PR�LOGO

Sobre la marcha decid� no dedicar este trabajo a un solo tema de entre las investigaciones que realizo junto con el grupo interdisciplinario en el que trabajo. Los temas incluidos tomaron 10 a�os para su desarrollo y tocan materias muy diversas. Todo esto lo permit� por varias razones, entre ellas:

Primero, el deseo de plasmar el complejo proceso de cambio de un tema de investigaci�n a otro. Durante mis estudios de licenciatura y maestr�a (1968-1974) me dediqu� con obsesi�n a la ingenier�a aeroespacial, incluyendo temas de neurociencias espaciales; pero entonces, desde lejos, decid� que iba a regresar a trabajar a mi patria, as� que el doctorado lo hice especializ�ndome en propiedades ingenieriles de materiales complejos, que juzgaba como m�s importante para cuando trabajara en M�xico. Durante los primeros seis a�os de mi regreso, segu� el tema de estudio doctoral, por cierta inercia como ocurre a menudo, pero con otro tipo de material, fascinante como todos: los suelos arcillosos del valle de M�xico. Pero bien dicen que "la cabra tira pa'l monte" (sin alusi�n personal) y regres� irremediablemente al campo aeroespacial. El libro lo hab�a primero titulado "Del espacio al subsuelo, y de regreso", mas al fin lo acort�, aunque como ver� el lector, lo cumpl�; adem�s de entretenerme en actividades atmosf�ricas. Segundo, como esta serie se llama La Ciencia desde M�xico, me propuse incluir principalmente el trabajo realizado en las condiciones de nuestro pa�s, con todo y sus coyunturas, altibajos, influencia de modas exteriores, aventuras, superapoyos y leves "represiones" acad�micas, as� que sin propon�rmelo conscientemente, el escrito refleja la influencia de todos estos factores.

Al lector adaptado a este pa�s y a esta super ciudad no le parecer� muy raro el a veces pintoresco proceso; a un r�gido sistem�tico, y a su an�logo tropical, les parecer� un viaje en monta�a rusa y, a ratos, una caminata en el desierto. Sin embargo, as� han sido para m� los intentos de hacer ciencia desde M�xico. En 1978 se viv�a la ilusoria administraci�n de la petro-opulencia, hoy d�a, vivimos la cruda social, y quiz� la b�squeda del verdadero desarrollo. Eso s�, creo que deja ver la realidad que me ha tocado vivir. Como no sab�a escribir, cuando menos en correcto espa�ol y para el p�blico en general, no entrego al lector una obra f�cil de leer ni con la brevedad �ptima, aunque creo que va mejorando hacia el final. Como tampoco soy rat�n de biblioteca, aunque acabo leyendo muchas de las horas de cada d�a, las apreciaciones finales toman rumbos que hasta a m� me sorprendieron por su contenido social. No obstante, esa afici�n human�stica la aprend�, como suele decirse, en la escuela de la vida, y esto no me apena, me enorgullece como mexicano y como latinoamericano; por algo el logotipo de nuestra Universidad Nacional incluye el mapa de toda la patria grande y reza "Por mi raza hablar� el esp�ritu", frase que s� interpretar, y que me gusta.

Advertidos, pues, s�lo me resta reconocer la ayuda entusiasta y desinteresada que otros prestaron para que el libro fuera posible y tuviera menos errores, aunque en m� recae la responsabilidad de tantas aseveraciones que por ah� van saliendo. Como es natural, el libro no presenta s�lo el trabajo propio, sino el de muchas personas con las que colaboro y que ser�a muy largo mencionar. No obstante, como otros autores, ahora lo comprendo claramente, reconozco que lo v�lido que puede tener esta obra se debe tambi�n a su influencia constructiva. En primer t�rmino, a la de mi compa�era Rosalinda Medina, que no s� c�mo todav�a me aguanta; a la de nuestros hijos Ernesto y Emiliano que, aunque peque�os, les toc� facilitar mi comprensi�n de c�mo analizan y entienden las personas las cosas que parecen complejas, y por sufrir, casi sin dec�rmelo, la ausencia de su padre, aun estando en su presencia. A la influencia de mis padres, que aparte de ser los culpables de que est� yo aqu�, lo son de que me dedique con pasi�n a todas mis ocurrencias. Profesionalmente, agradezco a mi principal formador (o reformador), al profesor D. R. Axelrad que me ense�� a atar hasta el �ltimo cabo y a quien tanto desobedezco; al entonces director de mi centro de trabajo, el Instituto de Ingenier�a, profesor Daniel Res�ndiz, que supo apoyar una investigaci�n sin esperar garant�as a cambio, a pesar de ser de su m�s cercano inter�s y aun cuando me vio derivar hacia el monte; a mis colegas m�s cercanos: Esa� Vicente, Jorge Prado, Armando Peralta, Orlando Palacios (mi primer colaborador), Oscar Weckmann, Margarita Navarrete y V�ctor Romero quienes, con su juventud cr�tica, no me dejan fallar ni rezagarme. En la revisi�n conceptual del manuscrito participaron, adem�s, mi hermano Ram�n, el f�sico, Efra�n Ovando, amigo, investigador de suelos, y Jes�s Machado Salas, otro amigo investigador, pero de neuro. La redacci�n, labor tit�nica en mi caso, la hizo Maribel Madero, quien casi califica de coautora. En el procesamiento del texto y otros mil apoyos m�s, Alma Chac�n, quien no s� c�mo no pierde el �nimo, y a�n m�s.

Aparte de la ayuda de tanta gente, este libro no hubiera visto la luz si no fuera por otras dos razones m�s. Una de tipo casual: tuvo una participaci�n importante un did�ctico avionazo que me postr� meses en una silla de ruedas y me anim� a vivir a�n m�s, mientras Perla Castillo tomaba dictado y correg�a; la otra raz�n fue fruto de la m�s c�lida y exigente dedicaci�n al trabajo por parte de la coordinadora de esta serie, la querida doctora Mar�a del Carmen Far�as y sus colaboradores del Fondo de Cultura Econ�mica. Te a�ado tambi�n a ti, a quien olvid� incluir, e hiciste tambi�n un esfuerzo para hacer de m� una persona deseosa de ser �til a la sociedad, s�lo espero que la obra lo alcance a reflejar, y haga que el lector sienta la vitalidad y dedicaci�n de toda esta gente. Am�n.

RICARDO PERALTA

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