y nombrar objetos, el hombre establece una cadena de palabras que lo construye como sujeto pensante, y le hace creer que hay un tiempo que fluye de modo continuo hacia la muerte.

�Cree? �Solamente cree que el tiempo fluye? �Estamos acaso sugiriendo que la realidad de ah� afuera est� inmutablemente quieta, pero que por alg�n misterioso efecto psicol�gico "nos parece" que cambia? No, simplemente estamos reconociendo, con la debida humildad, que las dificultades en demostrar que ah� afuera hay un tiempo que transcurre son tan formidables, que hasta ahora nadie ha logrado llevar a cabo tal demostraci�n. En el caso del r�o con el que suele comparar el paso del tiempo, sabemos que fluye con respecto a la costa, que lo que fluye es agua, y que lo hace a raz�n de tantos metros c�bicos por segundo. Pero en el caso del tiempo, �qu� es lo que fluye? �Con respecto a qu� fluye? �Cu�nto fluye? �Un minuto por minuto? En cambio, estamos seguros de sentir que fluye, y necesitar de ese fluir para pensar y para encontrarle un sentido a la realidad. Sospechamos que la residencia de tales sentimientos y pensamientos es el cerebro humano. Ese cerebro ha sido construido, conectado y echado a andar en cumplimiento de la informaci�n gen�tica copiada una y otra vez en lo m�s �ntimo de nuestras c�lulas. Tambi�n sabemos que la crianza y la educaci�n deber�n instalar los programas con que funciona el aparato ps�quico en nuestra cultura y que, como consecuencia, ese aparato ps�quico se polarizar� en una descomunal memoria inconsciente en la que no parece regir la temporalidad cotidiana, y en un consciente que enhebra su visi�n del mundo a lo largo de un hilo temporal cuya naturaleza, empero, a�n no puede comprender. Y sabemos tambi�n que los genes que atesoran la informaci�n gen�tica a�n est�n ah�, aguardando el inescapable instante en el que desencadenar�n nuestra muerte. Para cuando esto ocurra, esos mismos genes ya habr�n legado su informaci�n a nuestros hijos, y nos sacar�n de en medio, con lo que se asegurar� espacio y recursos para que sean nuestros descendientes quienes intenten contestar a la pregunta: �que es el tiempo?

Los conceptos vertidos emanan de nuestra experiencia profesional. Muchos de nuestros estudios est�n apoyados econ�micamente por el CONACYT, el CINVESTAV, el COSNET, la Fundaci�n Zevada, la Fundaci�n para la Salud, y COSBEL S.A. de C.V. de M�xico y el National Institute of Health de los Estados Unidos, a quienes deseamos expresar aqu� nuestro agradecimiento.

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