VII. PROTECCI�N RADIOL�GICA

LAS aplicaciones de la radiaci�n y los radiois�topos son m�ltiples y cubren aspectos insospechados de la vida moderna. En el cap�tulo anterior se mostr� que la radiaci�n puede ser causa de enfermedades y por lo tanto, al igual que cualquier otro avance tecnol�gico, su uso requiere normas de seguridad que garanticen que los beneficios recibidos sean mayores que los riesgos a que se expone el usuario. Este cap�tulo relata la historia de las reglas de protecci�n para el uso de la radiaci�n e indica cuales son las normas actuales destinadas a proteger a quienes trabajan con radiaci�n, a quienes se benefician con su uso y al p�blico en general. Tambi�n se analizan dos accidentes radiol�gicos en que la violaci�n de las normas de protecci�n trajo graves consecuencias para un sector de la poblaci�n.

OR�GENES

Apenas descubiertos los rayos X y la radiactividad, su uso se generaliz� en los hospitales y laboratorios del mundo entero. A comienzos de nuestro siglo los tubos de rayos X se produc�an masivamente y se distribu�an a todos los pa�ses. Por tratarse de fen�menos reci�n descubiertos, cuya naturaleza ni siquiera se entend�a totalmente, no se tomaban precauciones y fueron muchos los que sufrieron los efectos negativos de una exposici�n excesiva e incontrolada. Las personas m�s expuestas a estas nuevas formas de radiaci�n fueron los m�dicos radi�logos que utilizaban los rayos X y los cient�ficos que manipulaban material radiactivo.

Existen much�simas an�cdotas, la mayor�a con un desenlace tr�gico, que ilustran las consecuencias de la ignorancia de los posibles efectos biol�gicos de la radiaci�n. El ayudante de laboratorio del inventor de las t�cnicas fluorosc�picas perdi� todo su cabello, sufri� quemaduras, ulceraci�n y finalmente falleci� a causa de su exposici�n continua a altas intensidades de rayos X. Irene Curie, hija de Pierre y Marie, quien descubriera, junto con Frederic Joliot de la radiactividad artificial, muri� a mediados de este siglo aquejada de leucemia, seguramente un efecto biol�gico tard�o de la radiaci�n recibida durante su juventud. Como claro ejemplo de la ignorancia sobre los efectos de la radiaci�n, hasta hace no muchos a�os una conocida zapater�a de la ciudad de M�xico (igual que otras en el mundo) para promover sus ventas, ofrec�a a sus clientes im�genes radiol�gicas "en vivo" del pie adentro del zapato.

Debido a que fueron precisamente los m�dicos y los f�sicos las primeras v�ctimas del exceso de radiaci�n, r�pidamente se tom� conciencia del problema dentro de la comunidad cient�fica. En 1920 se erigi� en Hamburgo un monumento que recuerda a m�s de 100 pioneros radi�logos fallecidos a causa de la exposici�n excesiva durante el ejercicio de su profesi�n. El primer estudio para establecer niveles aceptables de irradiaci�n fue hecho por la Sociedad Americana de Rayos Roentgen y la Sociedad Americana del Radio en 1922, y las primeras unidades de dosis de radiaci�n se definieron con base en la exposici�n que llegaba a provocar quemaduras en la piel del paciente.

En 1928, durante el Congreso Internacional de Radiolog�a celebrado en Londres, ocurren dos hechos trascendentales para la evoluci�n de la radiolog�a: se define al Roentgen, como la unidad f�sica que mide la cantidad de radiaci�n producida por un tubo de rayos X durante su operaci�n, y se establece la Comisi�n Internacional de Protecci�n Radiol�gica, conocida como ICRP. El ICRP es un grupo internacional no gubernamental creado para examinar los fundamentos de la protecci�n radiol�gica. Esta comisi�n ha trabajado ininterrumpidamente desde su creaci�n proponiendo recomendaciones internacionales cuantitativas de protecci�n radiol�gica. Los primeros l�mites propuestos eran alt�simos, en comparaci�n con las recomendaciones actuales. Inicialmente se establec�a que el l�mite era un Roentgen diario de exposici�n; hoy en d�a el l�mite para el p�blico en general es 700 veces menor.

Las recomendaciones vigentes fueron propuestas hace unos 20 a�os. Hoy, se encuentran en proceso de revisi�n a la luz de la nueva informaci�n f�sica y biol�gica acumulada durante este �ltimo lapso (particularmente en lo que se refiere medidas de dosis y a la frecuencia de c�ncer). Es probable que haya cambios en las normas que se establezcan durante los a�os noventa.

L�MITES DE DOSIS

El objetivo de la protecci�n radiol�gica es permitir el aprovechamiento de la radiaci�n, en todas sus formas conocidas, con un riesgo aceptable tanto para los individuos que la manejan como para la poblaci�n en general y las generaciones futuras. Debido a que la radiaci�n es potencialmente da�ina, no deber�a permitirse ninguna exposici�n innecesaria. El principio que gobierna la protecci�n radiol�gica en caso de exposici�n se conoce con el nombre de ALARA (as low as reasonably attainable) que se traduce como: tan poca radiaci�n como sea posible lograr de modo razonable.

Cada pa�s cuenta con un organismo encargado de hacer cumplir la reglamentaci�n existente en el �rea de seguridad radiol�gica, leyes que generalmente se han inspirado en las recomendaciones del ICRP. En M�xico, es la Comisi�n Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas la que cumple esta misi�n.

Las recomendaciones del ICRP fijan l�mites para la dosis m�xima que podr�an recibir los trabajadores cuya actividad implica el exponerse a la radiaci�n. Estos "trabajadores de la radiaci�n" son los m�dicos radi�logos, nucleares y radioterapeutas, los t�cnicos que los ayudan en la pr�ctica de su trabajo profesional, los investigadores en f�sica at�mica y nuclear que utilizan fuentes de radiaci�n y los operadores de reactores nucleares, entre otros. Este grupo debe estar controlado individualmente de manera continua por medio del uso de dos�metros personales, instrumentos que se llevan sobre el cuerpo y que marcan la cantidad de radiaci�n recibida por cada trabajador. El ICRP ha definido l�mites de equivalente de dosis para trabajadores de la radiaci�n con el fin de limitar la aparici�n de efectos biol�gicos a un nivel considerado aceptable, en comparaci�n con los riesgos a que se expone un trabajador en cualquier otra actividad profesional moderna.

En la actualidad (1990) se especifica para los trabajadores de la radiaci�n un limite anual de equivalente de dosis para la irradiaci�n del cuerpo entero igual a 5 rems. Este valor es unas 25 veces superior al valor de la radiaci�n natural recibida en igual periodo. Debido a que el n�mero de personas que trabajan con radiaci�n es una fracci�n peque�a de la poblaci�n, el efecto que su mayor exposici�n puede tener dentro de la totalidad de la poblaci�n es sumamente reducido. Datos estad�sticos recientes basados en la medici�n de los dos�metros personales muestran que, en promedio, un trabajador de la radiaci�n recibe alrededor de 1 rem anual. Esta dosis, promediada sobre la poblaci�n mundial, representa menos del 1% del total, por lo que no fue incluida en las figuras 3 y 4 del cap�tulo III.

El uso de la radiaci�n es una actividad m�s de la vida moderna, que conlleva un riesgo que debe ser comparable con el riesgo asociado a otras acciones ya aceptadas por la sociedad. Estudios de salud p�blica indican que, en general, el riesgo que corre el p�blico es unas diez veces menor que el riesgo que corre un trabajador en accidentes propios de su actividad. Un ejemplo de esto es el uso del transporte p�blico. Todos sabemos que al subirnos a un veh�culo de transporte corremos el riesgo de sufrir alg�n da�o, incluso de perder la vida, debido a un posible accidente. El riesgo que corre el conductor del veh�culo es mayor que el de un pasajero, pues pasa m�s tiempo dentro del veh�culo. El conductor y la sociedad aceptan estas diferencias ya que, por ejemplo, su trabajo es el medio con el que el conductor se gana la vida, o incluso porque esta actividad puede brindarle oportunidades de realizaci�n personal.

La situaci�n es an�loga en el caso del p�blico y los trabajadores de la radiaci�n. El ICRP ha recomendado, para individuos del p�blico, l�mites iguales a 0.5 rems anuales, que viene a ser la d�cima parte de lo que se recomienda para los trabajadores de la radiaci�n. En este caso, la actividad profesional del trabajador, adem�s de representar su realizaci�n personal como cient�fico, m�dico, t�cnico radi�logo u operador en una planta nucleoel�ctrica, aporta beneficios para la sociedad en general por medio de la generaci�n de conocimientos, salud o electricidad.

Para que las recomendaciones relativas al p�blico se cumplan es necesario planear todas aquellas acciones que provocan la liberaci�n de n�cleos radiactivos y de radiaci�n al medio ambiente de modo que no se sobrepasen los l�mites. Los niveles reales se conocen gracias a muestreos del agua, aire, suelo y otros elementos ambientales, adem�s de la informaci�n sobre los h�bitos del grupo social.

Los l�mites de dosis no incluyen la radiaci�n natural, por ser inevitable, ni la radiaci�n recibida durante tratamientos m�dicos. Se supone que durante un examen de diagn�stico o de terapia, el beneficio al individuo es siempre superior al riesgo asociado con la irradiaci�n. Eliminando estas dos fuentes de exposici�n y, de acuerdo con las cifras indicadas en la figura 4 del capítulo III, los valores promedio mundiales que el p�blico recibe actualmente debido a fuentes de radiaci�n susceptibles de ser limitadas, son inferiores a 0.003 rems anuales. Esto es, unas doscientas veces inferior al l�mite m�ximo recomendado para cada individuo.

Un caso especial lo constituyen las plantas de generaci�n de energ�a nucleoel�ctrica. En Estados Unidos desde 1974, y en otros pa�ses, posteriormente, existe una reglamentaci�n que fija las liberaciones de radiaci�n de un reactor a un l�mite m�ximo de 0.005 rems anuales de equivalente de dosis en la reja del reactor. Esto quiere decir que un reactor comercial generador de electricidad no debe causar un incremento de la dosis superior a 0.005 rems anuales a ning�n individuo, aunque �ste habite exactamente junto al reactor. Por supuesto, la poblaci�n m�s alejada recibir�, correspondientemente, dosis inferiores. Esta reglamentaci�n tan rigurosa equivale a exigir a cada reactor un l�mite de contaminaci�n ambiental radiactiva inferior al 3% de los valores naturales.

�ES POSIBLE DISMINUIR LA DOSIS QUE RECIBIMOS?

La contribuci�n a la dosis total proveniente de fuentes naturales est� fuera del control del ser humano y por lo tanto no es posible hacer mucho para disminuirla. Respecto al uso de los rayos X en diagn�stico m�dico, responsable del 16% del total de la dosis promedio actual, el ICRP ha emitido las siguientes recomendaciones: las exposiciones innecesarias deben evitarse; las exposiciones necesarias deben aportar beneficios que de otro modo no se habr�an recibido y las dosis efectivamente administradas, deben limitarse a la m�nima cantidad que ofrezca beneficio m�dico al paciente. Desde el punto de vista cl�nico, el peque�o riesgo que corre el paciente a causa de la radiograf�a debe ser m�s que compensado por la informaci�n anat�mica contenida en la placa radiogr�fica como contribuci�n al diagn�stico y al tratamiento de su enfermedad. Si �ste no es el caso, no existen excusas para tomar una radiograf�a.

Si se decide que una radiograf�a es necesaria, hay cuatro mecanismos f�sicos que permiten reducir la dosis recibida por el paciente y por el m�dico o t�cnico encargado del examen. Estas acciones son las mismas que minimizan la exposici�n a cualquier tipo de radiaci�n. Los factores son: tiempo, distancia, blindaje y contenci�n. En primer lugar, la dosis total recibida durante una radiograf�a o una serie de ellas puede reducirse si se limita el tiempo total de la exposici�n a los rayos X. Esto se consigue limitando el n�mero de radiograf�as solicitadas —muchas veces se repite una misma toma, hasta que alguien considera que "ya qued� bien"— y tambi�n restringiendo el tiempo de cada exposici�n al lapso estrictamente necesario para lograr una buena imagen. Hay grupos de f�sicos y radi�logos que investigan nuevos tipos de pel�culas radiogr�ficas que brinden una m�xima informaci�n con una m�nima exposici�n al paciente y tambi�n buscan medios para eliminar del haz de rayos X , aquellos componentes que s�lo irradian al paciente sin aportar nada a la imagen.

El segundo factor es la distancia, ya que la intensidad de la radiaci�n disminuye al aumentar la separaci�n entre la fuente y el punto de irradiaci�n. Cuando se toma una radiograf�a no es posible alejar al paciente del tubo, pero s� al m�dico o enfermera encargado del examen para evitar que sean innecesariamente irradiados.

El tercer factor, el blindaje, es particularmente efectivo durante los ex�menes radiol�gicos. Aunque la radiograf�a sea de zonas superiores del cuerpo, parte de la radiaci�n es dispersada —es decir, desviada&%151— hacia regiones inferiores y puede irradiar los �rganos reproductivos, lo que podr�a causar da�o gen�tico. La protecci�n que brinda un delantal de plomo, tanto para el paciente como para el t�cnico a cargo, puede reducir cien o mil veces esta dosis que es totalmente innecesaria. Esta recomendacion deber�a constituir una pr�ctica rutinaria durante radiograf�as dentales y ser rigurosamente observada al radiografiar a una paciente embarazada.

El �ltimo factor de protecci�n, la contenci�n, se aplica a fuentes radiactivas, como ser�an los radiois�topos usados en medicina nuclear o los productos radiactivos generados durante el funcionamiento de un reactor nuclear. Todo material activo debe confinarse a un espacio m�nimo y mantenerse aislado del medio ambiente. Los is�topos para uso m�dico son surtidos dentro de recipientes que impiden su liberaci�n y el mismo cuidado deber�a seguirse con los restos de ellos despu�s de su utilizaci�n. Es totalmente inaceptable la eliminaci�n de productos radiactivos a trav�s de los sistemas normales de desag�e o de recolecci�n de basura.

Tal como se explic� en el cap�tulo anterior, el embri�n humano que se encuentra en una etapa extremadamente activa de desarrollo, es muy susceptible a los efectos de peque�as dosis de radiaci�n. Existe evidencia de que embri�n o feto son, entre 5 y 10 veces m�s sensibles que el adulto, a enfermedades o defectos inducidos por la radiaci�n. Por estos motivos es muy importante que una mujer embarazada no se radiograf�e el abdomen, sobre todo las primeras semanas de embarazo, pues es el periodo en que los �rganos especializados del ni�o por nacer comienzan a desarrollarse. Por desgracia es precisamente en esta etapa, cuando un embarazo ni siquiera se sospecha. Existe una regla m�dica de protecci�n llamada la regla de los 10 d�as que impide las irradiaciones del embri�n reci�n engendrado. Seg�n esta norma, s�lo se deben tomar radiograf�as a una paciente en edad reproductiva durante los 10 d�as que siguen al comienzo de su periodo menstrual, es decir, cuando hay una certeza relativa de que no est� embarazada. Esta recomendaci�n se dirige al m�dico que ordena una radiograf�a y principalmente, a la mujer cuyo hijo puede sufrir da�o irreparable a causa de un examen que puede postergarse unas semanas.

�Es posible establecer hasta d�nde es segura la radiaci�n? En el cap�tulo VI vimos que la respuesta no se conoce para el ser humano, pues s�lo es posible identificar los efectos biol�gicos de altas dosis de radiaci�n, cientos de veces superiores a las que se reciben normalmente. La posici�n m�s conservadora al respecto —y apoyada por los organismos internacionales de protecci�n radiol�gica— sostiene que incluso cantidades muy peque�as pueden causar da�o. Lo que se requiere ante cada nueva situaci�n es hacer un balance entre riesgos y beneficios. Cuando decidimos ir a Europa en avi�n, y no en barco, aceptamos el riesgo de un posible accidente a�reo a cambio del beneficio recibido: llegar al Viejo Continente en s�lo unas cuantas horas. Del mismo modo debemos aceptar el riesgo asociado a la dosis causada por una radiograf�a a cambio de la posible detecci�n de una enfermedad y, en t�rminos generales, utilizar los beneficios del uso controlado de la radiaci�n asegur�ndonos que la exposici�n recibida sea siempre la m�nima posible.

ACCIDENTES: CIUDAD JUAREZ Y CHERNOBIL

El manejo inadecuado o irresponsable de las fuentes de radiaci�n puede ocasionar exposiciones accidentales que por lo general afectan a los individuos directamente relacionados en el incidente, pero que tambi�n pueden afectar a grandes grupos de la poblaci�n.

El uso de radiois�topos y radiaci�n en medicina, industria, o en la generaci�n de energ�a requiere de cuidados especiales ya que una irradiaci�n excesiva puede producir efectos biol�gicos nocivos. A pesar de que toda actividad lleva asociado un riesgo para la salud de sus trabajadores (pensemos en las industrias qu�micas, la miner�a, la construcci�n, el transporte p�blico, etc.), no existe un reglamento de protecci�n tan severo como el que regula los usos de la radiaci�n. Las razones de este control autoimpuesto fueron explicadas en las secci�n anterior. El p�blico no siempre comprende la importancia de estos reglamentos internacionales que se originan en estudios cient�ficos que se actualizan peri�dicamente. Se piensa, de manera errada, que la radiaci�n est� bien controlada porque es extremadamente peligrosa. Los c�lculos hechos en el cap�tulo VI demuestran lo contrario. Sin lugar a dudas, el trabajador de ciertas industrias qu�micas o de la miner�a del carb�n corre un riesgo much�simo mayor que aquel que trabaja con la radiaci�n.

Por desgracia, las normas de seguridad radiol�gica no siempre se cumplen, ni en todas partes, con el mismo rigor. Existe una larga lista de accidentes que han ocasionado que muchos individuos hayan sufrido exposiciones excesivas a la radiaci�n y que tambi�n han provocado liberaciones no controladas de radiois�topos al ambiente. Las consecuencias de cada incidente deben ser analizadas en particular. Aqui nos referiremos, solamente, a un par de casos que constituyen accidentes de suma gravedad.

En diciembre de 1983, en Ciudad Ju�rez, Chihuahua, M�xico, un t�cnico de mantenimiento de una empresa m�dica desarm� el cabezal de una unidad de radioterapia que se encontraba almacenada desde hac�a 6 a�os en una bodega y extrajo un cilindro de 100 kilogramos de peso para venderlo como chatarra. El equipo hab�a sido importado de Estados Unidos, sin informar a las autoridades mexicanas de seguridad radiol�gica que deb�an autorizar su uso, y fue relegado a la bodega sin utilizarse. El cilindro sustra�do conten�a aproximadamente 6 000 c�psulas peque�as (de 1 mm de tama�o) del elemento radiactivo cobalto-60, que normalmente se utiliza para el tratamiento del c�ncer. El artefacto fue perforado antes de su venta, por lo que las c�psulas radiactivas fueron sali�ndose del cilindro y esparci�ndose en un �rea muy amplia que inclu�a el hogar del t�cnico, la camioneta de la empresa con que transport� el cilindro, la carretera Ciudad Ju�rez-Chihuahua y el patio de chatarra. Aqu�, los imanes que son utilizados para levantar los trozos de metal atrajeron parte de las c�psulas de cobalto y las mezclaron con la chatarra que posteriormente fue comprada por las fundidoras locales. En total se fabricaron 6 600 toneladas de varilla para construcci�n y 30 000 bases para mesa que conten�an material radiactivo. El hecho se descubri� por casualidad en enero de 1984, cuando un cami�n que transportaba parte del metal contaminado, exportado a Estados Unidos, pas� cerca de detectores de radiaci�n que existen en los alrededores del Laboratorio Los �lamos, en Nuevo M�xico, y �stos indicaron la presencia de rayos gamma emitidos por el cobalto. Durante los meses que siguieron se recuper� gran parte del metal e incluso se orden� la demolici�n de aquellas construcciones que ya hab�an utilizado la varilla contaminada.

Como consecuencia del accidente de Ciudad Ju�rez, unas 4 000 personas resultaron irradiadas, especialmente los trabajadores del patio de chatarra y los familiares y vecinos del t�cnico que se expusieron a la radiaci�n de las c�psulas de cobalto que durante un mes estuvieron dentro de la camioneta. El 80% de los irradiados recibi� dosis inferiores a 0.5 rems, el 18% recibi� entre 0.5 y 2.5 rems, y el 2% (es decir 80 personas) recibi� m�s de 25 rems. Entre estas �ltimas, 5 personas fueron irradiadas entre 300 y 700 rems durante un periodo estimado de dos meses. Recordamos que estos �ltimos valores son dos o tres mil veces los valores de irradiaci�n natural durante un a�o. A seis a�os del accidente no se han registrado v�ctimas fatales entre los afectados.

Sin duda el accidente m�s grave asociado a un reactor nuclear ocurri� en la llamada Unidad 4 de la planta sovi�tica de Chernobil, en la Rep�blica de Ucrania, Uni�n Sovi�tica. El 28 de abril de 1986, durante el turno matutino en una planta nucleoel�ctrica sueca, se comenzaron a detectar niveles de radiaci�n que aumentaban a medida que transcurr�a la ma�ana. Este fue el primer indicio de que, a miles de kil�metros de distancia, algo anormal hab�a ocurrido. Tres d�as antes, los t�cnicos a cargo de la Unidad 4 en Chernobil hab�an decidido efectuar pruebas que requer�an un bajo nivel de funcionamiento del reactor. Como �ste no es el r�gimen normal, y el dise�o de los reactores instalados en Chernobil los hace particularmente inestables a baja potencia, las pruebas hab�an sido interrumpidas continuamente por los mecanismos de seguridad. Debido a esto, y para facilitar su trabajo, el personal responsable simplemente elimin� todos los sistemas autom�ticos de seguridad: el circuito de enfriado de emergencia fue desconectado, las barras de control extra�das del reactor quedaron desactivadas, las se�ales que indican cu�ndo debe pararse el reactor debido a una emergencia tambi�n y en total, se cometieron seis violaciones graves a las normas de seguridad.

Esquema del dise�o de las barreras de seguridad en una planta nucleoel�ctrica. (El reactor de Chernobil no contaba con los elementos A y B.)

Cuando se inici� la prueba y la potencia del reactor comenz� a aumentar vertiginosamente debido a cierta inestabilidad, ya no fue posible controlarlo y el reactor lleg� a generar 100 veces m�s energ�a que su capacidad. El combustible de uranio sobrecalentado rompi� las vainas que lo conten�an, entr� en contacto con el agua del enfriamiento y una enorme explosi�n de vapor rompi� las tuber�as, hizo volar la cubierta del reactor, destruy� el edificio —el reactor de Chernobil no estaba alojado en un edificio contenedor reforzado como los reactores comerciales de los pa�ses occidentales— y lanz� trozos ardientes de grafito y residuos del combustible a las zonas vecinas. El material radiactivo contenido en el n�cleo del reactor escap� libremente y form� un penacho gaseoso que ascendi� hasta 10 kil�metros de altura. Desde all� se distribuy� sobre gran parte de Europa y Asia, para volver a caer en las semanas siguientes, contaminando lugares habitados y tierras agr�colas.

La cifra de v�ctimas inmediatas del accidente de Chernobil lleg� a 31 personas, principalmente entre los operadores del reactor y el personal de bomberos que ayud� a combatir el incendio de la planta. Estas muertes se debieron a la explosi�n inicial, a quemaduras y a los efectos de la radiaci�n. Dosis mayores que las normales se registraron en varios pa�ses de ambos continentes. Se estima que, en Europa central, el accidente caus� equivalentes de dosis de 0.1 rem para la poblaci�n adulta y el doble para ni�os menores de 10 a�os (la diferencia se debe a que los factores de efectividad biol�gica son mayores para los ni�os que para los adultos debido a que su organismo se encuentra en crecimiento r�pido). Polonia fue el pa�s vecino m�s afectado por la radiaci�n, con dosis entre 0.2 y 0.6 rems para menores, dependiendo de la localidad. Para la poblaci�n de la Uni�n Sovi�tica occidental se calcula que recibi� una dosis total promedio de 3.3 rems, esto es, unas 16 veces la cantidad anual que se recibe por causas naturales.

Respecto de las consecuencias a largo plazo de esta exposici�n que sobrepas� los niveles ambientales, usando los factores de riesgo presentados en el cap�tulo anterior, se estima que para el grupo m�s expuesto, las 16 000 personas que viv�an alejadas entre 3 y 7 kil�metros de la planta y que recibieron un exceso de 50 rems, la probabilidad de morir por c�ncer aument� de un 20% que es lo normal (frecuencia natural en la Uni�n Sovi�tica), a un 20.6%. 4[Nota 4]El n�mero de muertes por c�ncer esperadas normalmente para este grupo es de 3 200 y las adicionales debidas al accidente y calculadas a partir de los valores ya presentados, llegan a 96. S�lo un estudio epidemiol�gico sumamente cuidadoso realizado durante los pr�ximos 70 a�os, capaz de detectar el aumento en los valores esperados de 3 200 a 3 296 casos de c�ncer en las 16 000 personas expuestas, podr� comprobar lo acertado de esta predicci�n. Para los 75 millones de personas que viven en la Uni�n Sovi�tica a menos de 1 000 kil�metros de Chernobil, la sobrexposici�n promedio estimada es de 0.8 rems, equivalente a cuatro a�os de exposici�n a radiacion ambiental. Para este grupo tan numeroso, se estiman 7 500 muertes adicionales, que se deben agregar a los 9.5 millones de muertes por c�ncer esperadas normalmente en este grupo dentro de los pr�ximos 70 a�os. Debido a las fluctuaciones estad�sticas, ser� imposible detectar epidemiol�gicamente esta variaci�n. Hay que mencionar que las cifras en las que se basan estas predicciones son objeto de estudio actualmente y podr�an ser modificadas en el futuro.

Los dos accidentes mencionados y la mayor�a de situaciones anormales producidas durante el uso de la radiaci�n, tienen como factor com�n la irresponsabilidad, negligencia e indisciplina del personal supuestamente responsable de la operaci�n. En el caso de Chernobil, el director de la nucleoel�ctrica fue juzgado por un tribunal sovi�tico y condenado a diez a�os de trabajos forzados por "la falta de control y falta de responsabilidad en la planta". Estas situaciones de descuido no es privativa de las actividades que utilizan radiaci�n, sino bastante com�n en nuestro mundo tecnol�gico. Un estudio reciente estima que el 65% de los accidentes de la aviaci�n comercial se originan en errores humanos. Solamente una educaci�n de excelencia y mecanismos rigurosos de selecci�n para el personal a cargo de la operaci�n de material e instrumentos que utilizan o producen radiaci�n, permitir� reducir a�n m�s, la probabilidad de accidentes causantes de irradiaci�n totalmente innecesaria en seres humanos.

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