IV. INTEGRACI�N

A) UNA INSTANT�NEA DE LAS SOCIEDADES DEL PASADO

UNA de las dimensiones que hemos mencionado a lo largo de este libro es el corte sincr�nico; en �l analizamos apenas una instant�nea de las sociedades del pasado, ya sea en una porci�n de un sitio, en un asentamiento o en una regi�n. En esta fotograf�a los actores parecen estar petrificados en sus �ltimas actividades antes de huir o morir. En este tipo de estudio se explican los diversos aspectos de una sociedad y sus relaciones con el ambiente social y natural en un momento dado. Flannery (1976: 5-6) ha propuesto que esta instant�nea sea definida mediante una serie de niveles progresivamente m�s amplios, entre los cuales estar�an algunos de los que desarrollaremos a continuaci�n.

1) El utensilio. Es com�n que se imagine al arque�logo como un ser que tiene en sus manos alg�n objeto del pasado y que, por medio de un an�lisis minucioso, "descubre" alg�n significado oculto. Esto se debe a que muchos museos del mundo tienen un apilamento de objetos, m�s que una explicaci�n de sociedades pret�ritas, y los visitantes se acostumbran a pensar que eso es la arqueolog�a.

El objeto arqueol�gico (figura 52), fuera de su contexto, es un ente desvalido. Carece de un sentido, ya que no ha sido registrado en asociaciones que le otorguen significado en el interior de una sociedad. Quiz� sea un objeto muy bello o raro (figura 53); se pueda decir de qué material fue hecho, con qu� t�cnicas y con cu�les motivos de decoraci�n. Puede tratarse de una l�pida o estela con mucha informaci�n iconogr�fica o simb�lica. Sin embargo, si no se conoce el contexto en el que fue hallado, no es posible definir sus funciones.


FIGURA 52. Ejemplos de dibujos de herramientas l�ticas (cortes�a de Fernando Botas).


Figura 53. Incensario "tipo teatro" hallado en la excavaci�n de un conjunto residencial teotihuacano en Oztoyahualco, valle de Teotihuacan ( proyecto a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

Este problema es importante, ya que muchos sitios han sido saqueados sistem�ticamente. Diversos objetos de nuestros museos proceden de colecciones particulares, por lo cual se ignora su procedencia y contexto. Normalmente, el arque�logo tiene frente a s� un incompleto y dif�cil rompecabezas que armar; pero esto se complica a�n m�s si s�lo le damos objetos aislados.

2) El �rea de actividad. En este libro hemos subrayado que el �rea de actividad es la escala m�nima con sentido en el registro arqueol�gico. Se aplica a zonas dom�sticas, rituales, administrativas, comerciales o pol�ticas.

El conjunto de �reas de trabajo da sentido a un espacio arquitect�nico. Son las pistas que nos permiten reconocer acciones humanas concretas y repetitivas. Minas y canteras zonas de molienda y de consumo de alimentos, talleres y sectores de destazamiento de la fauna, canales (figura 54), entierros (figuras 55 y 56) y ofrendas (figura 57), basureros y almacenes (figura 58), son ejemplos de contextos que el arque�logo puede reconocer mediante una excavaci�n minuciosa y un registro acertado.


Figura 54. Canal de drenaje al interior de la pir�mide de Akapana, Tiwanaku, Bolivia (excavaci�n a cargo de la doctora Linda Manzanilla).


Figura 55. Entierro hallado en una fosa en un conjunto residencial teotihuacano en Oztoyahualco, valle de Teotihuacan (proyecto a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

Figura 56. Contexto ritual de restos humanos y restos de cam�lidos en Tiwanaku, Bolivia (excavaciones a cargo de la doctora Linda Manzanilla).


Figura 57. Ofrenda depositada al momento del abandono de una estructura residencial de los sacerdotes en la cima de la Pir�mide de Akapana, Tiwanaku, Bolivia (excavaci�n a cargo de la doctora Linda Manzanilla).


Figura 58. Almac�n al interior de un palacio de la Edad de Bronce fase Antigua I, en el sitio de Arslantep�, Turqu�a Oriental (excavaci�n a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

3) El conjunto dom�stico. Todas aquellas personas que viven, comen, duermen y trabajan en un espacio determinado forman el grupo dom�stico. Puede ser que se trate de una familia nuclear (padre, madre e hijos, figura 59) o extensa (varias familias de parientes: t�os, primos, abuelos, etc�tera). A veces ocupar�n una casa (figura 60) o un conjunto residencial (como hay en Teotihuacan) (figura 61) a manera de vecindad, (Margarita, 1993), o pueden estar repartidos en construcciones diversas al interior de un solar (como ocurre en el �rea maya, figura 62).


Figura 59. Restos de una vivienda precl�sica del sitio de Cuanalan, Estado de M�xico (proyecto a cargo de la doctora Linda Manzanilla y la doctora Marcella Frangipane).


Figura 60. Casa maya del Horizonte Cl�sico en Cob�, Quintana Roo (proyecto a cargo del maestro Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla).

Figura 61. Conjunto residencial teotihuacano en Oztoyahualco, valle de Teotihuacan (proyecto a cargo de la doctora Linda Manzanilla).

Figura 62. Unidad domestica maya de Cob�, Quintana Roo (proyecto a cargo del maestro Antonio Benavides y la doctora Linda Manzanilla).

Debido a la diversidad de los utensilios l�ticos y de las actividades representadas, se ha intentado reconocer unidades dom�sticas en campamentos de cazadores del Paleol�tico Superior.

El conjunto dom�stico lo constituyen las casas de familias que forman parte del grupo dom�stico con todas sus �reas de actividad internas y externas. En este conjunto existir�n huellas de labores femeninas y masculinas; de ni�os, adultos y viejos; de gente com�n (tareas compartidas por todas las familias) y de especialistas (actividades que s�lo llevan a efecto determinadas personas). La comparaci�n de conjuntos dom�sticos distintos nos lleva a distinguir diferencias sociales y de ocupaci�n en el interior de una sociedad; los indicadores arqueol�gicos son las diferencias en dimensiones, materiales constructivos, forma, ubicaci�n y actividades asociadas.

4) El barrio. Frecuentemente, en villas y centros urbanos se observa la congregaci�n de grupos que comparten procedencia y oficio. Por lo general, los barrios tienen un lugar para el culto com�n, un sitio destinado al intercambio y un edificio administrativo.

En la ciudad prehisp�nica de Teotihuacan se han delimitado dos barrios de grupos extranjeros: el Barrio oaxaque�o y el Barrio de los comerciantes (procedentes de la costa del Golfo). Adem�s hay barrios de artesanos: talladores de navajillas de obsidiana, de puntas y cuchillos, alfareros de cer�mica dom�stica, fabricantes de incensarios y sus adornos en moldes, lapidarios, etc�tera.

5) El asentamiento. Esta escala de estudio permite la integraci�n coherente de los sectores habitacionales, las �reas c�vicoadministrativas y las rituales (figura 63). En el interior del asentamiento se analiza la diversidad, distribuci�n y densidad de sus componentes, la forma del sitio, la extensi�n del �rea construida, la disposici�n de elementos de circulaci�n (calles, plazas calzadas) y los servicios comunes (drenaje, abastecimiento de agua, elementos de defensa). En el �mbito externo, se examina la ubicaci�n del asentamiento con respecto a los elementos geomorfol�gicos y a los recursos: canteras y yacimientos, campos de cultivo y pastoreo, manantiales, r�os y lagos, zonas boscosas y de caza, etc�tera.


Figura 63. Palacio de la etapa del Bronce Antiguo 1 con sus sectores administrativos. Sitio de Arslantep�, Turqu�a Oriental (foto cortes�a de la doctora Linda Manzanilla).

Generalmente el arque�logo determina una tipolog�a de sitios, desde los m�s peque�os y sencillos hasta los m�s complicados: villorrios, aldeas, pueblos y ciudades. Estos �ltimos revelan ya la existencia de especialistas desligados de la producci�n de alimentos: sacerdotes, bur�cratas, gobernantes, comerciantes, artesanos. Generalmente en pueblos y ciudades se ofrecen servicios y bienes que no se producen en las aldeas.

6) La regi�n. Los estudios regionales en arqueolog�a gozan de gran popularidad en las �ltimas d�cadas. Se analiza as� el patr�n que emerge de la ubicaci�n de los asentamientos en �reas definidas geomorfol�gicamente: valles, cuencas, ca�ones, litorales. La disposici�n de �stos revela patrones de uso de recursos, flujo de productos y materias primas, diferencias funcionales.

Cuando estudiamos sistemas econ�micos o pol�ticos generalmente abordamos la escala regional o macrorregional. El estudio arqueol�gico de estos sistemas conlleva varios problemas. Uno se refiere a la imposibilidad de excavar en la mayor parte de los lugares de un sistema. Por lo tanto, muchas inferencias que ata�en a la escala regional se basan en datos de la superficie. Otro problema es establecer la contemporaneidad absoluta entre los sitios, para abordar sus interrelaciones. Precisamente por el hecho de que no es posible excavar la mayor parte, la cronolog�a se basa en consideraciones estil�sticas de los materiales de superficie, lo cual acarrea dificultades. Los estudios regionales pues proporcionan los marcos de referencia generales, pero sin datos s�lidos.

B) SHERLOCK HOLMES Y LA SOLUCI�N DEL CASO

Hemos visto que las pistas con las cuales el arque�logo trabaja pueden ser desde microsc�picos granos de polen, concentraciones qu�micas en pisos, huellas de pisadas sobre superficies de lodo, huesitos de animales, utensilios, recipientes cer�micos o sus fragmentos, evidencias de incendio, asociaciones de materias primas y desechos, espacios arquitect�nicos y basureros, entierros humanos, hasta sectores dom�sticos, barrios de artesanos, templos y palacios, fortalezas o canales, plazas y caminos, barcos, antiguos campos de cultivo y concheros.

El arque�logo reconstruye un magno rompecabezas de informaci�n funcional, cronol�gica y espacial. Tiene pistas de numerosos casos de diferentes actores an�nimos que actuaron en tiempos diversos. De toda esta informaci�n debe sacar un relato coherente del comportamiento de una sociedad en un determinado momento de su historia, y de c�mo se sucedieron los cambios a trav�s del tiempo.

La capacidad detectivesca del arque�logo est� fundamentada en sus cualidades de integraci�n e interpretaci�n, como todo un Sherlock Holmes.

C) DIACRON�A Y DIN�MICA DEL CAMBIO

El estudio din�mico lleva impl�cito el an�lisis de diversas fases de desarrollo de una o varias sociedades, en un marco regional, pero es tambi�n el estudio de los factores que intervienen para imprimir una direcci�n particular a esos cambios.

Estudiosos de varias disciplinas se han interesado recientemente en el estudio de la dimensi�n humana del cambio global. Naturalmente, la arqueolog�a puede aportar mucho, dada la escala temporal y la amplitud geogr�fica tan vasta que maneja.

Existen ejemplos hist�ricos similares a fen�menos que se est�n dando en la actualidad. Por ejemplo, el gran centro urbano de Teotihuacan —uno de los m�s grandes de las �pocas preindustriales— se encuentra enclavado en la misma regi�n donde actualmente yace el fen�meno urbano m�s complejo y problem�tico. La deforestaci�n, erosi�n de suelos, sobreexplotaci�n de acu�feros, p�rdida de la capacidad de autosustentaci�n, excesiva migraci�n rural-urbana, etc�tera —problemas que se antojan muy recientes—, se presentaron tambi�n en el periodo teotihuacano. Éste es un interesante ejemplo del estudio de la dimensi�n hist�rica del cambio global.

Las �ltimas palabras son reflexi�n sobre la memoria de la humanidad. Las p�ginas escritas en los libros ser�n ilegibles al paso de los lustros. Los sitios y utensilios arqueol�gicos constituyen la materializaci�n de la memoria humana y si sucumbieran a causa de la erosi�n, los terremotos, las guerras, la voracidad, la inconsciencia y el desinter�s, no tendremos nada que legar a las generaciones futuras. �sta es una responsabilidad que debemos afrontar.

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