XIX. UN ALTO EN EL CAMINO (1830-1890)

HEMOS relatado el desarrollo de la electricidad y el magnetismo durante el siglo XIX. El aspecto práctico de este desarrollo se mantuvo continuamente en interacción con el avance de la teoría. Es a partir de 1830 que la electricidad empezó a intervenir directamente en la vida económica de algunos países, principalmente Gran Bretaña y Francia, primero en las comunicaciones, luego en la galvanoplastia, en la iluminación, en la fuerza motriz y finalmente en el nuevo método de comunicaciones sin hilos. Por primera vez en la historia, como consecuencia del estudio científico de un campo del conocimiento, la electricidad y el magnetismo, se creó una industria independiente de las tradicionales.

Sin embargo, a pesar de que hubo notables éxitos como ya relatamos en capítulos anteriores, el proceso real de industrialización eléctrica fue bastante lento. La introducción de cada idea nueva planteó siempre grandes dificultades prácticas que tuvieron que ser resueltas antes de que la idea pudiera producir un beneficio económico. Tanto los científicos académicos como los inventores independientes siempre tuvieron, en general, que pasar estrecheces económicas para poder financiar la realización de sus ideas. Les resultó más eficaz producir algún artículo que se pudiera vender con suficiente rapidez y así financiar los nuevos desarrollos. Muy pocos lograron superar todas las dificultades inherentes a la introducción de alguna aplicación importante. La mayoría quebró o se desanimó antes de alcanzar su objetivo y fueron muchos los fracasos iniciales.

En el campo de la electricidad y el magnetismo podemos distinguir cinco etapas principales en el proceso en que un descubrimiento científico se convierte en producto de una industria lucrativa. Cada una de estas etapas se relaciona con una determinada aplicación práctica de los nuevos principios eléctricos. Estas aplicaciones fueron el telégrafo con alambres, la galvanoplastia, la luz de arco, la lámpara de filamento y finalmente el telégrafo inalámbrico.

El telégrafo con alambres, como necesita poca corriente eléctrica, condujo al perfeccionamiento de las pilas eléctricas y de los instrumentos receptores, así como al desarrollo de la teoría eléctrica.

La galvanoplastia requirió corrientes eléctricas más intensas, lo cual se resolvió al aplicar el descubrimiento de Faraday. Así surgieron los primeros generadores de electricidad. En estas máquinas se usaron únicamente imanes permanentes, por lo que eran poco eficaces. La industria de la galvanoplastia no fomentó la mejora de los generadores eléctricos pues su demanda no fue muy amplia.

La luz de arco amplió el campo de la industria de la iluminación y planteó la necesidad de construir generadores más eficientes. Esto se logró con la utilización del electroimán, que permitió construir generadores que produjeron cantidades importantes de corriente eléctrica a costos relativamente bajos. Como consecuencia se multiplicaron sus usos, principalmente domésticos y comerciales.

La invención de la lámpara de filamento, provista primero de carbón y luego de metal en un bulbo al vacío, trajo consigo el difícil problema técnico de construir una lámpara barata y duradera. Para que las lámparas se pudieran producir comercialmente se requirió de sistemas de bombeo al vacío muy eficientes, que se consiguieron en el curso del siglo. Sin embargo, el punto clave del éxito de este nuevo tipo de iluminación fue la distribución de la electricidad. Esto se logró con la estación eléctrica de Edison en 1881, con su red de líneas que distribuían electricidad en diversas partes de una ciudad, como ya se hacía con el gas y el agua.

El intervalo de cincuenta años que pasó entre el descubrimiento de Faraday y la aplicación de Edison no se debió a motivos científicos o técnicos, sino a causas esencialmente económicas y sociales. A mediados del siglo XIX no fue posible establecer la explotación organizada y lucrativa de una idea científica, ya que este concepto era novedoso. Pero una vez que se alcanzó la etapa de la luz eléctrica y de la fuerza motriz, la velocidad con que se propagó fue mucho mayor que la del caso de las máquinas de vapor a fines del siglo XVIII y principios del XIX.

La última etapa, la del telégrafo inalámbrico, fue una aplicación directa de la predicción de Maxwell de la existencia de ondas electromagnéticas y la subsecuente verificación experimental hecha por Hertz.

Todas las aplicaciones de la electricidad y del magnetismo que hemos mencionado fueron elaboraciones de los experimentos originales que llevaron a cabo Oersted, Ampñre y Faraday, sintetizados en forma matemática por Maxwell. La industria eléctrica que se derivó en el siglo XIX es un ejemplo de una industria puramente científica en la cual se utilizaron unos cuantos principios básicos, con destreza e ingenio, para encontrar un número creciente de aplicaciones prácticas.

La historia de la electricidad y el magnetismo constituye el primer ejemplo de un conjunto de teoría y experimentos puramente científicos que se transformó en una industria en gran escala. Esta industria ha sido necesariamente científica. Éste es un ejemplo del modo en que la investigación científica se convirtió en ingeniería práctica. Las personas que idearon los sistemas telegráficos y su implantación no tuvieron necesariamente el mismo rango científico que los inventores de telégrafos. Así surgieron los ingenieros de telégrafos, que se asociaron en Gran Bretaña en 1871, y poco después, en 1889, cambiaron su denominación por la de ingenieros electricistas. En el curso de cincuenta años la ingeniería eléctrica adquirió gran experiencia práctica y se hizo de una tradición importante. Los problemas de diseño y producción, de economía en el funcionamiento y de facilidad en la reparación, se sobrepusieron a los principios científicos fundamentales de la teoría electromagnética.

InicioAnteriorPrevioSiguiente