I. INTRODUCCI�N

EL T�TULO de la obra que nos ocupa se�ala los extremos de una larga cadena de logros cient�ficos y t�cnicos encaminados esencialmente a la correcci�n �ptica de los trastornos de refracci�n del ojo. Basta con salir a la calle o asistir a cualquier espect�culo para percatarnos de que el uso de anteojos es una necesidad cotidiana para muchos seres humanos.

Si miop�as, hipermetrop�as y astigmatismos son sumamente frecuentes en la poblaci�n en general, sin importar edad o sexo, la edad adulta se acompa�a forzosamente de presbicia (vista cansada). Lo anterior explica la inquietud que ha tenido el hombre, por siglos, de encontrar el o los recursos �ptimos para corregir estas situaciones y, de ser posible, prevenirlas. Su trabajo no ha sido en vano. Conforme recorramos las p�ginas que siguen veremos c�mo, poco a poco, el ingenio y la tenacidad del hombre han logrado vencer uno por uno todos los escollos, permitiendo as� no s�lo que la correcci�n de los trastornos �pticos de la vista sea cada vez m�s precisa, sino que est� al alcance de todos.

Este libro no est� destinado a especialistas en la materia: es al p�blico en general a quien va dirigido. Tarde o temprano todos tendremos alg�n trastorno visual atribuible a problemas �pticos: �sta es una regla que no admite excepciones. Por ello consideramos de suma importancia que el lector encuentre la informaci�n necesaria para entender en qu� consisten los trastornos de la refracci�n, c�mo se corrigen y cu�les son las indicaciones espec�ficas en un caso en particular. El oftalm�logo y el optometrista llevan a cabo, en el tema que nos ocupa, una funci�n social asistencial bien definida. Quienes acuden a ellos en busca de consejo deben ayudarlos para que cumplan lo mejor posible su trabajo. Entre m�s amplia sea nuestra informaci�n, la acci�n m�dica redundar� en mayores beneficios para nosotros mismos.

Las gafas o anteojos han sido usados por siglos y, sin embargo, el p�blico carece de una clara informaci�n sobre sus aplicaciones y restricciones. Las dudas aumentan cuando se trata de lentes de contacto. En las �ltimas d�cadas los trasplantes de c�rnea, la cirug�a refractiva y las lentes intraoculares han rebasado ampliamente el ritmo de asimilaci�n informativa del p�blico, y han sido, a veces, pasivamente aceptados como una manifestaci�n cient�fica incomprensible al entendimiento com�n y en otras como una moda importada cuyos beneficios son m�s ficticios que reales.

Hablar de los trastornos de la refracci�n y la manera de remediarlos implica adentramos aunque sea m�nimamente en la descripci�n del ojo, del mecanismo de la visi�n y en nociones elementales de �ptica, pues de otra forma ser�a imposible abordar el tema. Que el lector no se atemorice: lejos de complicar la exposici�n estas nociones, elementales por cierto, ser�n de gran ayuda para comprender los temas que nos ocupan.

En primer t�rmino hablaremos de la estructura del sistema visual, es decir de c�mo los ojos, nervios �pticos y cerebro forman un todo conocido gen�ricamente como sentido de la vista. Nuestra exposici�n se limitar� a los aspectos �pticos de este sistema que pueden, en ocasiones, no funcionar en la forma adecuada. Valorar y medir la eficiencia �ptica del sistema visual es imprescindible para poder establecer normas que servir�n como patr�n de comparaci�n para definir y evaluar lo inadecuado de una funci�n cuando esto ocurre. As�, ha sido posible establecer, dentro de los funcionamientos �pticos inadecuados de los ojos, cuadros caracter�sticos que se conocen, en la jerga m�dica, como ametrop�as. Miop�a, hipermetrop�a, astigmatismo y presbicia o vista cansada son las ametrop�as que trataremos m�s adelante, mencionando sus principales caracter�sticas.

De lo anterior, el lector se habr� hecho ya una idea de los trastornos �pticos a que esta expuesto. El siguiente punto a tratar es la forma como tales trastornos pueden remediarse o atenuarse. De los profesionales de la salud, son los oftalm�logos y optometristas quienes tienen la preparaci�n necesaria para aconsejarnos sobre la mejor soluci�n de los problemas de la vista. Las soluciones, como veremos m�s adelante, son muy variadas; algunas son en apariencia sencillas, otras posiblemente muy complicadas. Sea cual fuere el camino a seguir, quien requiere de ayuda debe estar informado sobre las diversas t�cnicas utilizadas, sus fundamentos, sus caracter�sticas y limitaciones. Lejos est� la medicina de poder ofrecer soluciones universales. Es necesario individualizar cada caso, valorar profundamente las particularidades, requerimientos, recursos y otros factores del individuo para poder brindarle la respuesta �ptima a su problema espec�fico. En medicina, como en muchos otros renglones de la ciencia, las soluciones no pueden ser impositivas. La cooperaci�n por parte del individuo que solicita la ayuda del m�dico es fundamental para optimizar las soluciones deseadas. Esta cooperaci�n ser� siempre m�s fruct�fera si se basa no s�lo en la confianza sino igualmente en el conocimiento.

En la actualidad, la cirug�a refractiva y los lentes intraoculares son dos grandes novedades m�dicas de las que todo mundo habla sin contar con una informaci�n veraz al respecto. Con todas las innovaciones siempre ha ocurrido lo mismo. �Qui�n no ha utilizado una calculadora electr�nica, alimentada con celdillas solares incluso, sin tener la menor idea de c�mo funciona? Lo mismo podr�amos decir del horno de microondas, la computadora, el tornamesa de l�ser o la videocassetera. Todas ellas son innovaciones t�cnicas m�s o menos recientes. �Pero qu� decir de sus antecesores inmediatos? �Acaso todos los usuarios de una estufa de gas, de una m�quina de escribir, de un tornamesa de aguja o de un televisor conocen, aun superficialmente, los fundamentos f�sicos en que se basa su funcionamiento?

Lo mismo ocurre en el campo de la medicina en general, y en el campo de las ametrop�as, que es el tema que nos ocupa, en particular. Las encuestas salen sobrando. Preguntemos a cualquier individuo portador de gafas que nos indique qu� ametrop�a tiene, en qu� consiste esa ametrop�a y c�mo act�an los anteojos que utiliza con el fin de corregirla para convencernos, si no lo estamos ya, de que pr�cticamente todos utilizamos cosas sin saber c�mo y por qu� lo hacemos. Anteojos, lentes de contacto, lentes protectoras y de unos a�os a la fecha lentes intraoculares, trasplantes de c�rnea y queratotom�as son todos recursos de uso com�n en la correcci�n de las ametrop�as.

Se ha dicho, y con cierta raz�n, que cuando existen muchos recursos para solucionar un problema es que ninguno de ellos es bueno ya que, de lo contrario, s�lo �ste existir�a. Al hablar de las diferentes soluciones para corregir las ametrop�as veremos cu�n cierto es esto. La soluci�n ideal ser�a impedir que los trastornos de refracci�n aparezcan; por el momento no existe el menor indicio de que esto sea factible. Sin embargo, cada recurso aislado o la combinaci�n de dos o m�s de ellos ha permitido ir resolviendo paulatinamente m�s y m�s problemas, lo que de ninguna manera es despreciable. Tan es cierto lo anterior que, adem�s de corregir los trastornos �pticos, la investigaci�n se ha abocado igualmente a la soluci�n de otros problemas que, no por ser colaterales, son menos importantes. Comodidad, seguridad, confiabilidad, est�tica son rubros que el p�blico demanda con la misma insistencia que la mera correcci�n �ptica.

En todo este proceso la prudencia deber� erguirse como moderador intransigente para evitar excesos, modas peligrosas, entusiasmos irracionales. Ante toda innovaci�n cient�fica o t�cnica el p�blico tiende a reaccionar en formas extremas: con un recelo que puede tomar forma de rechazo abierto o bien con una aceptaci�n incondicional que puede rayar en ciega entrega. La historia de la medicina est� plet�rica de ejemplos tanto de unos como de otros. La vacunaci�n contra la viruela que ha salvado tantas vidas requiri� de muchos a�os para ser aceptada, mientras que la automedicaci�n indiscriminada, tan frecuente en nuestro medio y que ocasiona tanto da�o, no ha podido ser erradicada.

Dentro de los muchos recursos posibles para optimizar la correcta utilizaci�n de los avances cient�ficos y t�cnicos, la informaci�n juega un papel prioritario. Si el profesionista tiene la obligaci�n de dominar el terreno que pisa, el p�blico tiene igualmente todo inter�s en conocer, por lo menos en forma superficial, los fundamentos de los beneficios que demanda, no s�lo para disfrutar al m�ximo de ellos sino tambi�n para justificar en un marco de l�gica elemental sus pretensiones.

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