XIII. CONCLUSIONES

FRENTE a la gran incidencia de ametrop�as el hombre ha buscado la forma de resolverlas para obtener los mejores resultados posibles. Si bien su prevenci�n es imposible hasta la fecha, hemos visto en las p�ginas anteriores que su correcci�n, y en algunos casos su curaci�n es un hecho indiscutible.

La visi�n es una funci�n del sistema nervioso que requiere un aprendizaje y un entrenamiento prolongado para desarrollarse en forma �ptima. Los primeros a�os de vida son cr�ticos en este sentido. Para que el ni�o desarrolle plenamente sus funciones visuales es necesario que vea bien. Si en la primera infancia la presencia de una ametrop�a no corregida impide el desarrollo de ciertas funciones visuales, la agudeza visual podr� recuperarse m�s tarde pero con el fuerte riesgo de lograr s�lo una recuperaci�n parcial.

Lo anterior obliga a tener presente la importancia que implica un estudio visual temprano para detectar una posible ametrop�a y, de ser posible, tratarla antes de que ocasione da�os irreversibles.

En el ejercicio diario de nuestra profesi�n hemos visto c�mo numerosos adolescentes, adultos incluso, se percatan tard�amente de ser portadores de una deficiencia visual importante. Es una verdadera l�stima que durante a�os un individuo haya tenido que tolerar una visi�n francamente defectuosa cuando hubiera podido, gracias a cualquier dispositivo �ptico, corregirla parcial o �ntegramente. La vida escolar primero y la vida laboral m�s tarde exigen cada vez m�s de una visi�n �ptima. Con gran frecuencia, un mal aprovechamiento escolar o conflictos en el trabajo se deben exclusivamente a una mala visi�n.

Cuando un sujeto acude en busca de consejo profesional, debe estar plenamente consciente de que el oftalm�logo o el optometrista optar�n por resolver lo mejor posible su problema con el recurso �ptimo, aunque dicho recurso no corresponda siempre a lo esperado por el individuo. Por ello es importante que �ste tenga una idea clara de su problema y de las posibilidades y limitaciones de los recursos con que se cuenta en la actualidad para poder resolverlo. Cuando se tienen estos conocimientos, la ayuda que el m�dico puede proporcionar es m�s eficiente ya que contar� con la plena colaboraci�n del individuo y �ste obtendr� mayores beneficios. Muchos fracasos en la correcci�n de las ametrop�as se deben esencialmente a esta falta de cooperaci�n, ya que el individuo piensa, por no conocer el tema, que el m�dico le impone una soluci�n que no es la que �l esperaba. Cuando se desconocen los hechos, las necesidades y demandas del individuo no siempre son acordes y ello merma sustancialmente la capacidad de ayuda del m�dico.

D�a con d�a m�s profesionistas se interesan en la investigaci�n de estos problemas y m�s recursos se destinan a solucionarlos. La cirug�a refractiva y el uso de lentes intraoculares en las personas operadas de cataratas constituyen �xitos reales de las �ltimas d�cadas. Quedan a�n muchos problemas por resolver y la ciencia m�dica lo sabe. Para beneficio de nosotros y de nuestros hijos, todo indica que pronto tendremos nuevos �xitos en la lucha contra las ametrop�as.

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